/ viernes 26 de marzo de 2021

La educación y la libertad

El mundo es complejo, el ser humano es complejo. Con esta premisa fundamental, la misión educativa enfrenta un gran reto en el siglo XXI. La formación de personas -en su ser, en su actuar y en su pensar- se ha convertido en el desafío mayor para la sociedad.

¿Qué ser humano necesitamos formar? ¿Para qué? ¿Por qué? Son preguntas que se están atendiendo en el campo educativo, en el cual participan actores con especialidades diversas, construyendo enfoques multidisciplinarios.

El ser humano es complejo, así que intervenir en su formación no es una misión sencilla que se vaya a cumplir con el seguimiento de un manual de programación. El ser humano es libertad, ante todo, y debe ser formado desde y para esa libertad.

Necesitamos formar seres humanos libres, para que ejerzan su libertad, porque esa libertad es su justificación de ser, de estar aquí, viviendo y decidiendo con responsabilidad, construyendo su vida y su relación con los demás seres.

El mundo es complejo, y en él los individuos se están autodefiniendo constantemente, realizándose como personas. Los seres humanos son vidas realizándose con libertad, tomando cotidianamente decisiones, asumiendo su responsabilidad por ello.

Cada persona se autodefine cuando ella misma determina cómo ha de ser, cómo va a vivir, es decir, ejerciendo su libertad, su autodeterminación. La tarea educativa debiera orientarse por este hecho radical: somos libres y hay que aprender a vivir libremente.

Todo sistema educativo del nuevo milenio debe estimar la enseñanza desde y para la libertad de los individuos. Así, la sociedad contará con individuos menos dóciles y manipulables, seres con más autonomía y responsabilidad.

Las personas educadas son leales a su ser, auténticas, libres. Las personas con educación actúan con autonomía y madurez, comprometidas con proyectos individuales y sociales; saben que el bien privado y el bien público son compatibles.

Las personas educadas piensan, tienen ideas y las discuten anteponiendo la lógica y valorando la verdad de las proposiciones que sostienen; la razón es una herramienta, pero se es consciente de sus límites y dentro de ellos se respetan sus reglas.

La educación del siglo XXI tendrá que enseñar a vivir sobre la pista de la libertad, reconociéndola, valorándola y defendiéndola, porque se trata, ante todo, de un Derecho Humano, el derecho que debe guiar toda tarea formativa.

También hay que poner el acento en la formación emocional y valoral, en las relaciones interpersonales y el respeto a la naturaleza, en la creatividad y la solidaridad, entre otros tantos aspectos. Hay mucho más que la gramática y la matemática. La educación tiene que ser integral.

Con tantos objetivos que se plantea la educación, el mejor producto de ella son los seres libres y responsables.

El mundo es complejo, el ser humano es complejo. Con esta premisa fundamental, la misión educativa enfrenta un gran reto en el siglo XXI. La formación de personas -en su ser, en su actuar y en su pensar- se ha convertido en el desafío mayor para la sociedad.

¿Qué ser humano necesitamos formar? ¿Para qué? ¿Por qué? Son preguntas que se están atendiendo en el campo educativo, en el cual participan actores con especialidades diversas, construyendo enfoques multidisciplinarios.

El ser humano es complejo, así que intervenir en su formación no es una misión sencilla que se vaya a cumplir con el seguimiento de un manual de programación. El ser humano es libertad, ante todo, y debe ser formado desde y para esa libertad.

Necesitamos formar seres humanos libres, para que ejerzan su libertad, porque esa libertad es su justificación de ser, de estar aquí, viviendo y decidiendo con responsabilidad, construyendo su vida y su relación con los demás seres.

El mundo es complejo, y en él los individuos se están autodefiniendo constantemente, realizándose como personas. Los seres humanos son vidas realizándose con libertad, tomando cotidianamente decisiones, asumiendo su responsabilidad por ello.

Cada persona se autodefine cuando ella misma determina cómo ha de ser, cómo va a vivir, es decir, ejerciendo su libertad, su autodeterminación. La tarea educativa debiera orientarse por este hecho radical: somos libres y hay que aprender a vivir libremente.

Todo sistema educativo del nuevo milenio debe estimar la enseñanza desde y para la libertad de los individuos. Así, la sociedad contará con individuos menos dóciles y manipulables, seres con más autonomía y responsabilidad.

Las personas educadas son leales a su ser, auténticas, libres. Las personas con educación actúan con autonomía y madurez, comprometidas con proyectos individuales y sociales; saben que el bien privado y el bien público son compatibles.

Las personas educadas piensan, tienen ideas y las discuten anteponiendo la lógica y valorando la verdad de las proposiciones que sostienen; la razón es una herramienta, pero se es consciente de sus límites y dentro de ellos se respetan sus reglas.

La educación del siglo XXI tendrá que enseñar a vivir sobre la pista de la libertad, reconociéndola, valorándola y defendiéndola, porque se trata, ante todo, de un Derecho Humano, el derecho que debe guiar toda tarea formativa.

También hay que poner el acento en la formación emocional y valoral, en las relaciones interpersonales y el respeto a la naturaleza, en la creatividad y la solidaridad, entre otros tantos aspectos. Hay mucho más que la gramática y la matemática. La educación tiene que ser integral.

Con tantos objetivos que se plantea la educación, el mejor producto de ella son los seres libres y responsables.