No, AMLO no es absolutamente nada honesto. Él solito se adjudica serlo, pero todas sus acciones lo distancian totalmente de serlo. Pero no nos sorprenda que a sus seguidores siempre les gusta adornarse con la más grande y amplia intensidad ambicionista.
La simple y sencilla honestidad de una persona lleva al ser humano a la perfección, si ésta se basa en una sincera y justa evaluación de uno mismo y una constante obediencia a lo que uno ve, o siente que es lo correcto. Es lo que mantiene al hombre recto y le da la fuerza y energía para llevar una vida vigorosa y activa. “Ningún hombre”, dijo Benjamín Rudyard, “está destinado a ser rico, o grande, o sabio; pero todo hombre está destinado a ser honesto...”
Pero el propósito, el de la honestidad, debe ser inspirado por principios sólidos, cosa que al Presidente le faltan, y que deben ser llevados con una dedicación inamovible hacia la verdad, la integridad y la rectitud. Sin principios somos como un barco sin brújula, sujetos a perder el rumbo con el soplido del más leve viento. Lo vemos y lo sentimos hoy en día; es imperativo formar un frente ante el vicio, el desorden y el delito. Jóvenes, jóvenes no tan jóvenes y viejos dispuestos a todo por dinero o el poder, con deseos insaciables. Nuestras posesiones, aunque les parezcan poco a los demás, deberán tenernos totalmente satisfechos y parecernos plenas y completas.
La persona y sobre todo el político podrá ser un genio, pero no puede ser totalmente confiable… a menos que sea absolutamente veraz. Es esta cualidad, más que cualquier otra, la que le otorga la estima, la confianza y el respeto de los demás. Y AMLO es una de las personas más mentirosas del país. La cualidad de la verdad es la que le asegura a la persona la credibilidad. Es el cimiento de la excelencia personal y se demuestra en su conducta y en sus palabras. Convence a otros de que es confiable.
Rohnda Byrne, de Australia, “descubridora” de una nueva forma, por no decir el secreto para llegar al éxito, se adjudica que “en dos meses estudió a los grandes líderes del pasado, leyó cientos de libros y amasó incontables horas de investigación”. ¿Veraz y confiable?
La rectitud es la verdad puesta en movimiento. Brilla a través de cada palabra y cada acción. Significa confiabilidad y convence a los demás de que se puede confiar en uno. Y así la confiabilidad es el resultado cuando uno dice conocer o saber de algo y lo sabe, o cuando uno dice que puede lograr tal o cual cosa, y la logra. El hombre llega a significar algo para el mundo cuando se sabe que se puede confiar en él.
En el mundo real, en la vida y en los negocios, no es el intelecto lo que realmente cuenta, sino más bien el carácter de la persona; no tanto su cabeza, sino su corazón; no tanto su genio, sino el autocontrol, la paciencia y la autodisciplina.
Sentido común y rectitud, inspirados por la bondad, se convierten en una auténtica sabiduría. Y podremos ser diferentes a otros en el sentido de que ellos tengan más dinero, bienes o mejores puestos que nosotros, pero no son superiores, si nosotros logramos con el carácter, y el comportamiento disciplinado, sobreponernos a nuestras debilidades.
No existe ninguna acción positiva o negativa en nuestra vida, por inocente que parezca, que no tenga una consecuencia a corto o largo plazo en nuestro camino. Y si somos honestos con nosotros mismos, en nuestra memoria viviremos con el orgullo de haber vivido con plenitud, intensidad y rectitud.