/ lunes 8 de marzo de 2021

La ética en la política

Albert Einstein dijo en alguna ocasión que la imaginación es la parte más importante de nuestra inteligencia, y luego agregó: “Hay además una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica y esa fuerza es la voluntad de los hombres”.

La imaginación nos hace soñar y la voluntad nos da la capacidad de transformar las cosas más allá de lo que podemos imaginar, nos hace realizar verdaderas hazañas de las cuales no nos sabíamos capaces ni en nuestros sueños. Esta capacidad que tenemos los seres humanos de imaginar, además de tender libre y conscientemente hacia nuestros fines (que es como Emanuel Kant definió a la voluntad), es nuestro atributo más importante; es decir, aún más que la inteligencia y la capacidad de discernir, han sido la voluntad y la imaginación las que nos han distinguido como especie en nuestro planeta desde hace miles de años.

Sin embargo, ¿hemos aprovechado nuestras capacidades y "poderes especiales" exclusivamente para el bien de nosotros mismos? Desgraciadamente no ha sido así. Nuestra imaginación y voluntad, aun cuando nos han dado sobradas muestras de ser instrumentos capaces para lograr grandes cosas, han sido usadas con demasiada frecuencia en la historia de la humanidad, en servicio del egoísmo irresponsable y hasta criminal de unos cuantos en perjuicio de muchos. Y así es que, como resultado de esto, vivimos hoy en el mundo y particularmente en nuestra patria, momentos muy difíciles, por no haber sabido hacer buen uso colectivamente de nuestros talentos.

Si queremos que todo cambie, no podemos pretender continuar haciendo lo mismo y eso significa que estamos obligados a ver con claridad los errores del pasado y aprender de ellos para no repetirlos. Tenemos la magnífica oportunidad de actuar de forma distinta y de no abandonar jamás nuestras ilusiones ni traicionar nuestros principios.

Nos toca ahora mantener la esperanza de un cambio transformador, ahí donde muchos han fallado: en la ética.

La ética es, en pocas palabras, la capacidad que tenemos todos para obrar correctamente, conforme a nuestra conciencia y a nuestros valores humanos intrínsecos y universales. Y en política la entendemos específicamente, como el trabajar por una nación incluyente, pluricultural y diversa, combatiendo las desigualdades, respetando las libertades constitucionales y eliminando toda forma de opresión y explotación. Todos somos capaces, al menos en un principio, de darnos cuenta y de saber, en cada ocasión, cuando estamos haciendo lo debido y cuando no.


Es simplemente que el obrar bien y de acuerdo con nuestra conciencia, en muchas ocasiones no nos facilita las cosas y como nos hemos ido acostumbrando al mínimo esfuerzo y a la comodidad a cualquier precio, comenzamos por convencernos a nosotros mismos de que no hay problema alguno en actuar de tal o cual forma, aun sabiendo siempre en el fondo que estamos mal, que estamos lastimando a otros, o lo que es igual de malo, a nosotros mismos. Y así, de tanto ignorarla, acabamos por perder la conciencia y con ella nuestros principios y eventualmente nuestra dignidad.

Hace miles de años Aristóteles le enseñaba a su hijo con palabras elocuentes: "Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder”. Y Jacinto Benavente, el dramaturgo español, hace cien años puso en boca de su famoso personaje Crispín, estas otras: “El entendimiento es la conciencia de la verdad, y quien llega a perderla entre las mentiras de su vida, ya no la recuperará y terminará siendo él mismo una mentira”.

Imaginación, voluntad y ética son sin ninguna duda los tres potenciales más nobles del ser humano. Los que nos han dado siempre los mejores resultados y cuya ausencia nos ha traído invariablemente las más tristes consecuencias.

En estas próximas elecciones, en el ejercicio de nuestros derechos políticos y ciudadanos, estamos mínimamente obligados a realizar un análisis ético de los perfiles tanto de los partidos como de los candidatos en contienda. Realizar una diferenciación ética entendiendo que el gran obstáculo para la transformación de México es la corrupción.

Lograr establecer colectivamente un filtro ético en la elección de representantes populares reivindicará en la gente el control del aparato político, evitará los abusos del poder y fortalecerá nuestra independencia y soberanía nacional.

No podemos permitirnos nunca la debilidad de actitud que, como dijo Einstein, pronto se convierte en debilidad de carácter.

En palabras del poeta William Henley: “…no importa cuán estrecha sea la puerta o cuán cargado de obstáculos esté el camino, ustedes son los amos de su destino: son los capitanes de su propia alma”.

