/ jueves 27 de junio de 2019

La ciencia, ¿es objetiva?

Conversando con un economista surgió el dilema de si la intervención del Estado resolvería la pobreza en México. Mi argumento principal es que los problemas producidos por los monopolios del Estado no se solucionan con más gobierno, y esto lo prueban los países que tienen mayor libertad económica que los que tienen menos. La evidencia científica, y no la opinión, prueba la verdad. Pero no lo convencí. Una cosa es estar enamorado de una idea antes de razonarla, y otra muy distinta tratar de política económica enfrentando hechos con hipótesis. Dos idiomas distintos.

Basta echar un vistazo al divorcio entre ciencia y hechos con el comunismo científico o economía marxista. Las mentes más brillantes de la era soviética fueron incapaces de desmentir los errores de un Estado improductivo por su pobreza en ciencia económica. Al contrario, en campos donde predominaban las piedras mágicas o la virtud de las hierbas, la ciencia ha transformado una medicina alternativa en medicina científica. Incluso, las posturas políticamente correctas han sido superadas al aceptarse el desciframiento de la escritura maya por el soviético Yuri Knórosov.

Diría el premio nobel Robert J. Shiller que un problema de la economía es que necesariamente se centra en la política y no deja de subordinarse al “irreductible elemento humano”, donde en vez de ciencia y verdad, lo que se quiere es la atención pública. Esa es la tragedia de la humanidad bondadosa que crea una estructura totalitaria: tarde o temprano será usada por aquellos que sólo buscan su beneficio personal; un enorme poder sin ley en manos de un solo hombre ante el que se someten las emociones de los científicos para dar credibilidad a la acción política.

Al final, la economía conductual no deja de ser cuantitativa, y tal vez el éxito de las empresas estatales en países como Suiza, Suecia o Noruega sea que la libertad económica es la regla y no la excepción. A medida que la economía se desarrolle, ampliará su repertorio de fuentes de evidencia, aumentará la solidez de su ciencia y los charlatanes serán desenmascarados. La política dejará de ser sólo una opinión.

agusperezr@hotmail.com


Conversando con un economista surgió el dilema de si la intervención del Estado resolvería la pobreza en México. Mi argumento principal es que los problemas producidos por los monopolios del Estado no se solucionan con más gobierno, y esto lo prueban los países que tienen mayor libertad económica que los que tienen menos. La evidencia científica, y no la opinión, prueba la verdad. Pero no lo convencí. Una cosa es estar enamorado de una idea antes de razonarla, y otra muy distinta tratar de política económica enfrentando hechos con hipótesis. Dos idiomas distintos.

Basta echar un vistazo al divorcio entre ciencia y hechos con el comunismo científico o economía marxista. Las mentes más brillantes de la era soviética fueron incapaces de desmentir los errores de un Estado improductivo por su pobreza en ciencia económica. Al contrario, en campos donde predominaban las piedras mágicas o la virtud de las hierbas, la ciencia ha transformado una medicina alternativa en medicina científica. Incluso, las posturas políticamente correctas han sido superadas al aceptarse el desciframiento de la escritura maya por el soviético Yuri Knórosov.

Diría el premio nobel Robert J. Shiller que un problema de la economía es que necesariamente se centra en la política y no deja de subordinarse al “irreductible elemento humano”, donde en vez de ciencia y verdad, lo que se quiere es la atención pública. Esa es la tragedia de la humanidad bondadosa que crea una estructura totalitaria: tarde o temprano será usada por aquellos que sólo buscan su beneficio personal; un enorme poder sin ley en manos de un solo hombre ante el que se someten las emociones de los científicos para dar credibilidad a la acción política.

Al final, la economía conductual no deja de ser cuantitativa, y tal vez el éxito de las empresas estatales en países como Suiza, Suecia o Noruega sea que la libertad económica es la regla y no la excepción. A medida que la economía se desarrolle, ampliará su repertorio de fuentes de evidencia, aumentará la solidez de su ciencia y los charlatanes serán desenmascarados. La política dejará de ser sólo una opinión.

agusperezr@hotmail.com