/ domingo 20 de diciembre de 2020

La participación ciudadana y la representación política


Uno de los temas neurálgicos que la sociedad mexicana debe replantearse es la forma de representación política y de toma de decisiones; toda democracia debe revisarse constantemente, con el propósito de evolucionar.

La democracia, se ha dicho, no se agota en las urnas; por muchos años la sociedad confiadamente dejó su destino en manos de la clase política, creyendo en la preparación y honestidad de los candidatos y esperando que con el pago de impuestos se lograría resolver todos sus problemas, pero desgraciadamente en buena medida no ha sido así; pagar impuestos y desentendernos de lo que hacen los políticos ha significado que lleguen personas a hacer y deshacer, al ver que no había interés ni seguimiento literalmente muchos se despacharon con la cuchara grande, convirtiéndose en un círculo vicioso y motivo para los excesos, corrupción e impunidad.

Aún recuerdo a un jefe que me decía: “Claro que tienes que delegar y dar confianza a tus subalternos, pero recuerda siempre que orden dada y no supervisada se la lleva la fregada”; igual ocurre con la sociedad respecto a sus gobernantes, por asepsia debe darse puntual seguimiento, establecer controles reales de participación ciudadana, legislaciones que claramente establezcan sanciones, pero, sobre todo, voluntad política para respetar y hacer que se respete el Estado de derecho; en lo personal aplaudo a quienes no les tiembla la mano para aplicar la ley, para sancionar a quienes incurren en actos de corrupción.

¿Por qué un funcionario público comete cualquier modalidad de corrupción? Dice el argot popular que “la ocasión hace al ladrón”; por ello, debe cerrarse cualquier posibilidad de que se incurra en estas conductas antiéticas, desde el señalamiento, la instauración de procedimientos administrativos o penales apegados a derecho; de no hacerlo seguiremos destinados a la involución y a la frustración que parece no agotarse ya en el castigo del voto por persona o instituto político diverso.

Escuchar que los legisladores piden “moches” para gestionar recursos para obras y programas públicos es decepcionante por decir lo menos; que votan en algún sentido por cualquier razón menos la que beneficia a sus representados, merece un replanteamiento; debemos procurar un medio de control para que los ciudadanos inconformes puedan revocar el sentido del voto cuando es evidente que es contrario al interés público.

Concluimos entonces que la sociedad debe promover y ejercer figuras de democracia participativa a las cuales hemos llegado muy tarde los mexicanos, aunque existen leyes como las de transparencia, participación ciudadana y figuras como la revocación de mandato que se deben perfeccionar, no sólo deben existir en la legislación, sino en la realidad, deben conocerse ampliamente por los ciudadanos, que no se queden en letra muerta, que realmente las usemos y nos habituemos a ellas; debemos convencernos de que no debemos limitar nuestra vida a las actividades personales o privadas, por el contrario, el mayor esfuerzo debemos depositarlo en la participación pública. Debemos realizar acciones necesarias que logren que entre todos conduzcamos a buen puerto nuestra nación, sobre todo porque de ello depende nuestra calidad de vida y lo que heredaremos a las futuras generaciones.


Uno de los temas neurálgicos que la sociedad mexicana debe replantearse es la forma de representación política y de toma de decisiones; toda democracia debe revisarse constantemente, con el propósito de evolucionar.

La democracia, se ha dicho, no se agota en las urnas; por muchos años la sociedad confiadamente dejó su destino en manos de la clase política, creyendo en la preparación y honestidad de los candidatos y esperando que con el pago de impuestos se lograría resolver todos sus problemas, pero desgraciadamente en buena medida no ha sido así; pagar impuestos y desentendernos de lo que hacen los políticos ha significado que lleguen personas a hacer y deshacer, al ver que no había interés ni seguimiento literalmente muchos se despacharon con la cuchara grande, convirtiéndose en un círculo vicioso y motivo para los excesos, corrupción e impunidad.

Aún recuerdo a un jefe que me decía: “Claro que tienes que delegar y dar confianza a tus subalternos, pero recuerda siempre que orden dada y no supervisada se la lleva la fregada”; igual ocurre con la sociedad respecto a sus gobernantes, por asepsia debe darse puntual seguimiento, establecer controles reales de participación ciudadana, legislaciones que claramente establezcan sanciones, pero, sobre todo, voluntad política para respetar y hacer que se respete el Estado de derecho; en lo personal aplaudo a quienes no les tiembla la mano para aplicar la ley, para sancionar a quienes incurren en actos de corrupción.

¿Por qué un funcionario público comete cualquier modalidad de corrupción? Dice el argot popular que “la ocasión hace al ladrón”; por ello, debe cerrarse cualquier posibilidad de que se incurra en estas conductas antiéticas, desde el señalamiento, la instauración de procedimientos administrativos o penales apegados a derecho; de no hacerlo seguiremos destinados a la involución y a la frustración que parece no agotarse ya en el castigo del voto por persona o instituto político diverso.

Escuchar que los legisladores piden “moches” para gestionar recursos para obras y programas públicos es decepcionante por decir lo menos; que votan en algún sentido por cualquier razón menos la que beneficia a sus representados, merece un replanteamiento; debemos procurar un medio de control para que los ciudadanos inconformes puedan revocar el sentido del voto cuando es evidente que es contrario al interés público.

Concluimos entonces que la sociedad debe promover y ejercer figuras de democracia participativa a las cuales hemos llegado muy tarde los mexicanos, aunque existen leyes como las de transparencia, participación ciudadana y figuras como la revocación de mandato que se deben perfeccionar, no sólo deben existir en la legislación, sino en la realidad, deben conocerse ampliamente por los ciudadanos, que no se queden en letra muerta, que realmente las usemos y nos habituemos a ellas; debemos convencernos de que no debemos limitar nuestra vida a las actividades personales o privadas, por el contrario, el mayor esfuerzo debemos depositarlo en la participación pública. Debemos realizar acciones necesarias que logren que entre todos conduzcamos a buen puerto nuestra nación, sobre todo porque de ello depende nuestra calidad de vida y lo que heredaremos a las futuras generaciones.