/ viernes 4 de diciembre de 2020

La desinformación política como pandemia para la democracia internacional

La desinformación provocada por poderes políticos y económicos siempre ha existido, no es un invento del siglo XXI, y hoy en día persiste como una pandemia contra la que hay que luchar porque ataca a los sistemas democráticos desde sus entrañas, aprovecha las redes sociales, confunde a los medios de comunicación y éstos a la población que los lee, ve y escucha.

Hay diversos tipos de desinformación, hoy quiero reflexionar brevemente sobre la provocada por gobiernos, partidos políticos y poderes económicos, que suele pretender dañar a los que considera rivales a través de la creación de mentiras, bien estructuradas, que lanzan a través de las redes sociales y de los medios de comunicación.

Aprovechan una coyuntura que tenemos desde hace años: muchos medios no invierten lo suficiente en tener profesionales especializados en comprobar, contrastar, averiguar si lo que les llega de determinadas fuentes es cierto, o no lo es. En fin, ese debería ser su trabajo cotidiano, pero desgraciadamente parece que no lo es, parece que es un extra en un mundo mediático en el que prima la inmediatez, la actualización de noticias cada diez minutos, la falta de análisis, reflexión e investigación. Una desgracia, sin lugar a dudas.

También les ha venido extremadamente bien el anonimato que permiten las redes sociales para lanzar bulos sobre un tema concreto, una y otra vez, utilizando incluso bots o usuarios fantasma, inexistentes que inflan de manera ficticia el número de entradas o de seguidores de una cuenta, logrando crear en muchas ocasiones incluso una comunidad falsa.

El investigador del Oxford Internet Institute (OII) Jonathan Bright, realizó una investigación este año 2020 en la que afirma que los medios oficiales de Rusia, China, Irán y Turquía están teniendo una enorme presencia en redes sociales gracias a una estrategia agresiva y exitosa; entre otras cosas por utilizar contenidos polémicos y emocionales mucho más y mejor que medios tradicionales.

Una operación llevada a cabo desde Rusia, y bautizada por los investigadores de Graphika, entidad especializada en analizar redes sociales, con el nombre de Infección Secundaria, se centró desde 2014 en intentar generar desestabilizaciones y polarizaciones en diversos países a través de su trabajo en redes sociales. Se vieron afectados Estados Unidos, España, Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia o Ucrania, entre otros, y sigue viva, usando unas 300 plataformas de internet para sus propósitos.

Pero Estados Unidos hizo lo mismo, sin internet, en la guerra del Golfo Pérsico de 1990-1991, en la que una coalición internacional invadió Irak por haber invadido Kuwait. En esta ocasión inventaron una historia, en la que una falsa enfermera kuwaití, Nayirah Al-Sabah, prestó falso testimonio ante el Comité de Derechos Humanos del Congreso de Estados Unidos. No era enfermera, era la hija del embajador de Kuwait en Washington. La empresa estadounidense Hill & Knowlton montó esta campaña para el gobierno de Kuwait, acusando con ese testimonio a las tropas iraquíes de sacar a numerosos bebés de las incubadoras en un hospital kuwaití, para robar las incubadoras dejándoles morir. Todo el mundo se lo creyó.

Para contrarrestar esta pandemia de la desinformación provocada, multiplicada y alienadora, hace falta tener una sociedad que cuestione lo que ve en los medios y en las redes. Y a eso todavía no hemos llegado, hay que hacer lo posible para tener una sociedad que exija calidad a los medios y que no crea todo lo que aparece en las redes. Pero poco a poco van surgiendo espacios que ayudan en esta tarea, que hacen de vigías ante esta desinformación, buscan mentiras, verifican noticias; algunos de estos medios son los siguientes: AFP Factual, Chequeado, Fact Check Explorer, Maldita, Newtral, Polígrafo o Saludsinbulos. De todos depende fortalecer la democracia combatiendo la desinformación.

La desinformación provocada por poderes políticos y económicos siempre ha existido, no es un invento del siglo XXI, y hoy en día persiste como una pandemia contra la que hay que luchar porque ataca a los sistemas democráticos desde sus entrañas, aprovecha las redes sociales, confunde a los medios de comunicación y éstos a la población que los lee, ve y escucha.

Hay diversos tipos de desinformación, hoy quiero reflexionar brevemente sobre la provocada por gobiernos, partidos políticos y poderes económicos, que suele pretender dañar a los que considera rivales a través de la creación de mentiras, bien estructuradas, que lanzan a través de las redes sociales y de los medios de comunicación.

Aprovechan una coyuntura que tenemos desde hace años: muchos medios no invierten lo suficiente en tener profesionales especializados en comprobar, contrastar, averiguar si lo que les llega de determinadas fuentes es cierto, o no lo es. En fin, ese debería ser su trabajo cotidiano, pero desgraciadamente parece que no lo es, parece que es un extra en un mundo mediático en el que prima la inmediatez, la actualización de noticias cada diez minutos, la falta de análisis, reflexión e investigación. Una desgracia, sin lugar a dudas.

También les ha venido extremadamente bien el anonimato que permiten las redes sociales para lanzar bulos sobre un tema concreto, una y otra vez, utilizando incluso bots o usuarios fantasma, inexistentes que inflan de manera ficticia el número de entradas o de seguidores de una cuenta, logrando crear en muchas ocasiones incluso una comunidad falsa.

El investigador del Oxford Internet Institute (OII) Jonathan Bright, realizó una investigación este año 2020 en la que afirma que los medios oficiales de Rusia, China, Irán y Turquía están teniendo una enorme presencia en redes sociales gracias a una estrategia agresiva y exitosa; entre otras cosas por utilizar contenidos polémicos y emocionales mucho más y mejor que medios tradicionales.

Una operación llevada a cabo desde Rusia, y bautizada por los investigadores de Graphika, entidad especializada en analizar redes sociales, con el nombre de Infección Secundaria, se centró desde 2014 en intentar generar desestabilizaciones y polarizaciones en diversos países a través de su trabajo en redes sociales. Se vieron afectados Estados Unidos, España, Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia o Ucrania, entre otros, y sigue viva, usando unas 300 plataformas de internet para sus propósitos.

Pero Estados Unidos hizo lo mismo, sin internet, en la guerra del Golfo Pérsico de 1990-1991, en la que una coalición internacional invadió Irak por haber invadido Kuwait. En esta ocasión inventaron una historia, en la que una falsa enfermera kuwaití, Nayirah Al-Sabah, prestó falso testimonio ante el Comité de Derechos Humanos del Congreso de Estados Unidos. No era enfermera, era la hija del embajador de Kuwait en Washington. La empresa estadounidense Hill & Knowlton montó esta campaña para el gobierno de Kuwait, acusando con ese testimonio a las tropas iraquíes de sacar a numerosos bebés de las incubadoras en un hospital kuwaití, para robar las incubadoras dejándoles morir. Todo el mundo se lo creyó.

Para contrarrestar esta pandemia de la desinformación provocada, multiplicada y alienadora, hace falta tener una sociedad que cuestione lo que ve en los medios y en las redes. Y a eso todavía no hemos llegado, hay que hacer lo posible para tener una sociedad que exija calidad a los medios y que no crea todo lo que aparece en las redes. Pero poco a poco van surgiendo espacios que ayudan en esta tarea, que hacen de vigías ante esta desinformación, buscan mentiras, verifican noticias; algunos de estos medios son los siguientes: AFP Factual, Chequeado, Fact Check Explorer, Maldita, Newtral, Polígrafo o Saludsinbulos. De todos depende fortalecer la democracia combatiendo la desinformación.