/ jueves 15 de abril de 2021

La captura de lo común

Por Nayo Rodríguez Varela

Al sur de la ciudad de Chihuahua, cerca de la montaña de desechos tóxicos donde estuvo una de las mayores fundidoras de plomo del mundo, nacen niños con problemas renales por habitar enseguida de cadmio, plomo y zinc ¿Ellos decidieron nacer ahí? Por supuesto que no, pero el hecho de que exista un desarrollo habitacional en las inmediaciones fue producto de la decisión de alguien. Decisión corrupta y negligente de una persona que seguramente jamás viviría ahí.

Al hablar de drogas, nuestros padres imaginan inmediatamente un huevo friéndose en un sartén, acompañado de la tenebrosa frase “este es tu cerebro en drogas”. Tratándose de corrupción, nos imaginamos la frase “yo no doy mordida” seguida de un tránsito recibiendo un billete. Ambas fueron campañas (chafísimas) mediáticas que posicionaron narrativas que individualizan y reducen problemas colectivos mucho más complejos.

La captura de lo común por intereses particulares: eso podría definir la corrupción. Hay diferencias que se deben conocer, pues no tiene el mismo impacto una mordida a un tránsito, que la creación de una red de empresas fantasmas que simulen contratos con la administración pública para desviar dinero a las campañas electorales o una inmobiliaria que adquiere por medio de una “donación” del municipio un terreno, que era de todas las personas, y que ahora servirá para la especulación comercial de unos cuantos, donde pudo existir un hospital o un parque.

Me recuerda a la película “Están vivos” de John Carpenter's, donde el protagonista se encuentra unos lentes y con ellos ve otra realidad. Eso pasa cuando vemos cómo la corrupción no solo se encuentra normalizada, sino, incluso, legalizada. ¿Cómo es posible que la corrupción se encuentre en la ley? Recordemos que las leyes son normas establecidas por la clase política. Imponen obligaciones, prohibiciones y permisos concretos para determinadas acciones, es así que existen grupos de interés que capturan lo de todas las personas para su beneficio.

El mismo proceso legislativo se puede capturar, es tan fácil como desviar los recursos públicos a través de contratos, después, mandar al servicio panamericano a cambiar esos cheques a efectivo, y con eso pagarles una “cuota mensual” a quienes estén en turno, para que aprueben las leyes necesarias para continuar con la captura.

¿Podemos detener esa maquinaria? Sí, primero necesitamos cambiar la narrativa que nos hace imaginar a un tránsito recibiendo dinero al hablar de corrupción. Cuando veamos la devastación en los ríos y bosques de la Sierra, producto de la pobre regulación en las compañías mineras, cuando sepamos que nuestro amigo que tuvo un accidente esperó dos semanas en el hospital para su prótesis porque el hospital no había pagado al proveedor, cuando nos llene de rabia saber que hay niños con cáncer gracias a que alguien decidió crecer la ciudad hacia terrenos enseguida de desechos tóxicos, ahí nos pondremos los lentes y evitaremos la captura de nuestros derechos.

nayo.paper@gmail.com

Por Nayo Rodríguez Varela

Al sur de la ciudad de Chihuahua, cerca de la montaña de desechos tóxicos donde estuvo una de las mayores fundidoras de plomo del mundo, nacen niños con problemas renales por habitar enseguida de cadmio, plomo y zinc ¿Ellos decidieron nacer ahí? Por supuesto que no, pero el hecho de que exista un desarrollo habitacional en las inmediaciones fue producto de la decisión de alguien. Decisión corrupta y negligente de una persona que seguramente jamás viviría ahí.

Al hablar de drogas, nuestros padres imaginan inmediatamente un huevo friéndose en un sartén, acompañado de la tenebrosa frase “este es tu cerebro en drogas”. Tratándose de corrupción, nos imaginamos la frase “yo no doy mordida” seguida de un tránsito recibiendo un billete. Ambas fueron campañas (chafísimas) mediáticas que posicionaron narrativas que individualizan y reducen problemas colectivos mucho más complejos.

La captura de lo común por intereses particulares: eso podría definir la corrupción. Hay diferencias que se deben conocer, pues no tiene el mismo impacto una mordida a un tránsito, que la creación de una red de empresas fantasmas que simulen contratos con la administración pública para desviar dinero a las campañas electorales o una inmobiliaria que adquiere por medio de una “donación” del municipio un terreno, que era de todas las personas, y que ahora servirá para la especulación comercial de unos cuantos, donde pudo existir un hospital o un parque.

Me recuerda a la película “Están vivos” de John Carpenter's, donde el protagonista se encuentra unos lentes y con ellos ve otra realidad. Eso pasa cuando vemos cómo la corrupción no solo se encuentra normalizada, sino, incluso, legalizada. ¿Cómo es posible que la corrupción se encuentre en la ley? Recordemos que las leyes son normas establecidas por la clase política. Imponen obligaciones, prohibiciones y permisos concretos para determinadas acciones, es así que existen grupos de interés que capturan lo de todas las personas para su beneficio.

El mismo proceso legislativo se puede capturar, es tan fácil como desviar los recursos públicos a través de contratos, después, mandar al servicio panamericano a cambiar esos cheques a efectivo, y con eso pagarles una “cuota mensual” a quienes estén en turno, para que aprueben las leyes necesarias para continuar con la captura.

¿Podemos detener esa maquinaria? Sí, primero necesitamos cambiar la narrativa que nos hace imaginar a un tránsito recibiendo dinero al hablar de corrupción. Cuando veamos la devastación en los ríos y bosques de la Sierra, producto de la pobre regulación en las compañías mineras, cuando sepamos que nuestro amigo que tuvo un accidente esperó dos semanas en el hospital para su prótesis porque el hospital no había pagado al proveedor, cuando nos llene de rabia saber que hay niños con cáncer gracias a que alguien decidió crecer la ciudad hacia terrenos enseguida de desechos tóxicos, ahí nos pondremos los lentes y evitaremos la captura de nuestros derechos.

nayo.paper@gmail.com