/ miércoles 6 de julio de 2022

La idea de México



Por Gustavo Madero


No se trata de cambiar de jinete,

ni siquiera de cambiar de caballo...

se trata de cambiar de ruta.


Más que preocuparnos tanto por candidatos, debiéramos ocuparnos en el cambio de rumbo que necesitamos.

El país no va bien, pero no es de ahora; llevamos siglos, sin poder darle a la mayoría de los mexicanos mejores oportunidades de vida. No es culpa de AMLO, de Peña o de Calderón, es todo un sistema político y económico que nos tiene postrados en el crecimiento económico marginal, incapaz de generar oportunidades y capacidades para las personas.

Parto del supuesto que los problemas que tenemos son sistémicos. Requieren soluciones integrales. Los problemas nacionales han sido resilientes a los gobiernos del PRI, del PAN y de Morena, y en 2024 ningún individuo, ni ningún partido político solo tendrá la capacidad de atacar esos problemas seculares, que nos tienen condenados a perpetuar la pobreza, la desigualdad y la injusticia.

Es frustrante que México, teniendo tantos recursos naturales, minerales, demográficos, vecinos del mercado más grande del mundo (en una coyuntura geoeconómica tan favorable como el cambio del offshore por el nearshoring), siga hundido en la violencia, la injusticia y el doloroso costo de oportunidad de vida de millones de personas que no pueden tener mejores condiciones ni expectativas.

Pero las columnas se llenan de especulaciones: ¿Quién será el candidato de Morena para el 24?, ¿quién abanderará la oposición?, ¿habrá una sola candidatura o dos para enfrentar a Morena?

Tanto el oficialismo, como la oposición, tienen la tentación de doblar la apuesta con la estrategia que están siguiendo; aunque ambos tengan resultados tan decepcionantes.

El oficialismo decepciona por la falta de resultados; y la oposición, decepciona por la falta de victorias electorales.

Y el dilema que enfrentan es el mismo: continuidad o disrupción.

La continuidad del oficialismo es en Claudia o Adán A. La continuidad de la oposición es perseverar en la alianza de los tres partidos históricos, sin cambiar la estrategia. Con los mismos métodos y la misma narrativa.

La disrupción del oficialismo es abrirse, apostar por Marcelo o por Ricardo, lo que sorprendería al alza y les generaría mayores oportunidades de triunfo electoral.

La disrupción en la oposición también es abrirse. Apostar por la incertidumbre democrática que implica construir se candidatura en una elección abierta a la ciudadanía. Sólo esta última anima a buscar cambiar, no de jinete ni de caballo, sino de rumbo. Porque eso es lo que hace falta. Una oposición audaz y disruptiva que logre la mayor unidad e inclusión política y ciudadana para un gobierno de coalición que evolucione del sistema presidencialista autoritario y centralista que tenemos hacia una coalición legislativa y de gobierno democrático y federalista. Una mayoría política estable comprometida con un cambio de rumbo. Un cambio de modelo político capturado por los impunes poderes fácticos. Cambiar el modelo económico para combatir las brechas de desigualdad. Un cambio en el sistema educativo centrado en las necesidades vitales de los educandos y no en los compromisos políticos con los líderes magisteriales. Un sistema de salud universal basado en la portabilidad y en la innovación científica y tecnológica.

¿Cómo se pueden detonar esos cambios de rumbo si prevalece la crispación y la polarización?

Es tiempo de elevar la mira, fomentar la unidad, generar confianza y enfocarnos en lo importante: cambiar el rumbo para avanzar en un modelo basado en la inclusión social y económica.




Por Gustavo Madero


No se trata de cambiar de jinete,

ni siquiera de cambiar de caballo...

se trata de cambiar de ruta.


Más que preocuparnos tanto por candidatos, debiéramos ocuparnos en el cambio de rumbo que necesitamos.

El país no va bien, pero no es de ahora; llevamos siglos, sin poder darle a la mayoría de los mexicanos mejores oportunidades de vida. No es culpa de AMLO, de Peña o de Calderón, es todo un sistema político y económico que nos tiene postrados en el crecimiento económico marginal, incapaz de generar oportunidades y capacidades para las personas.

Parto del supuesto que los problemas que tenemos son sistémicos. Requieren soluciones integrales. Los problemas nacionales han sido resilientes a los gobiernos del PRI, del PAN y de Morena, y en 2024 ningún individuo, ni ningún partido político solo tendrá la capacidad de atacar esos problemas seculares, que nos tienen condenados a perpetuar la pobreza, la desigualdad y la injusticia.

Es frustrante que México, teniendo tantos recursos naturales, minerales, demográficos, vecinos del mercado más grande del mundo (en una coyuntura geoeconómica tan favorable como el cambio del offshore por el nearshoring), siga hundido en la violencia, la injusticia y el doloroso costo de oportunidad de vida de millones de personas que no pueden tener mejores condiciones ni expectativas.

Pero las columnas se llenan de especulaciones: ¿Quién será el candidato de Morena para el 24?, ¿quién abanderará la oposición?, ¿habrá una sola candidatura o dos para enfrentar a Morena?

Tanto el oficialismo, como la oposición, tienen la tentación de doblar la apuesta con la estrategia que están siguiendo; aunque ambos tengan resultados tan decepcionantes.

El oficialismo decepciona por la falta de resultados; y la oposición, decepciona por la falta de victorias electorales.

Y el dilema que enfrentan es el mismo: continuidad o disrupción.

La continuidad del oficialismo es en Claudia o Adán A. La continuidad de la oposición es perseverar en la alianza de los tres partidos históricos, sin cambiar la estrategia. Con los mismos métodos y la misma narrativa.

La disrupción del oficialismo es abrirse, apostar por Marcelo o por Ricardo, lo que sorprendería al alza y les generaría mayores oportunidades de triunfo electoral.

La disrupción en la oposición también es abrirse. Apostar por la incertidumbre democrática que implica construir se candidatura en una elección abierta a la ciudadanía. Sólo esta última anima a buscar cambiar, no de jinete ni de caballo, sino de rumbo. Porque eso es lo que hace falta. Una oposición audaz y disruptiva que logre la mayor unidad e inclusión política y ciudadana para un gobierno de coalición que evolucione del sistema presidencialista autoritario y centralista que tenemos hacia una coalición legislativa y de gobierno democrático y federalista. Una mayoría política estable comprometida con un cambio de rumbo. Un cambio de modelo político capturado por los impunes poderes fácticos. Cambiar el modelo económico para combatir las brechas de desigualdad. Un cambio en el sistema educativo centrado en las necesidades vitales de los educandos y no en los compromisos políticos con los líderes magisteriales. Un sistema de salud universal basado en la portabilidad y en la innovación científica y tecnológica.

¿Cómo se pueden detonar esos cambios de rumbo si prevalece la crispación y la polarización?

Es tiempo de elevar la mira, fomentar la unidad, generar confianza y enfocarnos en lo importante: cambiar el rumbo para avanzar en un modelo basado en la inclusión social y económica.