En las dos ocasiones anteriores como en la reciente en la que obtuvo el triunfo, AMLO ha tenido como referente de su conducta política al presidente D. Benito Juárez García, y como programa de gobierno a la Cuarta Revolución de México, por estar precedida por la de Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana.
Hasta hoy tenemos un presidente virtual, al haber obtenido más de 30 millones de sufragios muy por arriba de los otros tres contendientes, en espera de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, después de haber calificado los comicios del 1 de julio, le entregue la constancia que lo acredite como presidente electo.
Aun así, vimos a un presidente virtual que no perdió tiempo para imponer su agenda al declarar que el martes 3, acompañado del presidente Enrique Peña Nieto, visitaría el Palacio Nacional; lo cual aprovechó para tomarse unas fotografías en las que señalando con el dedo índice de la mano derecha al Presidente aparece dándole órdenes.
Por supuesto, este desplante y otros tienen su origen en los resultados electorales por los cuales AMLO gana en todos los estados menos en Guanajuato; Morena obtiene la mayoría de senadores y diputados federales; 17 congresos locales, seis de nueve gubernaturas y una gran cantidad de municipios.
En cuanto al congreso federal, con 307 escaños en la Cámara Baja y 69 en el Senado, le faltarían 27 diputados y 17 senadores para alcanzar la mayoría de dos tercios necesaria para reformar la Constitución. Los faltantes podrían venir del Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano.
Aunque, dice Pablo Hiriat: Del Palacio Nacional salió un López Obrador comprometido con los grandes objetivos de la política del gobierno actual. Hasta ensalzó a Peña Nieto como un demócrata. En cuanto a la lucha contra la corrupción en el sector público es un anhelo que comparte la inmensa mayoría de los mexicanos, para lo cual contará con un fuerte apoyo.
Atacar la corrupción no implica un cambio de modelo, pues lo mismo existe en el capitalismo que en el socialismo. Simplemente es una necesidad en cualquier tipo de sociedad y en cualquier época. Por lo visto y oído ninguno de los cambios que ha adelantado son preocupantes y atañen más al estilo personal de gobernar que a un cambio radical en el rumbo tomado desde 1982.
No va a usar el avión presidencial. No se trasladará en helicóptero. No tendrá a disposición de la presidencia al Estado Mayor.
Si en la presidencia no se comporta de la manera irresponsable en que lo hizo como líder opositor a todos los cambios que hoy apoya, será un gran avance.
La pregunta final, ante este panorama, es si va a poder quedar bien con todos.
Roberto Aspiazu Estrada* dijo: “Lo deseable es que deje atrás sus pretensiones mesiánicas y sus afanes refundacionales, para ser un auténtico demócrata que se ocupe de fortalecer los balances del poder, evitando la tentación de convertirse en quien no debe ser”.
Concluimos: Si mantiene ese perfil conciliador y logra bajar algunos puntos a la pobreza y a la corrupción sin restringir libertades individuales y colectivas, será un buen presidente. De lo contario, de una Cuarta Revolución, tendremos un Cuarto Reich.
*Periodista. Presidente de la Cámara de Comercio Binacional Ecuador-México.