/ martes 10 de julio de 2018

La objetiva transformación social

“…pero cualquiera que tenga que cometer un acto por encima de la dignidad humana ha perdido la libertad”: Fernando Savater

Se ha reflexionado anteriormente en la transformación de la sociedad humana, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas. No son los caudillos, los héroes, los líderes, los que producen los cambios en una nación, tal como aseveró el británico Thomas Carlyle, en su concepción heroica de la historia. Al contrario, las contradicciones socioeconómicas se agudizan y deviene un proceso de cambio que la sociedad genera. Se debe reiterar que la evolución social proviene de los pueblos y, son ellos, en su conjunto, los que llevan a cabo las revoluciones y por ende, las reivindicaciones que ya exige la masa trabajadora. Francia nos heredó un claro ejemplo de una revolución, al luchar a muerte contra el sistema feudal. Los caudillos que pretendieron encabezar a los pobres hambrientos y humillados por siglos por la monarquía absoluta se fracturaron en diversas facciones, que se enfrentaron entre sí, arrastrando la esencia de la objetividad del proceso, y terminaron por matarse entre ellos.

La masa pasiva, sin afiliaciones sectarias, denominada “el pantano”, fue la que asumió el poder y terminó con la Convención Revolucionaria. Robespierre, que se autodenominaba “el incorruptible”, dejó su cabeza en la cesta de la guillotina, durante la acción de la masa harta de partidos y facciones que ensangrentaron al pueblo francés. Nuestros hechos históricos fueron producto de la participación de enormes masas de hombres que ofrendaron sus vidas por la libertad y la justicia. La lucha por la independencia fue derrotada por los españoles y por facciones de criollos que se enchufaron a la monarquía hispánica. La Reforma Liberal, capítulo fundamental de nuestra historia, nos heredó los principios jurídicos en que deberíamos sustentar el Estado mexicano. Empero, también generó cruentas luchas de facciones y de caudillaje.

La Revolución se inició dividida, entre el reformismo maderista y la democracia burguesa, que necesitaba romper para siempre las ataduras semifeudales que todavía asfixiaban al pueblo trabajador. La lucha de facciones fue brutal y sangrienta, que fue generando la transformación de una era de caudillos a una era de instituciones. El pueblo llevó a cabo la transformación. Sin embargo es muy seductora la ambición de poder en virtud del caudillaje. Debemos estar muy atentos.

“…pero cualquiera que tenga que cometer un acto por encima de la dignidad humana ha perdido la libertad”: Fernando Savater

Se ha reflexionado anteriormente en la transformación de la sociedad humana, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas. No son los caudillos, los héroes, los líderes, los que producen los cambios en una nación, tal como aseveró el británico Thomas Carlyle, en su concepción heroica de la historia. Al contrario, las contradicciones socioeconómicas se agudizan y deviene un proceso de cambio que la sociedad genera. Se debe reiterar que la evolución social proviene de los pueblos y, son ellos, en su conjunto, los que llevan a cabo las revoluciones y por ende, las reivindicaciones que ya exige la masa trabajadora. Francia nos heredó un claro ejemplo de una revolución, al luchar a muerte contra el sistema feudal. Los caudillos que pretendieron encabezar a los pobres hambrientos y humillados por siglos por la monarquía absoluta se fracturaron en diversas facciones, que se enfrentaron entre sí, arrastrando la esencia de la objetividad del proceso, y terminaron por matarse entre ellos.

La masa pasiva, sin afiliaciones sectarias, denominada “el pantano”, fue la que asumió el poder y terminó con la Convención Revolucionaria. Robespierre, que se autodenominaba “el incorruptible”, dejó su cabeza en la cesta de la guillotina, durante la acción de la masa harta de partidos y facciones que ensangrentaron al pueblo francés. Nuestros hechos históricos fueron producto de la participación de enormes masas de hombres que ofrendaron sus vidas por la libertad y la justicia. La lucha por la independencia fue derrotada por los españoles y por facciones de criollos que se enchufaron a la monarquía hispánica. La Reforma Liberal, capítulo fundamental de nuestra historia, nos heredó los principios jurídicos en que deberíamos sustentar el Estado mexicano. Empero, también generó cruentas luchas de facciones y de caudillaje.

La Revolución se inició dividida, entre el reformismo maderista y la democracia burguesa, que necesitaba romper para siempre las ataduras semifeudales que todavía asfixiaban al pueblo trabajador. La lucha de facciones fue brutal y sangrienta, que fue generando la transformación de una era de caudillos a una era de instituciones. El pueblo llevó a cabo la transformación. Sin embargo es muy seductora la ambición de poder en virtud del caudillaje. Debemos estar muy atentos.