/ jueves 25 de abril de 2019

La mujer en la Alemania nazi

“Las niñas comienzan a hablar y a pararse sobre sus pies más pronto que los niños, porque las yerbas siempre crecen más aprisa que las buenas cosechas… Si (las mujeres) se cansan o incluso mueren, eso no importa. Dejadlas morir en el parto –para eso están ahí”, diría Martín Lutero. Eso era el fondo tradicional de la política nazi con las mujeres: no debían participar o interferir en el mundo de los hombres. Adolfo Hitler diría: “La contribución del hombre… en el campo de batalla la lleva a cabo la mujer… Cada hijo que trae al mundo es una batalla… entre la existencia y la extinción de su pueblo”.

Una vez que el partido alcanzó el poder, las mujeres estaban ligeramente desengañadas, porque en los tiempos de lucha se les había permitido suponer una inclusión de las mejores en el Estado. Irmgard citaba un discurso donde Hitler decía que la mejor forma de gobierno era el que asignaba la mayor importancia a los mejores cerebros de la comunidad nacional. La conclusión era que bien dotadas y capaces mujeres fueran incorporadas al organismo político “en todos sus diferentes dominios”. No buscamos los derechos de la mujer, diría, sino los derechos humanos más naturales.

No sólo en política las mujeres eran sistemáticamente alejadas de todos los puestos altos y sus posibilidades de promoción eran restringidas: “¿De qué nos sirve que todas las profesiones estén teóricamente abiertas a las mujeres, cuando todas las autoridades gubernamentales y asociaciones profesionales oficiales nos niegan un empleo?”, diría Sophie Rogge-Borner. Las intenciones de esta política eran crear trabajos para los hombres desempleados e hijos para cubrir las guerras futuras. Y se extendía a la escuela: se permitía una cuota femenina estudiantil por debajo del 10 por 100.

Esta pérdida de valor se suavizaba afirmando que ellas eran la fuente de la vida. Pero el desarrollo industrial antes y durante la guerra probó que el objetivo de los ideólogos del partido cedía ante las realidades económicas y la escasez de hombres a causa de la guerra: que no podían prescindir del trabajo femenino, y de los presos extranjeros “inferiores”.

agusperezr@hotmail.com


“Las niñas comienzan a hablar y a pararse sobre sus pies más pronto que los niños, porque las yerbas siempre crecen más aprisa que las buenas cosechas… Si (las mujeres) se cansan o incluso mueren, eso no importa. Dejadlas morir en el parto –para eso están ahí”, diría Martín Lutero. Eso era el fondo tradicional de la política nazi con las mujeres: no debían participar o interferir en el mundo de los hombres. Adolfo Hitler diría: “La contribución del hombre… en el campo de batalla la lleva a cabo la mujer… Cada hijo que trae al mundo es una batalla… entre la existencia y la extinción de su pueblo”.

Una vez que el partido alcanzó el poder, las mujeres estaban ligeramente desengañadas, porque en los tiempos de lucha se les había permitido suponer una inclusión de las mejores en el Estado. Irmgard citaba un discurso donde Hitler decía que la mejor forma de gobierno era el que asignaba la mayor importancia a los mejores cerebros de la comunidad nacional. La conclusión era que bien dotadas y capaces mujeres fueran incorporadas al organismo político “en todos sus diferentes dominios”. No buscamos los derechos de la mujer, diría, sino los derechos humanos más naturales.

No sólo en política las mujeres eran sistemáticamente alejadas de todos los puestos altos y sus posibilidades de promoción eran restringidas: “¿De qué nos sirve que todas las profesiones estén teóricamente abiertas a las mujeres, cuando todas las autoridades gubernamentales y asociaciones profesionales oficiales nos niegan un empleo?”, diría Sophie Rogge-Borner. Las intenciones de esta política eran crear trabajos para los hombres desempleados e hijos para cubrir las guerras futuras. Y se extendía a la escuela: se permitía una cuota femenina estudiantil por debajo del 10 por 100.

Esta pérdida de valor se suavizaba afirmando que ellas eran la fuente de la vida. Pero el desarrollo industrial antes y durante la guerra probó que el objetivo de los ideólogos del partido cedía ante las realidades económicas y la escasez de hombres a causa de la guerra: que no podían prescindir del trabajo femenino, y de los presos extranjeros “inferiores”.

agusperezr@hotmail.com