/ martes 1 de diciembre de 2020

La pandemia de la violencia


Se considera que México es el peor país para pasar la pandemia en comparación a otros países no sólo europeos, sino latinoamericanos y africanos, por la poca capacidad que se ha tenido para darle frente. A esto se le añadieron otros problemas sociales que veníamos arrastrando desde hace años, como violencia contra la mujer, pobreza extrema, desempleo, corrupción y un sinfín más.

Sin duda, ha sido un 2020 complejo. Nadie imaginó que hoy estaríamos afrontando este panorama a causa del coronavirus, que ya ha cobrado la vida de millones de personas en el mundo. A la par de esta situación, diariamente mujeres continúan siendo asesinadas brutalmente, violadas, golpeadas y sometidas a otros tipos de violencia que terminan por apagarlas; esta es la otra pandemia de violencia que ya vivíamos, pero nadie volteaba a ver. El Día Internacional de la Violencia contra la Mujer se conmemoró en un momento de crisis sanitaria y económica sin precedente, que se suma a la crisis de esta violencia particular. Ante este horizonte, surge la necesidad de reflexionar sobre la violencia; primeramente, porque continuamente la experimentamos y segundo, porque a veces no nos damos cuenta de que la padecemos. Con las marchas de 8 de marzo hubo fuertes críticas hacia féminas que realizaron destrozos en la Ciudad de México: “Las violentas son ellas”, decían, porque es más sencillo culpar a las víctimas que asumir la responsabilidad de que no se le ha podido dar frente a esta violencia estructural, porque es el mismo sistema quién la ejerce. No se quería entender esta violencia que permite que miles de mujeres sean asesinadas; ahora con los hospitales saturados de contagiados de Covid-19, la falta de respiradores y personas muriendo hasta en las calles por no poder recibir atención médica, se comienza a comprender mejor lo que es la violencia estructural. No sería sorprendente un levantamiento social por este motivo, porque surgiría para exigir a las autoridades que se defienda la vida brindando capacidad para atender la salud; igual que las mujeres. Si identificamos las causas estructurales que permean los distintos tipos de violencias concretas, podremos darles frente, por eso es apremiante ir a sus raíces estructurales. No basta con repartir dinero para subsistir, cubrebocas, o dar paliativos, se necesita construir estructuras que soporten crisis como esta. Cuesta dinero y tiempo, pero es la solución. La otra violencia que tampoco se quiere voltear a ver es la del individualismo y el egoísmo: la gente lucra con la necesidad y el dolor ajeno revendiendo artículos para enfrentar el virus, como oxígeno, oxímetros y artículos de limpieza. Pienso que la prueba máxima del egoísmo fue el acaparamiento masivo de papeles sanitarios a inicios de año. Este año ha sido la pandemia la pandemia de las violencias que se salen, entonces, es momento de reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos construir con esta prueba colectiva que atravesamos.



Se considera que México es el peor país para pasar la pandemia en comparación a otros países no sólo europeos, sino latinoamericanos y africanos, por la poca capacidad que se ha tenido para darle frente. A esto se le añadieron otros problemas sociales que veníamos arrastrando desde hace años, como violencia contra la mujer, pobreza extrema, desempleo, corrupción y un sinfín más.

Sin duda, ha sido un 2020 complejo. Nadie imaginó que hoy estaríamos afrontando este panorama a causa del coronavirus, que ya ha cobrado la vida de millones de personas en el mundo. A la par de esta situación, diariamente mujeres continúan siendo asesinadas brutalmente, violadas, golpeadas y sometidas a otros tipos de violencia que terminan por apagarlas; esta es la otra pandemia de violencia que ya vivíamos, pero nadie volteaba a ver. El Día Internacional de la Violencia contra la Mujer se conmemoró en un momento de crisis sanitaria y económica sin precedente, que se suma a la crisis de esta violencia particular. Ante este horizonte, surge la necesidad de reflexionar sobre la violencia; primeramente, porque continuamente la experimentamos y segundo, porque a veces no nos damos cuenta de que la padecemos. Con las marchas de 8 de marzo hubo fuertes críticas hacia féminas que realizaron destrozos en la Ciudad de México: “Las violentas son ellas”, decían, porque es más sencillo culpar a las víctimas que asumir la responsabilidad de que no se le ha podido dar frente a esta violencia estructural, porque es el mismo sistema quién la ejerce. No se quería entender esta violencia que permite que miles de mujeres sean asesinadas; ahora con los hospitales saturados de contagiados de Covid-19, la falta de respiradores y personas muriendo hasta en las calles por no poder recibir atención médica, se comienza a comprender mejor lo que es la violencia estructural. No sería sorprendente un levantamiento social por este motivo, porque surgiría para exigir a las autoridades que se defienda la vida brindando capacidad para atender la salud; igual que las mujeres. Si identificamos las causas estructurales que permean los distintos tipos de violencias concretas, podremos darles frente, por eso es apremiante ir a sus raíces estructurales. No basta con repartir dinero para subsistir, cubrebocas, o dar paliativos, se necesita construir estructuras que soporten crisis como esta. Cuesta dinero y tiempo, pero es la solución. La otra violencia que tampoco se quiere voltear a ver es la del individualismo y el egoísmo: la gente lucra con la necesidad y el dolor ajeno revendiendo artículos para enfrentar el virus, como oxígeno, oxímetros y artículos de limpieza. Pienso que la prueba máxima del egoísmo fue el acaparamiento masivo de papeles sanitarios a inicios de año. Este año ha sido la pandemia la pandemia de las violencias que se salen, entonces, es momento de reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos construir con esta prueba colectiva que atravesamos.