/ jueves 25 de octubre de 2018

La caravana migrante

“La dignidad no tiene sitio, ni colectivo ni plural”

- Valerie Tasso -

Por supuesto que ninguna persona abandona su país de nacimiento por gusto, las razones pueden ser de toda índole: falta de empleo, violencia, corrupción, gobiernos incapaces, extorsiones y pobreza, pero el común denominador es la desesperación y es esta desesperación la que llevó a miles de hondureños a dejar su país para encontrar refugio en Estados Unidos, mismo que ya fue negado rotundamente por el presidente norteamericano; la desesperación cobra nueva dimensión.

Las imágenes de los centroamericanos, entre los que se encuentran niños y mujeres embarazadas, que caminaron distancias incomprensibles, unos sin alimentos y sin agua más que la que les comparten sus compañeros, sufriendo las consecuencias climatológicas, dispuestos a iniciar una vida bajo otras circunstancias, bajo otra cultura, nos deben mover a realizar algo o ¿es que sólo somos solidarios con los de casa?, ¿no son también personas?, ¿no merecen ser tratados con dignidad?

Hay quienes están de acuerdo con la política de Donald Trump de proteger a los suyos y hay quienes desaprueban esta acción que la ven como discriminación, el caso es complejo, desde luego que sí. Nuestro país se encuentra en la gran encrucijada de resolver de la mejor manera este trance diplomático, pero sobre todo humanitario, ya que nuestra nación se encuentra en la ruta del destino final de los hondureños y seguramente habrá muchos que soliciten su estancia en nuestro querido México, que también enfrenta problemas de pobreza e inseguridad, pero que sigue protegiendo los derechos de cualquier ser humano que se encuentre en su territorio sin importar nacionalidad, sexo, religión ni idioma.

Fuera del aspecto humano, aceptar a los migrantes desde luego que puede causarnos problemas internos y el no hacerlo nos daría una mala imagen ante las instancias internacionales con las consecuencias que esto implicaría, ¿cuál es la mejor decisión?

En este desorientado y globalizado mundo en el que radicamos lo más apropiado sería contar con métodos que reglamenten la migración con un adecuado registro de las personas que ingresan a otro país para brindarles apoyo hasta donde le sea posible a la nación receptora. ¿No creen?




“La dignidad no tiene sitio, ni colectivo ni plural”

- Valerie Tasso -

Por supuesto que ninguna persona abandona su país de nacimiento por gusto, las razones pueden ser de toda índole: falta de empleo, violencia, corrupción, gobiernos incapaces, extorsiones y pobreza, pero el común denominador es la desesperación y es esta desesperación la que llevó a miles de hondureños a dejar su país para encontrar refugio en Estados Unidos, mismo que ya fue negado rotundamente por el presidente norteamericano; la desesperación cobra nueva dimensión.

Las imágenes de los centroamericanos, entre los que se encuentran niños y mujeres embarazadas, que caminaron distancias incomprensibles, unos sin alimentos y sin agua más que la que les comparten sus compañeros, sufriendo las consecuencias climatológicas, dispuestos a iniciar una vida bajo otras circunstancias, bajo otra cultura, nos deben mover a realizar algo o ¿es que sólo somos solidarios con los de casa?, ¿no son también personas?, ¿no merecen ser tratados con dignidad?

Hay quienes están de acuerdo con la política de Donald Trump de proteger a los suyos y hay quienes desaprueban esta acción que la ven como discriminación, el caso es complejo, desde luego que sí. Nuestro país se encuentra en la gran encrucijada de resolver de la mejor manera este trance diplomático, pero sobre todo humanitario, ya que nuestra nación se encuentra en la ruta del destino final de los hondureños y seguramente habrá muchos que soliciten su estancia en nuestro querido México, que también enfrenta problemas de pobreza e inseguridad, pero que sigue protegiendo los derechos de cualquier ser humano que se encuentre en su territorio sin importar nacionalidad, sexo, religión ni idioma.

Fuera del aspecto humano, aceptar a los migrantes desde luego que puede causarnos problemas internos y el no hacerlo nos daría una mala imagen ante las instancias internacionales con las consecuencias que esto implicaría, ¿cuál es la mejor decisión?

En este desorientado y globalizado mundo en el que radicamos lo más apropiado sería contar con métodos que reglamenten la migración con un adecuado registro de las personas que ingresan a otro país para brindarles apoyo hasta donde le sea posible a la nación receptora. ¿No creen?