/ martes 7 de agosto de 2018

La humillación en México.


Yanez_flor@hotmail.com


Actualmente se habla mucho sobre derechos humanos, pero aún existe gran desconocimiento en torno a ellos. Aunque pareciera que hay buena voluntad para cumplirlos, los discursos políticos y acciones están repletos de contradicciones, con un desajuste entre la teoría y la práctica, propiciando un creciente irrespeto y vulneración de los mismos. Se habla sobre el derecho a la salud; libertad de expresión; no discriminación; trabajo, etc., pero no se cumplen, quebrantando la dignidad humana (que se antepone a cualquier derecho) y finalmente, humillando a las personas.


Recientemente leí el libro “Árboles de largo invierno” de Luis Muñoz Oliveira, que es un ensayo sobre la humillación, e indica que sus raíces van desde antes de la Conquista española, la cual fue violenta, basada en el terror y la degradación del otro. En una sociedad tan desigual como la nuestra, donde frecuentemente se violan los derechos fundamentales, esta práctica persiste y tendemos a hacerlo de muchas maneras: económicamente a aquel que tiene menos, a las mujeres y personas con preferencias sexuales distintas a la heterosexual, malos servicios de salud, injusticias, inseguridad, violencia, desempleo, etc.


El autor indica que en México la humillación es la norma; comenta que “es una causa directa de la violencia como consecuencia de esa desigualdad, negando la dignidad humana”. Y si la dignidad es la base de todo derecho, entonces debemos cuestionarnos qué prácticas o instituciones resultan humillantes para nosotros y en qué momento la enfrentamos para detenerla. Debemos exigir el respeto a nuestra persona, respetar a los demás y sus derechos, y demandar que Estado los cumpla y sea congruente con el discurso.


Sin duda, la violación de derechos fundamentales representa un maltrato que conlleva a la humillación, que se debe observar como un tema central de discusión sobre las políticas de derechos humanos. Los temas de exclusión, injusticia y discriminación deben desaparecer para vivir dignamente, pues ¿Acaso hay algo más digno que la dignidad de la persona humana?



Yanez_flor@hotmail.com


Actualmente se habla mucho sobre derechos humanos, pero aún existe gran desconocimiento en torno a ellos. Aunque pareciera que hay buena voluntad para cumplirlos, los discursos políticos y acciones están repletos de contradicciones, con un desajuste entre la teoría y la práctica, propiciando un creciente irrespeto y vulneración de los mismos. Se habla sobre el derecho a la salud; libertad de expresión; no discriminación; trabajo, etc., pero no se cumplen, quebrantando la dignidad humana (que se antepone a cualquier derecho) y finalmente, humillando a las personas.


Recientemente leí el libro “Árboles de largo invierno” de Luis Muñoz Oliveira, que es un ensayo sobre la humillación, e indica que sus raíces van desde antes de la Conquista española, la cual fue violenta, basada en el terror y la degradación del otro. En una sociedad tan desigual como la nuestra, donde frecuentemente se violan los derechos fundamentales, esta práctica persiste y tendemos a hacerlo de muchas maneras: económicamente a aquel que tiene menos, a las mujeres y personas con preferencias sexuales distintas a la heterosexual, malos servicios de salud, injusticias, inseguridad, violencia, desempleo, etc.


El autor indica que en México la humillación es la norma; comenta que “es una causa directa de la violencia como consecuencia de esa desigualdad, negando la dignidad humana”. Y si la dignidad es la base de todo derecho, entonces debemos cuestionarnos qué prácticas o instituciones resultan humillantes para nosotros y en qué momento la enfrentamos para detenerla. Debemos exigir el respeto a nuestra persona, respetar a los demás y sus derechos, y demandar que Estado los cumpla y sea congruente con el discurso.


Sin duda, la violación de derechos fundamentales representa un maltrato que conlleva a la humillación, que se debe observar como un tema central de discusión sobre las políticas de derechos humanos. Los temas de exclusión, injusticia y discriminación deben desaparecer para vivir dignamente, pues ¿Acaso hay algo más digno que la dignidad de la persona humana?