/ domingo 21 de febrero de 2021

La huella de un arquitecto de la política y gran maestro de la vida 

Hace unos días nos dejó un extraordinario estratega político; hombre querido y, sobre todo, respetado; ciudadano que en su enorme estela de vida dejó un legado para su familia y amigos, pero que es innegable que contribuyó con la sociedad chihuahuense: el profesor Mario Tarango Ramírez.

En su adolescencia, marcada por ideas progresistas, comenzó a destacar en la Normal Rural de Saucillo. Su lucha se orientó a forjar un futuro mejor, de ahí nace su reconocida sabiduría política. Un hombre sencillo al que la vida lo fue llevando a entender que a todo había que buscarle la manera: “Para qué te peleas con él, si puedes hacer esto o aquello”, solía ser una de sus frases más recurrentes.

Desde muy joven incursionó en la política en su querido Delicias, con una visión de vida muy particular que fue enriqueciendo con los años. Ahí cultivó el buen trato y su convicción de que siempre estamos aprendiendo. A veces con experiencias dolorosas como su participación como candidato a presidente municipal en el año 1983, una dura prueba que se convertirá en una lección de vida, que supo transformar en sabiduría y generosidad.

Cuando la gente se acerca a un hombre a pedirle consejo es una clara señal de respeto y reconocimiento. El Profe fue impulsor de varias carreras políticas, las que nutría con enseñanzas y, como buen maestro, buscaba la forma de sugerir soluciones dejando que cada uno tomara sus propias decisiones. Eso lo agradecemos quienes lo conocimos.

Intuitivo, preciso y flexible en las discusiones, era capaz de leer la realidad y ver salidas, aun en las más desbordadas coyunturas. Estratega que aterrizaba los problemas asombrando con su creatividad e inteligencia y lograba soluciones prácticas.

Hombre de trabajo cercano a hombres del poder como Manuel Bernardo Aguirre, con quien compartía, con singular énfasis su don de gentes; Fernando Baeza Meléndez, con quien creó el influyente “Grupo Delicias”, del cual era faro y guía o del recordado Luis Donaldo Colosio, quien buscaba recurrentemente sus opiniones.

El Profe fue director de Desarrollo Urbano del Estado, regularizando la tenencia de la tierra en múltiples espacios de la geografía estatal; dirigente de partido político, siempre actuando con responsabilidad social. Sus etapas de ausencia en el quehacer público las aprovechó para consolidar su empresa, así como disfrutar de su familia y de las tardes de dominó con sus amigos.

En dos ocasiones fue legislador, coordinador de grupo parlamentario, respetuoso de sus pares e impulsor de sus ideas; jamás limitaba las propuestas o proyectos, al contrario, los alentaba y acompañaba, no sólo los de su propio partido, sino de todas las fuerzas representadas; de modo tal que los acuerdos y reformas mayoritariamente se daban por unanimidad, con el reconocimiento, en las dos ocasiones, de sus compañeros de legislatura. Solía decir que competía, pero que no tenía enemigos. Tal vez por ello le entregaron placas de reconocimiento y gratitud, mismas que conservaba con orgullo.

Miembros de diferentes fuerzas y corrientes políticas pasaron de ser compañeros para volverse amigos como Antonio Becerra Gaytán, Jaime García Chávez, Óscar Leos Mayagoitia, Guillermo Luján Peña, César Cabello Ramírez, Roberto Cázares Quintana, Lilia Aguilar Gil y Leonel Reyes Castro, entre tantos otros que podría citar.

Promotor de reformas importantes, como la penal, que incorporó el sistema garantista y los procedimientos orales; la Ley de Transparencia y la Reingeniería al Órgano fiscalizador del Congreso. Promovió la incorporación de figuras de Democracia Participativa; impulsó a los organismos autónomos y el nombramiento por parte del Congreso del fiscal general del estado. Incluso, con el maestro Alberto Carrillo González consiguió que mediante concurso público lográramos tener el Himno a Chihuahua.

Escribió un libro que lo llenaba de orgullo: “La realidad no pide permiso”, en el que plasmó anécdotas y vivencias que generosamente compartió con quienes lo admiramos y conservamos sus mejores recuerdos.

Despedimos a un hombre que aportó su experiencia, talento y visión a un mejor Chihuahua, vaya un agradecimiento a él que siendo un profesional de la política dejó un legado que trasciende generaciones y enaltece nuestras instituciones.


