/ jueves 7 de diciembre de 2017

La escritura de Jane Austen

En la época de Jane Austen las mujeres contaban con nutrida representación, no sólo entre las lectoras, sino también entre las autoras de novelas de terror. Al respecto, el sexo llamado “débil” no resultó ser especialmente melindroso. Uno de los mayores éxitos de venta de este género fue “Los misterios de Udolfo”, de Ann Radcliffe, publicado en 1794. El libro impresionó de tal modo a Jane Austen que lo convirtió en la lectura preferida de Catherine, su heroína en “La abadía de Northanger”, como una parodia de la expectación que generaba la novela gótica.

No se hablaba de misterios asombrosos o de ser víctimas de conspiraciones. Los horrores del mundo moderno son de naturaleza muy distinta. Tiene que ver con cuestiones de dinero, con la autoridad mal entendida y el abuso de confianza. Jane Austen conseguía la mayoría de las novelas en el círculo familiar, con su hermana o sola, en librerías con servicio de préstamo, que en Inglaterra ya existían unos cientos en torno al 1790. A diferencia de los pujantes clubes de lectura más masculinos, las librerías de préstamo estaban abiertas a todo sexo o clase social.

 La publicación de las novelas de Jane Austen no tuvo que enfrentarse a una gran resistencia, sino que más bien, respondió a una tendencia. Si en las bibliotecas y las librerías en Inglaterra las novelas constituían hasta una tercera parte de los títulos disponibles, en las provincias ese porcentaje ascendía a un setenta por ciento o más, que eventualmente eran escritas por mujeres y pensadas en primer término para mujeres, con protagonistas y argumentos femeninos, y con las que, incluso, cosecharon algunos triunfos, aunque apenas se tomara nota.

 El camino que Jane Austen recorre para ser escritora empieza con las comedias y los sainetes que escribía y se representaban en familia. Pronto se vuelca en el género de la novela epistolar. Amor y amistad, una obra escrita con quince años, parodia de un modo extremadamente cómico los asuntos y argumentos de las novelas de Samuel Richarson y también “Werther”, de Goethe. Para Jane no sólo es derramar lágrimas con las novelas sentimentales o tener miedo con las historias de terror. Hace lo propio y va más allá.

 En vez de que un libro le diga cómo tiene que ser una vida o el amor, reviste lo leído con ironía, burla y mordacidad. El criterio por el que se rige es lo que percibe en su entorno familiar como vida normal, vivida de verdad. En esto, Jane Austen, que con dieciséis años lee a Mary Wollstonecraft, resulta ser una buena alumna. Aunque no luche por la independencia social y sexual de la mujer, probablemente sí lo haga por la independencia de la mujer como lectora. La Jane Austen escritora es una lectora crítica de las obras que lee, apegada a lo cómico.

 Por otra parte, al ser una mujer joven, ajusta cuentas casi de manera despiadada con la literatura de su tiempo. No sintiéndose satisfecha con el género de novela epistolar, enreda a sus personajes con diálogos chispeantes y vivaces, y se distingue por incluir una narradora más o menos omnisciente cuyos conocimientos, sin embargo, siempre se limitan a los de la heroína, haciendo que el lector participe y sea el que actúe y reaccione, ame y sufra. Las novelas de Jane Austen son poesía didáctica de la empatía.

agusperezr@hotmail.com

 

En la época de Jane Austen las mujeres contaban con nutrida representación, no sólo entre las lectoras, sino también entre las autoras de novelas de terror. Al respecto, el sexo llamado “débil” no resultó ser especialmente melindroso. Uno de los mayores éxitos de venta de este género fue “Los misterios de Udolfo”, de Ann Radcliffe, publicado en 1794. El libro impresionó de tal modo a Jane Austen que lo convirtió en la lectura preferida de Catherine, su heroína en “La abadía de Northanger”, como una parodia de la expectación que generaba la novela gótica.

No se hablaba de misterios asombrosos o de ser víctimas de conspiraciones. Los horrores del mundo moderno son de naturaleza muy distinta. Tiene que ver con cuestiones de dinero, con la autoridad mal entendida y el abuso de confianza. Jane Austen conseguía la mayoría de las novelas en el círculo familiar, con su hermana o sola, en librerías con servicio de préstamo, que en Inglaterra ya existían unos cientos en torno al 1790. A diferencia de los pujantes clubes de lectura más masculinos, las librerías de préstamo estaban abiertas a todo sexo o clase social.

 La publicación de las novelas de Jane Austen no tuvo que enfrentarse a una gran resistencia, sino que más bien, respondió a una tendencia. Si en las bibliotecas y las librerías en Inglaterra las novelas constituían hasta una tercera parte de los títulos disponibles, en las provincias ese porcentaje ascendía a un setenta por ciento o más, que eventualmente eran escritas por mujeres y pensadas en primer término para mujeres, con protagonistas y argumentos femeninos, y con las que, incluso, cosecharon algunos triunfos, aunque apenas se tomara nota.

 El camino que Jane Austen recorre para ser escritora empieza con las comedias y los sainetes que escribía y se representaban en familia. Pronto se vuelca en el género de la novela epistolar. Amor y amistad, una obra escrita con quince años, parodia de un modo extremadamente cómico los asuntos y argumentos de las novelas de Samuel Richarson y también “Werther”, de Goethe. Para Jane no sólo es derramar lágrimas con las novelas sentimentales o tener miedo con las historias de terror. Hace lo propio y va más allá.

 En vez de que un libro le diga cómo tiene que ser una vida o el amor, reviste lo leído con ironía, burla y mordacidad. El criterio por el que se rige es lo que percibe en su entorno familiar como vida normal, vivida de verdad. En esto, Jane Austen, que con dieciséis años lee a Mary Wollstonecraft, resulta ser una buena alumna. Aunque no luche por la independencia social y sexual de la mujer, probablemente sí lo haga por la independencia de la mujer como lectora. La Jane Austen escritora es una lectora crítica de las obras que lee, apegada a lo cómico.

 Por otra parte, al ser una mujer joven, ajusta cuentas casi de manera despiadada con la literatura de su tiempo. No sintiéndose satisfecha con el género de novela epistolar, enreda a sus personajes con diálogos chispeantes y vivaces, y se distingue por incluir una narradora más o menos omnisciente cuyos conocimientos, sin embargo, siempre se limitan a los de la heroína, haciendo que el lector participe y sea el que actúe y reaccione, ame y sufra. Las novelas de Jane Austen son poesía didáctica de la empatía.

agusperezr@hotmail.com