/ miércoles 29 de junio de 2022

La Maldición del Cinéfilo

Por: Mario Ramírez

Desde siempre he sido un amante del cine, antes de entrar a primaria ya me sabía todos los diálogos de Toy Story, Hércules y Space Jam de tanto que las veía. Pedía a mis papás que me compraran todo tipo de películas animadas que me topara mientras los acompañaba en las compras, la torre de vhs era cada vez más inmensa. Después llegó la primaria y con ella la fiebre de Harry Potter con este mundo mágico y novedoso que nos enamoró con su fantasía, las películas live action comenzaban a ser por primera vez una prioridad, el Prisionero de Azkaban arrebataba el trono como la película favorita, puesto que mantuvo durante toda mi adolescencia. Las precuelas de Star Wars y la trilogía de Piratas del Caribe hacían su aparición y el cine fantástico era por mucho mi género favorito. La emoción y adrenalina al entrar al paraíso que era Blockbuster para siempre será uno de mis recuerdos favoritos de mi infancia, aún tengo el olor de ese lugar tatuado en mi cerebro. Pasaron los años y mi gusto continuó igual, era mucho lo que me gustaba el cine, pero, aunque aún no me daba cuenta en ese momento, era más por cantidad que por calidad. En mi caso, el parte aguas fue The Departed, película ganadora del Oscar dirigida por Martin Scorsese en 2006 pero que yo no vi hasta estar en preparatoria. La película que cambió mi vida y que probablemente nunca ninguna le quitara el trono como “Mi Favorita”. A partir de ese largometraje entendí que era mucho más lo que me gustaba el cine que lo que en realidad conocía de él. Así que empecé este camino, esta misión de ser un gran conocedor del séptimo arte. Había escuchado los nombres de un tal Kubrick, un tal Tarantino y un tal Chaplin, pero nunca había estudiado su trabajo, y nombres como David Fincher y Alfred Hitchcock jamás habían tocado mi oído. Sabía que había un clásico llamado El Padrino y algún otro llamado Casablanca pero jamás había escuchado de Rear Window de It's a Wonderful Life. El tiempo avanzó y al convertirme en adulto el cine se había vuelto una parte tan radical y tan versátil en mi vida que un día podía ver una película de 100 años de antigüedad y al día siguiente ir a la premier de un estreno que esperaba con emoción, porque si algo he aprendido en este camino, es que cada obra debe verse con los lentes adecuados. Por un lado están esos lentes comerciales fieles a mis orígenes, aun soy ese ñoño enamorado de Harry Potter y Star Wars que no se ha perdido ningún contenido del MCU y que ansía como nadie que DC haga una película de Nightwing. Y por el otro lado están esos lentes que, debo admitir, son mis favoritos, esos que me dejaron en shock al ver The Departed, American Beauty, The Usual Suspects, One Flew Over The Cuckoo's Nest, 12 Angry Men, ET, City Lights, Citizen Kane, The Breakfast Club, Spirited Away, A Clockwork Orange, Cidade de Deus, Mystic River, Once Upon a Time in Hollywood y muchas más. Los lentes que lograron completar lo que sea que me faltaba para ser quien soy.


Hoy en día después de tantos años me doy cuenta que este camino está maldito, pero es la maldición más bella de todas, pues me di cuenta que la misión que me había propuesto era imposible de lograr, ya que mientras aumenta la lista de películas vistas, más aumenta la lista de películas que faltan por ver, y mientras más aprendo de cine, más aumenta mi ignorancia. Ese pozo sin fondo que solo el arte te puede dar. El arte es eso que conecta al ser humano con sus sentimientos más escondidos, esos que no salen por cualquier cosa, esos que deciden externarse únicamente cuando se vive algo que llega a tocarte en un nivel desconocido. Así que este día, después de tanto tiempo y tantos largometrajes, puedo decir con orgullo aquello que juré no ser: Querido cine, más que un cinéfilo, soy tu más grande ignorante.


