/ miércoles 30 de septiembre de 2020

La gringa y don Gervasio

El mes de marzo pasado a la edad de 93 años murió mi mamá, y este 27 de septiembre mi papá se despidió del mundo, un día después de cumplir 96 años. Vivieron largas vidas con pocos contratiempos en el tema de la salud, gracias a Dios.

La gringa era ocurrente y ágil para bromear, con sarcasmo se reía de las situaciones, y se hizo famosa por sus chistes y dichos, sobre todo el de “Viva con él”. Don Gervasio tenía otro estilo, sus comentarios muchas veces no tenían la finalidad de chascarrillo, pero resultaban graciosísimos en la seriedad que los decía.

Cuando murió mi mamá, empezaban apenas las restricciones de la pandemia, así que tuvimos el regalo de recibir a personas queridas en el sepelio, y ahí donde la gringa yacía en paz vestida de mexicana, nos reímos de sus tantas ocurrencias, con carcajadas que quizá hubiesen parecido inadecuadas, pero sé con certeza que ella palomearía vernos celebrando sus ingeniosidades.

Con mi papá nos toca vivir su despedida en estos momentos raros de apartamiento, estaremos sólo la familia, y lástima, porque con lo sociable que él era, hubiera preferido una muchedumbre diciéndole adiós.

En los últimos años el deseo de los dos era irse juntos, tanto al uno como al otro les daba tristeza pensar en quién se adelantaría y la suerte que correría el que se quedara. Incluso mi mamá sugirió en una de sus tantas bromas, que los dos se tomaran una pastillita que los durmiera juntos para siempre, y mi papá le contestaba: Está bien, pero tú te la tomas primero.

Hace unos años decidieron hacer una carta notariada donde dejaban bien claro que no se les llevara al hospital por ningún motivo, y así fue, se les cuidó con supervisión médica y dejaron que la naturaleza marcara el destino.

Tengo mucho que agradecerles a los dos, su partida sin duda duele porque el hueco de su ausencia marca mi vida en muchos sentidos, pero doy gracias por todos esos años que estuvieron como grandes maestros de vida.

El recuerdo de mis papás vivirá en mi corazón siempre, soy parte de ellos, y así como en mí tengo latiendo a mis ancestros sin la conciencia de ello, hoy hago válido ese eslabón que me une a lo que fue, a lo que es y a lo que viene, no desaparecemos, simplemente nos fundimos en el círculo de la vida con una presencia sutil que perdura. Celebro la autenticidad, la tenacidad y el ingenio de mi mamá. Doy gracias por un papá trabajador lleno de alegría, bondad y buen carácter. Aplaudo la creatividad de la gringa y la entereza de don Gervasio. Doy gracias por lo que fueron y por haber sido parte de su historia, hoy abrazo su esencia y despidiendo los cuerpos, celebro sus mentes y espíritus que colaboraron a tejer situaciones únicas e irrepetibles, hoy les digo adiós y doy la bienvenida a su legado.

La muerte se presenta definitiva una vez más, y me hace pensar en la mía, por eso antes de irme de este mundo me urge disfrutar la vida, la salud y compartir plenamente con esas personas maravillosas que son parte de mi existir.

Hasta siempre mamá y papá, los siento de otra manera, puedo cerrar los ojos y ver como mi mamá hacía esas obras de arte maravillosas, puedo vivir de nuevo estar en los brazos de mi papá bailando, puedo oír esas risas que los caracterizaron, identifico que están en mí y yo en ellos, los amo y honro sus múltiples riquezas personales.

Descansen en paz la Gringa y don Gervasio, dos que se fueron, pero dejan mucho.

ROBERTA CORTAZAR B.




El mes de marzo pasado a la edad de 93 años murió mi mamá, y este 27 de septiembre mi papá se despidió del mundo, un día después de cumplir 96 años. Vivieron largas vidas con pocos contratiempos en el tema de la salud, gracias a Dios.

La gringa era ocurrente y ágil para bromear, con sarcasmo se reía de las situaciones, y se hizo famosa por sus chistes y dichos, sobre todo el de “Viva con él”. Don Gervasio tenía otro estilo, sus comentarios muchas veces no tenían la finalidad de chascarrillo, pero resultaban graciosísimos en la seriedad que los decía.

Cuando murió mi mamá, empezaban apenas las restricciones de la pandemia, así que tuvimos el regalo de recibir a personas queridas en el sepelio, y ahí donde la gringa yacía en paz vestida de mexicana, nos reímos de sus tantas ocurrencias, con carcajadas que quizá hubiesen parecido inadecuadas, pero sé con certeza que ella palomearía vernos celebrando sus ingeniosidades.

Con mi papá nos toca vivir su despedida en estos momentos raros de apartamiento, estaremos sólo la familia, y lástima, porque con lo sociable que él era, hubiera preferido una muchedumbre diciéndole adiós.

En los últimos años el deseo de los dos era irse juntos, tanto al uno como al otro les daba tristeza pensar en quién se adelantaría y la suerte que correría el que se quedara. Incluso mi mamá sugirió en una de sus tantas bromas, que los dos se tomaran una pastillita que los durmiera juntos para siempre, y mi papá le contestaba: Está bien, pero tú te la tomas primero.

Hace unos años decidieron hacer una carta notariada donde dejaban bien claro que no se les llevara al hospital por ningún motivo, y así fue, se les cuidó con supervisión médica y dejaron que la naturaleza marcara el destino.

Tengo mucho que agradecerles a los dos, su partida sin duda duele porque el hueco de su ausencia marca mi vida en muchos sentidos, pero doy gracias por todos esos años que estuvieron como grandes maestros de vida.

El recuerdo de mis papás vivirá en mi corazón siempre, soy parte de ellos, y así como en mí tengo latiendo a mis ancestros sin la conciencia de ello, hoy hago válido ese eslabón que me une a lo que fue, a lo que es y a lo que viene, no desaparecemos, simplemente nos fundimos en el círculo de la vida con una presencia sutil que perdura. Celebro la autenticidad, la tenacidad y el ingenio de mi mamá. Doy gracias por un papá trabajador lleno de alegría, bondad y buen carácter. Aplaudo la creatividad de la gringa y la entereza de don Gervasio. Doy gracias por lo que fueron y por haber sido parte de su historia, hoy abrazo su esencia y despidiendo los cuerpos, celebro sus mentes y espíritus que colaboraron a tejer situaciones únicas e irrepetibles, hoy les digo adiós y doy la bienvenida a su legado.

La muerte se presenta definitiva una vez más, y me hace pensar en la mía, por eso antes de irme de este mundo me urge disfrutar la vida, la salud y compartir plenamente con esas personas maravillosas que son parte de mi existir.

Hasta siempre mamá y papá, los siento de otra manera, puedo cerrar los ojos y ver como mi mamá hacía esas obras de arte maravillosas, puedo vivir de nuevo estar en los brazos de mi papá bailando, puedo oír esas risas que los caracterizaron, identifico que están en mí y yo en ellos, los amo y honro sus múltiples riquezas personales.

Descansen en paz la Gringa y don Gervasio, dos que se fueron, pero dejan mucho.

ROBERTA CORTAZAR B.




ÚLTIMASCOLUMNAS