/ martes 12 de enero de 2021

La buena imagen

Por: Raúl Sánchez Küchle

La mayoría de los seres humanos, hombres o mujeres, buscan tener y mantener una buena imagen frente a los demás. Esa imagen en mucho corresponde a una realidad, en otros, por desgracia, es fingida.

A pesar de esto último, todos tienen derecho a la fama, un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Si no lo cuidan o lo descuidan es otra cosa.

La exposición de conductas que son o aparecen como impropias en algunos, muchas veces sin pruebas o sin sustento, pueden dañar o dañan de hecho la reputación de los mismos. Y en la mayoría de las veces no bastan las aclaraciones o defensas esgrimidas cuando son muchos quienes ya se han hecho un juicio sobre tal o cual persona.

No es fácil, pues -y en muchas ocasiones es ilícito-, hacer juicios temerarios o lanzar acusaciones que demeriten a otros si no existen elementos contundentes que manifiesten, sin género de duda, que los hechos efectuados por ellos tienen son de naturaleza inadecuada o, en su caso, delictiva.

En dos ámbitos, entre otros, se respira la maledicencia, la búsqueda de datos que hagan ver mal a determinadas personas, la exposición que puede derivar en difamación o hasta en calumnia: en algunos medios de comunicación que “destapan”, por así decirlo, la vida íntima o hechos privados de tales o cuales figuras del espectáculo o de la farándula, lo que al público en muchas ocasiones ni le va ni le viene; y en el ambiente político en que, sobre todo en tiempos electorales, los malos señalamientos y las críticas malintencionadas abundan sobre candidatos, funcionarios, partidos, autoridades u otras personas, muchas veces como díceres, chismes, rumores o mentiras.

Hay hechos de naturaleza inconveniente realizados por alguien, tanto en el campo particular, familiar o comunitario, que no tienen por qué hacerse públicos, toda vez que pueden encauzarse en el ámbito privado y arribar a soluciones justas. Sin embargo, no pocas veces, por indiscreciones o por filtraciones hechas adrede, saltan a la opinión pública y ofenden la fama de los implicados de manera injusta.

Los tiempos electorales están prácticamente encima. Conviene, frente a lo que se maneja, se informa, se dice o señala sobre quienes aspiran a los puestos de elección, tener en cuenta que no todo es o puede ser verdadero o tener bases firmes, incluso algunas cosas pueden tener un fondo con mala intención para demeritar la imagen de los adversarios. Tomemos en cuenta lo anterior y busquemos la verdad ante todo. ¿Lo ven?


Por: Raúl Sánchez Küchle

La mayoría de los seres humanos, hombres o mujeres, buscan tener y mantener una buena imagen frente a los demás. Esa imagen en mucho corresponde a una realidad, en otros, por desgracia, es fingida.

A pesar de esto último, todos tienen derecho a la fama, un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Si no lo cuidan o lo descuidan es otra cosa.

La exposición de conductas que son o aparecen como impropias en algunos, muchas veces sin pruebas o sin sustento, pueden dañar o dañan de hecho la reputación de los mismos. Y en la mayoría de las veces no bastan las aclaraciones o defensas esgrimidas cuando son muchos quienes ya se han hecho un juicio sobre tal o cual persona.

No es fácil, pues -y en muchas ocasiones es ilícito-, hacer juicios temerarios o lanzar acusaciones que demeriten a otros si no existen elementos contundentes que manifiesten, sin género de duda, que los hechos efectuados por ellos tienen son de naturaleza inadecuada o, en su caso, delictiva.

En dos ámbitos, entre otros, se respira la maledicencia, la búsqueda de datos que hagan ver mal a determinadas personas, la exposición que puede derivar en difamación o hasta en calumnia: en algunos medios de comunicación que “destapan”, por así decirlo, la vida íntima o hechos privados de tales o cuales figuras del espectáculo o de la farándula, lo que al público en muchas ocasiones ni le va ni le viene; y en el ambiente político en que, sobre todo en tiempos electorales, los malos señalamientos y las críticas malintencionadas abundan sobre candidatos, funcionarios, partidos, autoridades u otras personas, muchas veces como díceres, chismes, rumores o mentiras.

Hay hechos de naturaleza inconveniente realizados por alguien, tanto en el campo particular, familiar o comunitario, que no tienen por qué hacerse públicos, toda vez que pueden encauzarse en el ámbito privado y arribar a soluciones justas. Sin embargo, no pocas veces, por indiscreciones o por filtraciones hechas adrede, saltan a la opinión pública y ofenden la fama de los implicados de manera injusta.

Los tiempos electorales están prácticamente encima. Conviene, frente a lo que se maneja, se informa, se dice o señala sobre quienes aspiran a los puestos de elección, tener en cuenta que no todo es o puede ser verdadero o tener bases firmes, incluso algunas cosas pueden tener un fondo con mala intención para demeritar la imagen de los adversarios. Tomemos en cuenta lo anterior y busquemos la verdad ante todo. ¿Lo ven?