/ viernes 4 de marzo de 2022

La invasión de Putin puede cambiar el orden mundial

La invasión de Ucrania por tropas rusas ha dejado un millón de refugiados en una semana, miles de muertos civiles, acusaciones al presidente ucraniano Zelenski, que es judío, de liderar un régimen nazi, la amenaza nuclear, y un posible cambio de orden mundial que persigue devolver a Rusia la sombra de un viejo imperio zarista, en esta ocasión formado por la actual Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Putin no tiene interés en las negociaciones de paz, salvo para imponer un presidente prorruso cambiando al actual, absorbiendo a Ucrania como un territorio que obedezca sus órdenes con diligencia. La población ucraniana lo sabe y está combatiendo como puede. Los siguientes pasos de las tropas rusas van a consistir en ir cercando las grandes ciudades, incluida su capital, Kiev, con lo que eso significa: hambre, sed, y un frío que oscilará entre menos 1 grado centígrado y menos 10 para la semana que viene. Si eso ocurre, la actual invasión se convertirá en una matanza de civiles, que para los rusos dejan de serlo al coger las armas para defenderse.

Después de los bombardeos de una de las artillerías más poderosas del mundo los asedios a las ciudades van a minar la moral ucraniana. Y no sabemos si se logrará documentar tal barbarie desde el momento que las fuerzas rusas puedan bloquear el acceso a internet en la zona, y eliminen las garantías a los medios de comunicación que siguen en Ucrania para que puedan hacer su trabajo: informar. A Putin no le interesa que los medios informen, los datos, los hechos, van en su contra.

El peso de Crimea y del Dombás para Rusia se ha convertido en el origen de un anhelo mucho mayor por reconstruir un imperio zarista que permanece en la memoria de Putin y del estamento militar ruso. Si Rusia se queda en Ucrania y somete a la población que no logre escapar del país, y que no muera en esta invasión, tendría junto a Bielorrusia un territorio disfrazado de imperio. Que todo esto pase en el año 2022 puede sorprender, pero el presidente ruso lleva avisando en sus discursos hace años, casi nadie creía que pudiera poner en marcha su maquinaria militar para hacer realidad su sueño.

Evidentemente ese escenario cambiaría el actual orden mundial, pasando Rusia a comerciar exclusivamente con China y con muy pocos países más, los que le han apoyado en Naciones Unidas. Una Rusia hipercapitalista, con oligarcas de fortunas multimillonarias consumidores de artículos de lujo, mientras parte de su población llega con dificultad a fin de mes, tendría que volver a tiempos pasados, de mercados restringidos y bloqueos económicos. ¿Hasta dónde podría aguantar Putin esa presión?

De momento, creo que lo importante también es no olvidarnos de la población civil que como siempre lleva la peor parte de una invasión injustificada y del empleo de una violencia incontrolada en zonas urbanas, lejos de los lugares estratégicos militares ucranianos. Si hay un millón de refugiados en una semana, lo que podemos esperar en los próximos días puede poner unas cifras demoledoras para Ucrania, para Europa. Y son demoledoras porque detrás de cada número hay una mujer, una niña, un niño, que huyen de la muerte y de la barbarie.


La invasión de Ucrania por tropas rusas ha dejado un millón de refugiados en una semana, miles de muertos civiles, acusaciones al presidente ucraniano Zelenski, que es judío, de liderar un régimen nazi, la amenaza nuclear, y un posible cambio de orden mundial que persigue devolver a Rusia la sombra de un viejo imperio zarista, en esta ocasión formado por la actual Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Putin no tiene interés en las negociaciones de paz, salvo para imponer un presidente prorruso cambiando al actual, absorbiendo a Ucrania como un territorio que obedezca sus órdenes con diligencia. La población ucraniana lo sabe y está combatiendo como puede. Los siguientes pasos de las tropas rusas van a consistir en ir cercando las grandes ciudades, incluida su capital, Kiev, con lo que eso significa: hambre, sed, y un frío que oscilará entre menos 1 grado centígrado y menos 10 para la semana que viene. Si eso ocurre, la actual invasión se convertirá en una matanza de civiles, que para los rusos dejan de serlo al coger las armas para defenderse.

Después de los bombardeos de una de las artillerías más poderosas del mundo los asedios a las ciudades van a minar la moral ucraniana. Y no sabemos si se logrará documentar tal barbarie desde el momento que las fuerzas rusas puedan bloquear el acceso a internet en la zona, y eliminen las garantías a los medios de comunicación que siguen en Ucrania para que puedan hacer su trabajo: informar. A Putin no le interesa que los medios informen, los datos, los hechos, van en su contra.

El peso de Crimea y del Dombás para Rusia se ha convertido en el origen de un anhelo mucho mayor por reconstruir un imperio zarista que permanece en la memoria de Putin y del estamento militar ruso. Si Rusia se queda en Ucrania y somete a la población que no logre escapar del país, y que no muera en esta invasión, tendría junto a Bielorrusia un territorio disfrazado de imperio. Que todo esto pase en el año 2022 puede sorprender, pero el presidente ruso lleva avisando en sus discursos hace años, casi nadie creía que pudiera poner en marcha su maquinaria militar para hacer realidad su sueño.

Evidentemente ese escenario cambiaría el actual orden mundial, pasando Rusia a comerciar exclusivamente con China y con muy pocos países más, los que le han apoyado en Naciones Unidas. Una Rusia hipercapitalista, con oligarcas de fortunas multimillonarias consumidores de artículos de lujo, mientras parte de su población llega con dificultad a fin de mes, tendría que volver a tiempos pasados, de mercados restringidos y bloqueos económicos. ¿Hasta dónde podría aguantar Putin esa presión?

De momento, creo que lo importante también es no olvidarnos de la población civil que como siempre lleva la peor parte de una invasión injustificada y del empleo de una violencia incontrolada en zonas urbanas, lejos de los lugares estratégicos militares ucranianos. Si hay un millón de refugiados en una semana, lo que podemos esperar en los próximos días puede poner unas cifras demoledoras para Ucrania, para Europa. Y son demoledoras porque detrás de cada número hay una mujer, una niña, un niño, que huyen de la muerte y de la barbarie.