/ jueves 25 de enero de 2018

LA CIENCIA FORENSE DETRÁS DE IVÁN

Al contrario de lo que se creería, no en todos los casos las modernas técnicas forenses, como el conjunto de disciplinas científicas que ayudan a la policía y la justicia a determinar las circunstancias exactas de la comisión de una infracción y a identificar a sus autores, se utilizan para el explorar el pasado con la exclusiva referencia a las causas de muerte, de acuerdo a Frank Smyth, en su obra Causa de Muerte, la historia de la ciencia forense. Como ejemplo se tiene el estudio que, en su momento, haría el profesor Mikhail Gerasimov con Iván el Terrible.

 

Lo más interesante del asunto fue explicar el posible motivo para las brutales acciones de uno de los más famosos déspotas de todos los tiempos. El 23 de abril de 1935, Gerasimov era miembro de una comisión especial del ministerio soviético de Cultura que, dirigida por el profesor A. N. Smirnov, abrió el sarcófago del zar Iván IV, en la catedral del Arcángel que forma parte del Kremlin. Iván Grozni, el Terrible, llegó al principado de Moscú en 1533, cuando sólo tenía tres años y mostraba ya a tan tierna edad los aspectos sádicos de su carácter.

 

Este era el hombre cuyo cadáver deseaban investigar Gerasimov y Smirnov. La tumba de Iván estaba cubierta de bronce, seguida de una capa de yeso sobre ladrillo detrás del que se encontraba el sarcófago de piedra blanca del zar. El cuerpo yacía con los brazos cruzados sobre el pecho y estaba vestido con los polvorientos restos de un hábito de monje con algunas oraciones bordadas. Un paño puesto sobre el torso tenía una representación de la crucifixión y a lado de la cabeza se alzaba un vaso de cristal oscuro esmaltado en amarillo.

 

Con todo y que había sido un hombre de un metro noventa, hacia el final de su vida había engordado hasta alcanzar casi los cien kilos. Cuidadosamente despojado de sus ropas, el esqueleto reveló a los científicos una historia clara de sus sufrimientos. Desde muy joven los cartílagos y ligamentos de Iván habían empezado a osificarse, y todas las junturas de los huesos largos mostraban signos de inflamación. Lo anterior, llevó a la conclusión de que había sufrido poliartritis, con lo que casi todo el esqueleto mostraba señales de torsión.

 

Los análisis químicos revelaron la presencia de arsénico, que se consideró normal, pero el de mercurio resultó muy alto. Los científicos concluyeron que usaba regularmente un ungüento con base de mercurio en un intento de aliviar el dolor de sus miembros. Unido a las miserias de su enfermedad, el zar Iván había pasado, en su cincuentena, por una experiencia extremadamente dolorosa y rara con sus dientes, en la cumbre de su “reinado de terror”. Sus incisivos, caninos y premolares adultos no atravesaron sus encías hasta esta edad tardía.

 

Todo esto no excusaría el comportamiento de Iván el Terrible, pero contribuiría a explicarlo. Si de joven tenía tendencia a ser cruel y el constante dolor de su vida adulta, la costumbre de beber mucho en un esfuerzo por aliviarlo, sólo pudieron conducirle a una salvaje perversión de su ya amargado carácter. Hasta la reconstrucción de su rostro sin cabello a partir del vaciado en yeso de los delicados huesos del cráneo y el torso, daban a sus labios una expresión de disgusto, la cara dura, autoritaria, inteligente sin duda, pero cruel y desagradable. agusperezr@hotmail.com

 

Al contrario de lo que se creería, no en todos los casos las modernas técnicas forenses, como el conjunto de disciplinas científicas que ayudan a la policía y la justicia a determinar las circunstancias exactas de la comisión de una infracción y a identificar a sus autores, se utilizan para el explorar el pasado con la exclusiva referencia a las causas de muerte, de acuerdo a Frank Smyth, en su obra Causa de Muerte, la historia de la ciencia forense. Como ejemplo se tiene el estudio que, en su momento, haría el profesor Mikhail Gerasimov con Iván el Terrible.

 

Lo más interesante del asunto fue explicar el posible motivo para las brutales acciones de uno de los más famosos déspotas de todos los tiempos. El 23 de abril de 1935, Gerasimov era miembro de una comisión especial del ministerio soviético de Cultura que, dirigida por el profesor A. N. Smirnov, abrió el sarcófago del zar Iván IV, en la catedral del Arcángel que forma parte del Kremlin. Iván Grozni, el Terrible, llegó al principado de Moscú en 1533, cuando sólo tenía tres años y mostraba ya a tan tierna edad los aspectos sádicos de su carácter.

 

Este era el hombre cuyo cadáver deseaban investigar Gerasimov y Smirnov. La tumba de Iván estaba cubierta de bronce, seguida de una capa de yeso sobre ladrillo detrás del que se encontraba el sarcófago de piedra blanca del zar. El cuerpo yacía con los brazos cruzados sobre el pecho y estaba vestido con los polvorientos restos de un hábito de monje con algunas oraciones bordadas. Un paño puesto sobre el torso tenía una representación de la crucifixión y a lado de la cabeza se alzaba un vaso de cristal oscuro esmaltado en amarillo.

 

Con todo y que había sido un hombre de un metro noventa, hacia el final de su vida había engordado hasta alcanzar casi los cien kilos. Cuidadosamente despojado de sus ropas, el esqueleto reveló a los científicos una historia clara de sus sufrimientos. Desde muy joven los cartílagos y ligamentos de Iván habían empezado a osificarse, y todas las junturas de los huesos largos mostraban signos de inflamación. Lo anterior, llevó a la conclusión de que había sufrido poliartritis, con lo que casi todo el esqueleto mostraba señales de torsión.

 

Los análisis químicos revelaron la presencia de arsénico, que se consideró normal, pero el de mercurio resultó muy alto. Los científicos concluyeron que usaba regularmente un ungüento con base de mercurio en un intento de aliviar el dolor de sus miembros. Unido a las miserias de su enfermedad, el zar Iván había pasado, en su cincuentena, por una experiencia extremadamente dolorosa y rara con sus dientes, en la cumbre de su “reinado de terror”. Sus incisivos, caninos y premolares adultos no atravesaron sus encías hasta esta edad tardía.

 

Todo esto no excusaría el comportamiento de Iván el Terrible, pero contribuiría a explicarlo. Si de joven tenía tendencia a ser cruel y el constante dolor de su vida adulta, la costumbre de beber mucho en un esfuerzo por aliviarlo, sólo pudieron conducirle a una salvaje perversión de su ya amargado carácter. Hasta la reconstrucción de su rostro sin cabello a partir del vaciado en yeso de los delicados huesos del cráneo y el torso, daban a sus labios una expresión de disgusto, la cara dura, autoritaria, inteligente sin duda, pero cruel y desagradable. agusperezr@hotmail.com