/ sábado 17 de marzo de 2018

La cordialidad en las elecciones

Quien piensa que siempre tiene la razón, y que por fuerza debe uno aceptar  lo que ellos vean o sienten como la verdad, y que todos tenemos que estar de acuerdo con sus pensamientos jamás contribuirá a la cordialidad. Pero todo es parte de pertenecer a la raza humana, donde unos siempre han querido dominar a otros.

A muchos en realidad se les dificulta amar al prójimo, pero bien podrían iniciarse tratando mejor a sus amigos, si los hubiera. Llevarse bien con los demás es un arte y tiene ciertas reglas que son seguras, porque la conducta humana es hasta cierto punto predecible. Casi siempre se puede adivinar lo otros harán bajo determinadas circunstancias.  La actitud  de casi cualquier persona será diferente si le llamamos mentiroso o si le llamamos amigo. Ciertas palabras así como ciertos métodos producirán irritación en algunos.

Las barreras que hay en los corazones siempre tienen un  carácter artificial. Es muy discutible si lo que produce la afinidad es la diferencia o la semejanza de caracteres. Todo corazón humano siente una aspiración y una necesidad de ser comprendido y las barreras que separan a las persona, a las familias y los simpatizantes de partidos  son puramente artificiales, sobre todo y como ejemplo, los que quieren luchar o han luchado para frenar la corrupción y la impunidad son totalmente diferentes. Y quienes creen que un nuevo gobierno fácilmente acabará con este cáncer, y que perdonando o dando amnistía para acabar con estos problemas creará una “nueva nación” no sabe de lo que está hablando.

Para insultar a una  persona hay que pensarlo mucho, si es que se está preparado para eso.  Si lo pensamos bien, encontremos que todo ser humano sufre cuando algo lo aflige y se queja cuando algo lo hiere….o se enfurece  cuando alguien no comparte sus pensamientos. Y se desquita con las personas y no con sus ideas, siendo esto una reacción muy negativa.

Nada deleita más el alma de una persona que el comunicar sus pensamientos. En lugar de hablar constantemente  de nuestras preferencias, de nuestras opiniones, alentemos a los demás a hablar de ellos mismos no de sus preferencias políticas, sino de lo que ellos en lo personal harán para mejorar el país, sin pensar  que solo un hombre puede lograr el cambio.

Con frecuencia perdemos amistades por impugnar, no a las personas, sino lo que otros opinan o afirman como verdad; por no estar de acuerdo con lo que otros dicen, por decir que no nos simpatizan sus candidatos. Cuando se dedican a alardear de saber, cuando no tienen idea de lo que dicen; por recordarles los compromisos que hacen sus candidatos con la ciudadanía; por derribarles sus ídolos, especialmente los “políticos” y “patrióticos”;  todo esto no contribuye a la cordialidad si no estamos dispuestos a conocer un poco más profundamente lo que sucede. El secreto es darnos cuenta que no es la persona  con las que no estamos de acuerdo, sino con sus ideas.

 

 

Quien piensa que siempre tiene la razón, y que por fuerza debe uno aceptar  lo que ellos vean o sienten como la verdad, y que todos tenemos que estar de acuerdo con sus pensamientos jamás contribuirá a la cordialidad. Pero todo es parte de pertenecer a la raza humana, donde unos siempre han querido dominar a otros.

A muchos en realidad se les dificulta amar al prójimo, pero bien podrían iniciarse tratando mejor a sus amigos, si los hubiera. Llevarse bien con los demás es un arte y tiene ciertas reglas que son seguras, porque la conducta humana es hasta cierto punto predecible. Casi siempre se puede adivinar lo otros harán bajo determinadas circunstancias.  La actitud  de casi cualquier persona será diferente si le llamamos mentiroso o si le llamamos amigo. Ciertas palabras así como ciertos métodos producirán irritación en algunos.

Las barreras que hay en los corazones siempre tienen un  carácter artificial. Es muy discutible si lo que produce la afinidad es la diferencia o la semejanza de caracteres. Todo corazón humano siente una aspiración y una necesidad de ser comprendido y las barreras que separan a las persona, a las familias y los simpatizantes de partidos  son puramente artificiales, sobre todo y como ejemplo, los que quieren luchar o han luchado para frenar la corrupción y la impunidad son totalmente diferentes. Y quienes creen que un nuevo gobierno fácilmente acabará con este cáncer, y que perdonando o dando amnistía para acabar con estos problemas creará una “nueva nación” no sabe de lo que está hablando.

Para insultar a una  persona hay que pensarlo mucho, si es que se está preparado para eso.  Si lo pensamos bien, encontremos que todo ser humano sufre cuando algo lo aflige y se queja cuando algo lo hiere….o se enfurece  cuando alguien no comparte sus pensamientos. Y se desquita con las personas y no con sus ideas, siendo esto una reacción muy negativa.

Nada deleita más el alma de una persona que el comunicar sus pensamientos. En lugar de hablar constantemente  de nuestras preferencias, de nuestras opiniones, alentemos a los demás a hablar de ellos mismos no de sus preferencias políticas, sino de lo que ellos en lo personal harán para mejorar el país, sin pensar  que solo un hombre puede lograr el cambio.

Con frecuencia perdemos amistades por impugnar, no a las personas, sino lo que otros opinan o afirman como verdad; por no estar de acuerdo con lo que otros dicen, por decir que no nos simpatizan sus candidatos. Cuando se dedican a alardear de saber, cuando no tienen idea de lo que dicen; por recordarles los compromisos que hacen sus candidatos con la ciudadanía; por derribarles sus ídolos, especialmente los “políticos” y “patrióticos”;  todo esto no contribuye a la cordialidad si no estamos dispuestos a conocer un poco más profundamente lo que sucede. El secreto es darnos cuenta que no es la persona  con las que no estamos de acuerdo, sino con sus ideas.