/ miércoles 5 de febrero de 2020

La Carta Magna I

“La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie”: Montesquieu


Cumplir con la ley, ser tolerante y respetar el derecho ajeno son los senderos para vivir dentro de la paz social y en plena armonía. Nuestra historia nos enseña que luchamos por darnos una Constitución que normara nuestra vida dentro de la nación. Años de luchas, de asonadas, de golpes de Estado, se sucedieron durante el siglo XIX y parte del siglo XX. El Imperio Colonial Español era una monarquía absoluta y sus leyes eran ordenanzas del rey, ejecutadas por sus consejeros y nobles cortesanos. No existían ni parlamento, ni discusión alguna, mostraban sencillamente la voluntad del “alter ego”: el rey. Al lograr la independencia, y después de derrocar el espurio Imperio de Iturbide, los mexicanos se dieron a la tarea de diseñar y elaborar una Constitución.

Grupos de políticos de la época presentaban varias tendencias: los que aspiraban a tendencias centralistas, dirigidos por fray Servando Teresa de Mier; los federalistas, cuyo líder era Miguel Ramos Arizpe y, aún, los que querían una monarquía moderada. Desde mediados de 1823 hasta octubre de 1824 se discutió y se concluyó el documento que contenía las leyes que en adelante regiría la vida de la nación. Establecía la República Federal, con 19 estados, cuatro territorios y el Distrito Federal. Ese documento contenía la igualdad de todos los mexicanos ante la ley, falacia que en la praxis no existiría, mientras el feudalismo colonial no desapareciera. Los peones de las haciendas seguirían siendo inicuamente explotados. El bloque clerical-terrateniente era el dueño del poder político y económico. De entonces data la lucha del federalismo contra el centralismo, que todavía hoy se manifiesta, al desconocer el poder Ejecutivo el carácter de estados libres y soberanos e intentar convertir los órganos autónomos en departamentos del Gobierno Federal.

En 1857 se elaboró una nueva Constitución, en la que tuvieron el mayor peso los liberales moderados. Prosiguió el feudalismo y las Leyes de Reforma, no fueron aceptadas fácilmente, hasta en 1874 durante el mandato de Lerdo de Tejada. Vinieron años de contradicciones jurídicas que culminaron con la Dictadura Porfiriana. Asomó en México la Revolución, y una nueva Carta Magna.

“La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie”: Montesquieu


Cumplir con la ley, ser tolerante y respetar el derecho ajeno son los senderos para vivir dentro de la paz social y en plena armonía. Nuestra historia nos enseña que luchamos por darnos una Constitución que normara nuestra vida dentro de la nación. Años de luchas, de asonadas, de golpes de Estado, se sucedieron durante el siglo XIX y parte del siglo XX. El Imperio Colonial Español era una monarquía absoluta y sus leyes eran ordenanzas del rey, ejecutadas por sus consejeros y nobles cortesanos. No existían ni parlamento, ni discusión alguna, mostraban sencillamente la voluntad del “alter ego”: el rey. Al lograr la independencia, y después de derrocar el espurio Imperio de Iturbide, los mexicanos se dieron a la tarea de diseñar y elaborar una Constitución.

Grupos de políticos de la época presentaban varias tendencias: los que aspiraban a tendencias centralistas, dirigidos por fray Servando Teresa de Mier; los federalistas, cuyo líder era Miguel Ramos Arizpe y, aún, los que querían una monarquía moderada. Desde mediados de 1823 hasta octubre de 1824 se discutió y se concluyó el documento que contenía las leyes que en adelante regiría la vida de la nación. Establecía la República Federal, con 19 estados, cuatro territorios y el Distrito Federal. Ese documento contenía la igualdad de todos los mexicanos ante la ley, falacia que en la praxis no existiría, mientras el feudalismo colonial no desapareciera. Los peones de las haciendas seguirían siendo inicuamente explotados. El bloque clerical-terrateniente era el dueño del poder político y económico. De entonces data la lucha del federalismo contra el centralismo, que todavía hoy se manifiesta, al desconocer el poder Ejecutivo el carácter de estados libres y soberanos e intentar convertir los órganos autónomos en departamentos del Gobierno Federal.

En 1857 se elaboró una nueva Constitución, en la que tuvieron el mayor peso los liberales moderados. Prosiguió el feudalismo y las Leyes de Reforma, no fueron aceptadas fácilmente, hasta en 1874 durante el mandato de Lerdo de Tejada. Vinieron años de contradicciones jurídicas que culminaron con la Dictadura Porfiriana. Asomó en México la Revolución, y una nueva Carta Magna.