/ jueves 9 de junio de 2022

La innovación jurídica

En su libro “El abogado del mañana”, Richard Susskind señala que “Las instituciones y los abogados se encuentran en una encrucijada, y en menos de dos décadas cambiarán de modo más radical de lo que lo han hecho durante los últimos dos siglos. Si eres un joven abogado, vivirás esta revolución a lo largo de tu carrera profesional”.

Tradicionalmente el gremio de abogados ha sido uno de los más conservadores en la sociedad. Tal parece que los juristas entendían que su papel era oponerse al cambio y salvaguardar las tradiciones. Esa actitud pudo haber tenido, quizá, alguna justificación en el pasado, pero desde luego no la tiene en el presente.

Es el propio Susskind quien señala que, frente a un panorama en el que se vislumbran tantos cambios y tan acelerados, sería inútil reaccionar de un modo defensivo, preguntándonos “¿Cómo podemos evitar que esto suceda?”; lo que hay que hacer darnos cuenta de lo que podemos aprovechar en un entorno lleno de novedades y desafíos inéditos, de forma que conscientemente digamos: “quiero ser uno de los pioneros”.

Aunque poco a poco la pandemia vaya remitiendo, lo cierto es que algunos de los cambios que hemos observado desde los primeros meses de 2020 habrán llegado para quedarse. Y en esto la abogacía no es muy diferente de otras muchas profesiones que, a lo largo de la historia, han tenido que ir cambiando para lograr adaptarse a las nuevas necesidades sociales. Es una ilusión (o quizás una ingenuidad), pensar que el ejercicio profesional de la abogacía se va a seguir llevando a cabo de la misma manera en la que lo hemos hecho hasta ahora. Adoptar una actitud inmovilista o que se niega a reconocer los cambios que ya están sucediendo, tendrá como resultado un progresivo proceso de obsolescencia profesional.

Las tendencias de futuro que suponen grandes desafíos para la abogacía son por ejemplo las siguientes:

  1. Un uso cada vez más intensivo de las nuevas tecnologías en el trabajo jurídico, tanto por lo que respecta al día a día de los despachos y firmas de abogados, como respecto al contenido material de las consultas de los clientes que cada vez se verán más orientados hacia temas relacionados precisamente con esas nuevas tecnologías.

  2. Nuevas formas de comunicación con los clientes. La forma tradicional que se basaba en la llamada que el cliente hacía al despacho, la programación de una cita, la recepción del cliente en el despacho y el análisis posterior de su caso a efecto de hacer un planteamiento de honorarios por nuestros servicios profesionales, no va a poder seguir funcionando. Vamos a necesitar abreviar esos pasos y aprender a comunicarnos con los clientes mediante aplicaciones como WhatsApp, Zoom o Google Meet, las cuales permiten ahorrar tiempo y dinero evitando los desplazamientos.

  3. Trabajaremos bajo esquemas de “deslocalización”. Eso quiere decir que no tendremos que acudir con la misma frecuencia que antes a la oficina, lo cual parece algo ya asumido por los abogados y abogadas más jóvenes. En diversas encuestas de cultura laboral casi 7 de cada 10 trabajadores jóvenes prefieren tener la ventaja de contar con horarios flexibles y más días de vacaciones, incluso si ello supone sacrificar un poco el salario que perciben.

  4. Las tendencias anteriores van a requerir que desarrollemos procesos adaptativos complementarios, a partir de los cuales será indispensable trabajar con eficacia dentro de equipos, tener la posibilidad de dialogar con expertos de campos del conocimiento distintos a los jurídicos, aportar valor para nuestros clientes y no solamente estar empeñados en prolongar los pleitos respecto a los cuales los estamos asesorando, etcétera. Como es obvio, no se trata de cuestiones que se enseñen en la mayor parte de escuelas y facultades del país, pero el nuevo panorama laboral para los profesionales del derecho exige que les pongamos atención.

  5. El trabajo jurídico se enfocará hacia tareas más preventivas y menos litigiosas. El valor de nuestra aportación consistirá en anticiparnos al surgimiento del problema, evitando para nuestros clientes los escenarios surgidos a partir de la materialización de riesgos jurídicos o de otro tipo. Seguirá habiendo una enorme litigiosidad en muchas materias, pero no serán los trabajos mejor pagados, como ya se puede observar en los asuntos laborales o del derecho de familia.

Ser un profesional del derecho en estos tiempos es maravilloso. Tenemos mucho por aprender y mucho para seguir innovando.


