/ jueves 9 de abril de 2020

La emergencia sanitaria y la paralización comunitaria

La SSA decretó el estado de emergencia sanitaria en todo el país a partir del 31 de marzo hasta el 30 de abril del presente año para evitar la propagación del Covid-19.

Las medidas tomadas por haber entrado en la fase 2 de la pandemia implican la suspensión de las actividades que no son necesarias, como las de sustento y la medicación. De hecho, es una paralización de la mayoría de las actividades sociales y económicas lo que desde luego ocasionará efectos negativos en la vida cotidiana de todos los mexicanos.

El alto costo que pagará el país será para empezar la pérdida de vidas humanas, las que aún no son predecibles debido a que el Gobierno no ha informado adecuadamente del número real de fallecimientos ocasionados por el coronavirus.

La cantidad de muertes por neumonía atípica ha crecido sin que se pueda definir si fueron por causa del Covid-19 o por otros factores, ya que a casi a todos los pacientes no se les aplica aún la prueba.

La escasez de diagnósticos también no permite tener una visión más objetiva de cuántos contagiados existen en el país y en qué regiones para aplicar un aislamiento más efectivo que impida su propagación.

En Corea del Sur no implementaron medidas de aislamiento tan drásticas como en China y fueron menores que las utilizadas ahora en países europeos, ya que se apoyaron más en la prevención basada en pruebas rápidas y un seguimiento riguroso de los afectados.

Por consiguiente, el mandar a los mexicanos a sus casas si bien disminuye la curva de contagios, pues evita un acelerado crecimiento que podría colapsar a los de por sí deficientes centros de salud, no impide por sí misma que continúe la diseminación del coronavirus, pues sus portadores ignoran que lo tienen y continúan transmitiéndolo a sus contactos cercanos.

Por otra parte, además de los trastornos psicológicos y sociales por el encierro obligatorio, la cuarentena ocasionará un declive (si es que no una caída) de la economía nacional. Los vaticinios para este año son de que habrá un decrecimiento del PIB de 4 a 8 puntos.

Los efectos a las dos semanas de paralización ya son notorios, sobre todo en los sectores de la economía informal y las Pymes, aunque también ha golpeado a las grandes empresas que empiezan a desocupar empleados y lo seguirán haciendo a medida que continúe la cuarentena.

El país, a diferencia de lo reiterado por las autoridades, no está preparado para enfrentar una contingencia de esta magnitud que, de acuerdo con la ONU, ya afecta a más de 208 países.

La usual ineficiencia y falta de previsión del sector público está aflorando sobre todo en el sistema más necesario y menos fortalecido, el de la salud. El contagio de 32 empleados del hospital del IMSS en Monclova es un claro ejemplo de que no se han proporcionado los materiales necesarios al personal, sobre todo a médicos y enfermeras, para no ser también contagiados por los enfermos.

Por ello lo más saludable es que nuestros políticos también entraran en cuarentena, empezando por el presidente López Obrador, para que la demagogia y las posverdades fueran dejadas a un lado y se informara verazmente a la población en lugar de continuar desorientándola con falsas esperanzas, así como con falaces argumentos supuestamente fundamentados en “otros datos”.

La cuarentena es un mal necesario, pero se requieren de más medidas preventivas como el uso de tapabocas y sobre todo de pruebas de diagnóstico. La emergencia sanitaria podría extenderse hasta los dos siguientes meses, por lo que debemos estar preparados psicológicamente para superar el mayor reto al que nos hemos enfrentado los mexicanos en este siglo.


La SSA decretó el estado de emergencia sanitaria en todo el país a partir del 31 de marzo hasta el 30 de abril del presente año para evitar la propagación del Covid-19.

Las medidas tomadas por haber entrado en la fase 2 de la pandemia implican la suspensión de las actividades que no son necesarias, como las de sustento y la medicación. De hecho, es una paralización de la mayoría de las actividades sociales y económicas lo que desde luego ocasionará efectos negativos en la vida cotidiana de todos los mexicanos.

El alto costo que pagará el país será para empezar la pérdida de vidas humanas, las que aún no son predecibles debido a que el Gobierno no ha informado adecuadamente del número real de fallecimientos ocasionados por el coronavirus.

La cantidad de muertes por neumonía atípica ha crecido sin que se pueda definir si fueron por causa del Covid-19 o por otros factores, ya que a casi a todos los pacientes no se les aplica aún la prueba.

La escasez de diagnósticos también no permite tener una visión más objetiva de cuántos contagiados existen en el país y en qué regiones para aplicar un aislamiento más efectivo que impida su propagación.

En Corea del Sur no implementaron medidas de aislamiento tan drásticas como en China y fueron menores que las utilizadas ahora en países europeos, ya que se apoyaron más en la prevención basada en pruebas rápidas y un seguimiento riguroso de los afectados.

Por consiguiente, el mandar a los mexicanos a sus casas si bien disminuye la curva de contagios, pues evita un acelerado crecimiento que podría colapsar a los de por sí deficientes centros de salud, no impide por sí misma que continúe la diseminación del coronavirus, pues sus portadores ignoran que lo tienen y continúan transmitiéndolo a sus contactos cercanos.

Por otra parte, además de los trastornos psicológicos y sociales por el encierro obligatorio, la cuarentena ocasionará un declive (si es que no una caída) de la economía nacional. Los vaticinios para este año son de que habrá un decrecimiento del PIB de 4 a 8 puntos.

Los efectos a las dos semanas de paralización ya son notorios, sobre todo en los sectores de la economía informal y las Pymes, aunque también ha golpeado a las grandes empresas que empiezan a desocupar empleados y lo seguirán haciendo a medida que continúe la cuarentena.

El país, a diferencia de lo reiterado por las autoridades, no está preparado para enfrentar una contingencia de esta magnitud que, de acuerdo con la ONU, ya afecta a más de 208 países.

La usual ineficiencia y falta de previsión del sector público está aflorando sobre todo en el sistema más necesario y menos fortalecido, el de la salud. El contagio de 32 empleados del hospital del IMSS en Monclova es un claro ejemplo de que no se han proporcionado los materiales necesarios al personal, sobre todo a médicos y enfermeras, para no ser también contagiados por los enfermos.

Por ello lo más saludable es que nuestros políticos también entraran en cuarentena, empezando por el presidente López Obrador, para que la demagogia y las posverdades fueran dejadas a un lado y se informara verazmente a la población en lugar de continuar desorientándola con falsas esperanzas, así como con falaces argumentos supuestamente fundamentados en “otros datos”.

La cuarentena es un mal necesario, pero se requieren de más medidas preventivas como el uso de tapabocas y sobre todo de pruebas de diagnóstico. La emergencia sanitaria podría extenderse hasta los dos siguientes meses, por lo que debemos estar preparados psicológicamente para superar el mayor reto al que nos hemos enfrentado los mexicanos en este siglo.