/ miércoles 2 de diciembre de 2020

"La eliminación del outsourcing"

Podemos concluir de acuerdo a la evidencia histórica, que el mercado se comporta como un ser vivo y que como tal, nace, crece y se reproduce. Como todo ser vivo enfrenta y resuelve todo aquello que pudiera evitar su desarrollo y crecimiento. A veces parecerá que ha sido vencido; pero si algo nos ha enseñado la historia, es que siempre, como ave fénix resurge desde las cenizas.

En una economía abierta cuando hay rigideces en el mercado y decisiones de las autoridades que impiden el libre flujo de las mercancías entre los agentes económicos privados, el mercado siempre encuentra la forma de satisfacer esas necesidades y que pueden ser incluso violatorias de la ley, por ejemplo un concepto muy conocido en el México: la fayuca.

Quien vivió en las épocas anteriores a la apertura de México al comercio internacional en 1987 recordará esas rigideces del mercado que se dieron de manera importante y que moldeó de manera importante la forma de vivir de grandes sectores de la población del país. Estas camisas de fuerza para el comercio que inhibían la libertad de los ciudadanos para satisfacer sus necesidades materiales mediante la utilización de la habitual “mordida”, en la cual estaban involucrados todos los niveles de gobierno.

Esto viene a colación debido a que el Ejecutivo envió a la Cámara de Diputados una iniciativa para acabar con las empresas dedicadas al outsourcing o subrogación de empleo.

El outsourcing cumple una necesidad que enfrentan las empresas ante las camisa de fuerza que les impone la Ley Federal del Trabajo, que es la ley reglamentaria del artículo 123 de la constitución mexicana. Una ley que fue diseñada para una economía cerrada del siglo pasado, pero que no es ya una ley positiva para la función del mercado abierto actual. Por ejemplo, permite a las empresas contratar empleados por horas, lo que la ley no permite. No es posible obligar a una empresa a contratar a una persona por tres meses y luego obligarlo a despedirlo con tres meses y 20 días de indemnización. Aquí es donde cumple su función el outsourcing.

De 54 millones de la Población Económica Activa menos de 20 millones están inscritos en el Seguro Social y de estos, casi 5 millones son contrataciones subrogadas por el outsourcing. Esta estadística nos indica que existen rigideces en el mercado laboral, los cuales inhiben la productividad de las empresas mexicanas en el mercado global. Y no debemos olvidar que en nuestro país la informalidad es del 60% o más.

En vez de buscar eliminar obstáculos como el facilitar la contratación para poder supervisar de manera más fácil a las empresas que provean ese servicio de manera legal, lo que se busca es acabarlas. Alegando como factor justificante el que existen empresas de outsourcing que operan fuera de la ley, algunas conocidas como “factureras”, y en cuanto a ellas no se presenta estrategia alguna para combatirlas. Pero como la táctica empleada en el aeropuerto de Texcoco, si hay corrupción dentro del sistema se debe acabar con todo.

Queda una pregunta final: ¿En cuánto tiempo encontrará el mercado una solución alterna?


Podemos concluir de acuerdo a la evidencia histórica, que el mercado se comporta como un ser vivo y que como tal, nace, crece y se reproduce. Como todo ser vivo enfrenta y resuelve todo aquello que pudiera evitar su desarrollo y crecimiento. A veces parecerá que ha sido vencido; pero si algo nos ha enseñado la historia, es que siempre, como ave fénix resurge desde las cenizas.

En una economía abierta cuando hay rigideces en el mercado y decisiones de las autoridades que impiden el libre flujo de las mercancías entre los agentes económicos privados, el mercado siempre encuentra la forma de satisfacer esas necesidades y que pueden ser incluso violatorias de la ley, por ejemplo un concepto muy conocido en el México: la fayuca.

Quien vivió en las épocas anteriores a la apertura de México al comercio internacional en 1987 recordará esas rigideces del mercado que se dieron de manera importante y que moldeó de manera importante la forma de vivir de grandes sectores de la población del país. Estas camisas de fuerza para el comercio que inhibían la libertad de los ciudadanos para satisfacer sus necesidades materiales mediante la utilización de la habitual “mordida”, en la cual estaban involucrados todos los niveles de gobierno.

Esto viene a colación debido a que el Ejecutivo envió a la Cámara de Diputados una iniciativa para acabar con las empresas dedicadas al outsourcing o subrogación de empleo.

El outsourcing cumple una necesidad que enfrentan las empresas ante las camisa de fuerza que les impone la Ley Federal del Trabajo, que es la ley reglamentaria del artículo 123 de la constitución mexicana. Una ley que fue diseñada para una economía cerrada del siglo pasado, pero que no es ya una ley positiva para la función del mercado abierto actual. Por ejemplo, permite a las empresas contratar empleados por horas, lo que la ley no permite. No es posible obligar a una empresa a contratar a una persona por tres meses y luego obligarlo a despedirlo con tres meses y 20 días de indemnización. Aquí es donde cumple su función el outsourcing.

De 54 millones de la Población Económica Activa menos de 20 millones están inscritos en el Seguro Social y de estos, casi 5 millones son contrataciones subrogadas por el outsourcing. Esta estadística nos indica que existen rigideces en el mercado laboral, los cuales inhiben la productividad de las empresas mexicanas en el mercado global. Y no debemos olvidar que en nuestro país la informalidad es del 60% o más.

En vez de buscar eliminar obstáculos como el facilitar la contratación para poder supervisar de manera más fácil a las empresas que provean ese servicio de manera legal, lo que se busca es acabarlas. Alegando como factor justificante el que existen empresas de outsourcing que operan fuera de la ley, algunas conocidas como “factureras”, y en cuanto a ellas no se presenta estrategia alguna para combatirlas. Pero como la táctica empleada en el aeropuerto de Texcoco, si hay corrupción dentro del sistema se debe acabar con todo.

Queda una pregunta final: ¿En cuánto tiempo encontrará el mercado una solución alterna?