Hace unos días nos dejó un extraordinario estratega político; hombre querido y, sobre todo, respetado; ciudadano que en su enorme estela de vida dejó un legado para su familia y amigos, pero que es innegable que contribuyó con la sociedad chihuahuense: el profesor Mario Tarango Ramírez.

En su adolescencia, marcada por ideas progresistas, comenzó a destacar en la Normal Rural de Saucillo. Su lucha se orientó a forjar un futuro mejor, de ahí nace su reconocida sabiduría política. Un hombre sencillo al que la vida lo fue llevando a entender que a todo había que buscarle la manera: “Para qué te peleas con él, si puedes hacer esto o aquello”, solía ser una de sus frases más recurrentes.

Desde muy joven incursionó en la política en su querido Delicias, con una visión de vida muy particular que fue enriqueciendo con los años. Ahí cultivó el buen trato y su convicción de que siempre estamos aprendiendo. A veces con experiencias dolorosas como su participación como candidato a presidente municipal en el año 1983, una dura prueba que se convertirá en una lección de vida, que supo transformar en sabiduría y generosidad.

Cuando la gente se acerca a un hombre a pedirle consejo es una clara señal de respeto y reconocimiento. El Profe fue impulsor de varias carreras políticas, las que nutría con enseñanzas y, como buen maestro, buscaba la forma de sugerir soluciones dejando que cada uno tomara sus propias decisiones. Eso lo agradecemos quienes lo conocimos.

Intuitivo, preciso y flexible en las discusiones, era capaz de leer la realidad y ver salidas, aun en las más desbordadas coyunturas. Estratega que aterrizaba los problemas asombrando con su creatividad e inteligencia y lograba soluciones prácticas.

Hombre de trabajo cercano a hombres del poder como Manuel Bernardo Aguirre, con quien compartía, con singular énfasis su don de gentes; Fernando Baeza Meléndez, con quien creó el influyente “Grupo Delicias”, del cual era faro y guía o del recordado Luis Donaldo Colosio, quien buscaba recurrentemente sus opiniones.

El Profe fue director de Desarrollo Urbano del Estado, regularizando la tenencia de la tierra en múltiples espacios de la geografía estatal; dirigente de partido político, siempre actuando con responsabilidad social. Sus etapas de ausencia en el quehacer público las aprovechó para consolidar su empresa, así como disfrutar de su familia y de las tardes de dominó con sus amigos.

En dos ocasiones fue legislador, coordinador de grupo parlamentario, respetuoso de sus pares e impulsor de sus ideas; jamás limitaba las propuestas o proyectos, al contrario, los alentaba y acompañaba, no sólo los de su propio partido, sino de todas las fuerzas representadas; de modo tal que los acuerdos y reformas mayoritariamente se daban por unanimidad, con el reconocimiento, en las dos ocasiones, de sus compañeros de legislatura. Solía decir que competía, pero que no tenía enemigos. Tal vez por ello le entregaron placas de reconocimiento y gratitud, mismas que conservaba con orgullo.

Miembros de diferentes fuerzas y corrientes políticas pasaron de ser compañeros para volverse amigos como Antonio Becerra Gaytán, Jaime García Chávez, Óscar Leos Mayagoitia, Guillermo Luján Peña, César Cabello Ramírez, Roberto Cázares Quintana, Lilia Aguilar Gil y Leonel Reyes Castro, entre tantos otros que podría citar.

Promotor de reformas importantes, como la penal, que incorporó el sistema garantista y los procedimientos orales; la Ley de Transparencia y la Reingeniería al Órgano fiscalizador del Congreso. Promovió la incorporación de figuras de Democracia Participativa; impulsó a los organismos autónomos y el nombramiento por parte del Congreso del fiscal general del estado. Incluso, con el maestro Alberto Carrillo González consiguió que mediante concurso público lográramos tener el Himno a Chihuahua.

Escribió un libro que lo llenaba de orgullo: “La realidad no pide permiso”, en el que plasmó anécdotas y vivencias que generosamente compartió con quienes lo admiramos y conservamos sus mejores recuerdos.

Despedimos a un hombre que aportó su experiencia, talento y visión a un mejor Chihuahua, vaya un agradecimiento a él que siendo un profesional de la política dejó un legado que trasciende generaciones y enaltece nuestras instituciones.