Por: Mario Ramírez

Desde siempre he sido un amante del cine, antes de entrar a primaria ya me sabía todos los diálogos de Toy Story, Hércules y Space Jam de tanto que las veía. Pedía a mis papás que me compraran todo tipo de películas animadas que me topara mientras los acompañaba en las compras, la torre de vhs era cada vez más inmensa. Después llegó la primaria y con ella la fiebre de Harry Potter con este mundo mágico y novedoso que nos enamoró con su fantasía, las películas live action comenzaban a ser por primera vez una prioridad, el Prisionero de Azkaban arrebataba el trono como la película favorita, puesto que mantuvo durante toda mi adolescencia. Las precuelas de Star Wars y la trilogía de Piratas del Caribe hacían su aparición y el cine fantástico era por mucho mi género favorito. La emoción y adrenalina al entrar al paraíso que era Blockbuster para siempre será uno de mis recuerdos favoritos de mi infancia, aún tengo el olor de ese lugar tatuado en mi cerebro. Pasaron los años y mi gusto continuó igual, era mucho lo que me gustaba el cine, pero, aunque aún no me daba cuenta en ese momento, era más por cantidad que por calidad. En mi caso, el parte aguas fue The Departed, película ganadora del Oscar dirigida por Martin Scorsese en 2006 pero que yo no vi hasta estar en preparatoria. La película que cambió mi vida y que probablemente nunca ninguna le quitara el trono como “Mi Favorita”. A partir de ese largometraje entendí que era mucho más lo que me gustaba el cine que lo que en realidad conocía de él. Así que empecé este camino, esta misión de ser un gran conocedor del séptimo arte. Había escuchado los nombres de un tal Kubrick, un tal Tarantino y un tal Chaplin, pero nunca había estudiado su trabajo, y nombres como David Fincher y Alfred Hitchcock jamás habían tocado mi oído. Sabía que había un clásico llamado El Padrino y algún otro llamado Casablanca pero jamás había escuchado de Rear Window de It's a Wonderful Life. El tiempo avanzó y al convertirme en adulto el cine se había vuelto una parte tan radical y tan versátil en mi vida que un día podía ver una película de 100 años de antigüedad y al día siguiente ir a la premier de un estreno que esperaba con emoción, porque si algo he aprendido en este camino, es que cada obra debe verse con los lentes adecuados. Por un lado están esos lentes comerciales fieles a mis orígenes, aun soy ese ñoño enamorado de Harry Potter y Star Wars que no se ha perdido ningún contenido del MCU y que ansía como nadie que DC haga una película de Nightwing. Y por el otro lado están esos lentes que, debo admitir, son mis favoritos, esos que me dejaron en shock al ver The Departed, American Beauty, The Usual Suspects, One Flew Over The Cuckoo's Nest, 12 Angry Men, ET, City Lights, Citizen Kane, The Breakfast Club, Spirited Away, A Clockwork Orange, Cidade de Deus, Mystic River, Once Upon a Time in Hollywood y muchas más. Los lentes que lograron completar lo que sea que me faltaba para ser quien soy.


Hoy en día después de tantos años me doy cuenta que este camino está maldito, pero es la maldición más bella de todas, pues me di cuenta que la misión que me había propuesto era imposible de lograr, ya que mientras aumenta la lista de películas vistas, más aumenta la lista de películas que faltan por ver, y mientras más aprendo de cine, más aumenta mi ignorancia. Ese pozo sin fondo que solo el arte te puede dar. El arte es eso que conecta al ser humano con sus sentimientos más escondidos, esos que no salen por cualquier cosa, esos que deciden externarse únicamente cuando se vive algo que llega a tocarte en un nivel desconocido. Así que este día, después de tanto tiempo y tantos largometrajes, puedo decir con orgullo aquello que juré no ser: Querido cine, más que un cinéfilo, soy tu más grande ignorante.