/ viernes 9 de octubre de 2020

La necesaria alfabetización mediática del ciudadano

Con las nuevas tecnologías de la información, la ciudadanía se encuentra en riesgo de caer en el engaño con las publicaciones de textos, videos o fotografías que no representan la realidad. Muy paradójico que las herramientas informativas se utilicen para desinformar al convertirlas en vehículos de la mentira.

Los ciudadanos necesitan -junto con la conectividad a los recursos tecnológicos como son las plataformas, las páginas de internet y las redes sociales- una alfabetización mediática que les permita apostarse frente a ellas con la defensa de su juicio y discernimiento, es decir, que les permita el ejercicio de la crítica.

En la formación ciudadana se deben contemplar las competencias que faciliten a las personas la aplicación de la razón y el análisis cuando se hallen dentro del flujo informativo de las tecnologías que anteponen lo instantáneo a lo verificado. El distinguir información de desinformación debe entenderse como un gran reto educativo.

La constante y creciente publicación de falsedades (“fake news”) se ha convertido en parte inherente de las transmisiones que nos bombardean desde las nuevas tecnologías, y si desde el lado de la emisión de los mensajes no hay respeto por la verdad, al menos podemos formar receptores cada vez más críticos.

Es evidente que necesitamos de una ética que encare la falta de compromiso con la verdad y que convierta al ciudadano en un ser consciente, portador de valores y razones para denunciar el engaño y distanciarse de él. Necesitamos esa formación ciudadana. Una sociedad sin pensantes críticos es dúctil ante las fuerzas manipuladoras, vengan de donde vengan.

Por lo anterior, una educación tecnológica integral debe incluir la crítica al uso de la tecnología; y en el renglón específico de la tecnología de la información, es indispensable la crítica ante la proclividad al engaño que se hace evidente cada día con mayor fuerza. La verdad es despreciada por muchos, por lo tanto el rigor en los procesos para conseguirla carece de valor.

Formar ciudadanos incluye también dotarlos de los elementos críticos necesarios para distinguir entre publicaciones falsas y publicaciones verdaderas. Esta formación incluye también el desprecio al engaño y la condena de la manipulación. Se trata de una misión de alfabetización mediática completa.

Las publicaciones que mienten son un auténtico problema informativo; y en una sociedad en donde el impacto y la rapidez de la publicación parecen tener más valor que su precisión y transparencia, se convierten en tendencia (en el sentido que le dan las redes sociales).

La formación ciudadana integral podría marcar la diferencia entre una sociedad desinformada y una sociedad bien informada.


Con las nuevas tecnologías de la información, la ciudadanía se encuentra en riesgo de caer en el engaño con las publicaciones de textos, videos o fotografías que no representan la realidad. Muy paradójico que las herramientas informativas se utilicen para desinformar al convertirlas en vehículos de la mentira.

Los ciudadanos necesitan -junto con la conectividad a los recursos tecnológicos como son las plataformas, las páginas de internet y las redes sociales- una alfabetización mediática que les permita apostarse frente a ellas con la defensa de su juicio y discernimiento, es decir, que les permita el ejercicio de la crítica.

En la formación ciudadana se deben contemplar las competencias que faciliten a las personas la aplicación de la razón y el análisis cuando se hallen dentro del flujo informativo de las tecnologías que anteponen lo instantáneo a lo verificado. El distinguir información de desinformación debe entenderse como un gran reto educativo.

La constante y creciente publicación de falsedades (“fake news”) se ha convertido en parte inherente de las transmisiones que nos bombardean desde las nuevas tecnologías, y si desde el lado de la emisión de los mensajes no hay respeto por la verdad, al menos podemos formar receptores cada vez más críticos.

Es evidente que necesitamos de una ética que encare la falta de compromiso con la verdad y que convierta al ciudadano en un ser consciente, portador de valores y razones para denunciar el engaño y distanciarse de él. Necesitamos esa formación ciudadana. Una sociedad sin pensantes críticos es dúctil ante las fuerzas manipuladoras, vengan de donde vengan.

Por lo anterior, una educación tecnológica integral debe incluir la crítica al uso de la tecnología; y en el renglón específico de la tecnología de la información, es indispensable la crítica ante la proclividad al engaño que se hace evidente cada día con mayor fuerza. La verdad es despreciada por muchos, por lo tanto el rigor en los procesos para conseguirla carece de valor.

Formar ciudadanos incluye también dotarlos de los elementos críticos necesarios para distinguir entre publicaciones falsas y publicaciones verdaderas. Esta formación incluye también el desprecio al engaño y la condena de la manipulación. Se trata de una misión de alfabetización mediática completa.

Las publicaciones que mienten son un auténtico problema informativo; y en una sociedad en donde el impacto y la rapidez de la publicación parecen tener más valor que su precisión y transparencia, se convierten en tendencia (en el sentido que le dan las redes sociales).

La formación ciudadana integral podría marcar la diferencia entre una sociedad desinformada y una sociedad bien informada.