Albert Einstein dijo en alguna ocasión que la imaginación es la parte más importante de nuestra inteligencia, y luego agregó: “Hay además una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica y esa fuerza es la voluntad de los hombres”.

La imaginación nos hace soñar y la voluntad nos da la capacidad de transformar las cosas más allá de lo que podemos imaginar, nos hace realizar verdaderas hazañas de las cuales no nos sabíamos capaces ni en nuestros sueños. Esta capacidad que tenemos los seres humanos de imaginar, además de tender libre y conscientemente hacia nuestros fines (que es como Emanuel Kant definió a la voluntad), es nuestro atributo más importante; es decir, aún más que la inteligencia y la capacidad de discernir, han sido la voluntad y la imaginación las que nos han distinguido como especie en nuestro planeta desde hace miles de años.

Sin embargo, ¿hemos aprovechado nuestras capacidades y "poderes especiales" exclusivamente para el bien de nosotros mismos? Desgraciadamente no ha sido así. Nuestra imaginación y voluntad, aun cuando nos han dado sobradas muestras de ser instrumentos capaces para lograr grandes cosas, han sido usadas con demasiada frecuencia en la historia de la humanidad, en servicio del egoísmo irresponsable y hasta criminal de unos cuantos en perjuicio de muchos. Y así es que, como resultado de esto, vivimos hoy en el mundo y particularmente en nuestra patria, momentos muy difíciles, por no haber sabido hacer buen uso colectivamente de nuestros talentos.

Si queremos que todo cambie, no podemos pretender continuar haciendo lo mismo y eso significa que estamos obligados a ver con claridad los errores del pasado y aprender de ellos para no repetirlos. Tenemos la magnífica oportunidad de actuar de forma distinta y de no abandonar jamás nuestras ilusiones ni traicionar nuestros principios.

Nos toca ahora mantener la esperanza de un cambio transformador, ahí donde muchos han fallado: en la ética.

La ética es, en pocas palabras, la capacidad que tenemos todos para obrar correctamente, conforme a nuestra conciencia y a nuestros valores humanos intrínsecos y universales. Y en política la entendemos específicamente, como el trabajar por una nación incluyente, pluricultural y diversa, combatiendo las desigualdades, respetando las libertades constitucionales y eliminando toda forma de opresión y explotación. Todos somos capaces, al menos en un principio, de darnos cuenta y de saber, en cada ocasión, cuando estamos haciendo lo debido y cuando no.


Es simplemente que el obrar bien y de acuerdo con nuestra conciencia, en muchas ocasiones no nos facilita las cosas y como nos hemos ido acostumbrando al mínimo esfuerzo y a la comodidad a cualquier precio, comenzamos por convencernos a nosotros mismos de que no hay problema alguno en actuar de tal o cual forma, aun sabiendo siempre en el fondo que estamos mal, que estamos lastimando a otros, o lo que es igual de malo, a nosotros mismos. Y así, de tanto ignorarla, acabamos por perder la conciencia y con ella nuestros principios y eventualmente nuestra dignidad.

Hace miles de años Aristóteles le enseñaba a su hijo con palabras elocuentes: "Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder”. Y Jacinto Benavente, el dramaturgo español, hace cien años puso en boca de su famoso personaje Crispín, estas otras: “El entendimiento es la conciencia de la verdad, y quien llega a perderla entre las mentiras de su vida, ya no la recuperará y terminará siendo él mismo una mentira”.

Imaginación, voluntad y ética son sin ninguna duda los tres potenciales más nobles del ser humano. Los que nos han dado siempre los mejores resultados y cuya ausencia nos ha traído invariablemente las más tristes consecuencias.

En estas próximas elecciones, en el ejercicio de nuestros derechos políticos y ciudadanos, estamos mínimamente obligados a realizar un análisis ético de los perfiles tanto de los partidos como de los candidatos en contienda. Realizar una diferenciación ética entendiendo que el gran obstáculo para la transformación de México es la corrupción.

Lograr establecer colectivamente un filtro ético en la elección de representantes populares reivindicará en la gente el control del aparato político, evitará los abusos del poder y fortalecerá nuestra independencia y soberanía nacional.

No podemos permitirnos nunca la debilidad de actitud que, como dijo Einstein, pronto se convierte en debilidad de carácter.

En palabras del poeta William Henley: “…no importa cuán estrecha sea la puerta o cuán cargado de obstáculos esté el camino, ustedes son los amos de su destino: son los capitanes de su propia alma”.