En su libro “El abogado del mañana”, Richard Susskind señala que “Las instituciones y los abogados se encuentran en una encrucijada, y en menos de dos décadas cambiarán de modo más radical de lo que lo han hecho durante los últimos dos siglos. Si eres un joven abogado, vivirás esta revolución a lo largo de tu carrera profesional”.

Tradicionalmente el gremio de abogados ha sido uno de los más conservadores en la sociedad. Tal parece que los juristas entendían que su papel era oponerse al cambio y salvaguardar las tradiciones. Esa actitud pudo haber tenido, quizá, alguna justificación en el pasado, pero desde luego no la tiene en el presente.

Es el propio Susskind quien señala que, frente a un panorama en el que se vislumbran tantos cambios y tan acelerados, sería inútil reaccionar de un modo defensivo, preguntándonos “¿Cómo podemos evitar que esto suceda?”; lo que hay que hacer darnos cuenta de lo que podemos aprovechar en un entorno lleno de novedades y desafíos inéditos, de forma que conscientemente digamos: “quiero ser uno de los pioneros”.

Aunque poco a poco la pandemia vaya remitiendo, lo cierto es que algunos de los cambios que hemos observado desde los primeros meses de 2020 habrán llegado para quedarse. Y en esto la abogacía no es muy diferente de otras muchas profesiones que, a lo largo de la historia, han tenido que ir cambiando para lograr adaptarse a las nuevas necesidades sociales. Es una ilusión (o quizás una ingenuidad), pensar que el ejercicio profesional de la abogacía se va a seguir llevando a cabo de la misma manera en la que lo hemos hecho hasta ahora. Adoptar una actitud inmovilista o que se niega a reconocer los cambios que ya están sucediendo, tendrá como resultado un progresivo proceso de obsolescencia profesional.

Las tendencias de futuro que suponen grandes desafíos para la abogacía son por ejemplo las siguientes:

  1. Un uso cada vez más intensivo de las nuevas tecnologías en el trabajo jurídico, tanto por lo que respecta al día a día de los despachos y firmas de abogados, como respecto al contenido material de las consultas de los clientes que cada vez se verán más orientados hacia temas relacionados precisamente con esas nuevas tecnologías.

  2. Nuevas formas de comunicación con los clientes. La forma tradicional que se basaba en la llamada que el cliente hacía al despacho, la programación de una cita, la recepción del cliente en el despacho y el análisis posterior de su caso a efecto de hacer un planteamiento de honorarios por nuestros servicios profesionales, no va a poder seguir funcionando. Vamos a necesitar abreviar esos pasos y aprender a comunicarnos con los clientes mediante aplicaciones como WhatsApp, Zoom o Google Meet, las cuales permiten ahorrar tiempo y dinero evitando los desplazamientos.

  3. Trabajaremos bajo esquemas de “deslocalización”. Eso quiere decir que no tendremos que acudir con la misma frecuencia que antes a la oficina, lo cual parece algo ya asumido por los abogados y abogadas más jóvenes. En diversas encuestas de cultura laboral casi 7 de cada 10 trabajadores jóvenes prefieren tener la ventaja de contar con horarios flexibles y más días de vacaciones, incluso si ello supone sacrificar un poco el salario que perciben.

  4. Las tendencias anteriores van a requerir que desarrollemos procesos adaptativos complementarios, a partir de los cuales será indispensable trabajar con eficacia dentro de equipos, tener la posibilidad de dialogar con expertos de campos del conocimiento distintos a los jurídicos, aportar valor para nuestros clientes y no solamente estar empeñados en prolongar los pleitos respecto a los cuales los estamos asesorando, etcétera. Como es obvio, no se trata de cuestiones que se enseñen en la mayor parte de escuelas y facultades del país, pero el nuevo panorama laboral para los profesionales del derecho exige que les pongamos atención.

  5. El trabajo jurídico se enfocará hacia tareas más preventivas y menos litigiosas. El valor de nuestra aportación consistirá en anticiparnos al surgimiento del problema, evitando para nuestros clientes los escenarios surgidos a partir de la materialización de riesgos jurídicos o de otro tipo. Seguirá habiendo una enorme litigiosidad en muchas materias, pero no serán los trabajos mejor pagados, como ya se puede observar en los asuntos laborales o del derecho de familia.

Ser un profesional del derecho en estos tiempos es maravilloso. Tenemos mucho por aprender y mucho para seguir innovando.