/ miércoles 22 de julio de 2020

La paz también se contagia

En un estricto sentido conceptual, paz es un estado social o personal en el que las partes de un conflicto se encuentran en equilibrio y estabilidad, pero además es la tranquilidad mental de una persona o de una comunidad. Es la forma más cercana que se conoce para evitar la violencia, la inquietud y hasta una guerra.

La paz es la capacidad del ser humano para vivir en calma y todos quisiéramos experimentarla a partir de nuestro interior, en el hogar, la nación en la que vivimos y, sin aspiraciones utópicas, en el mundo.

Pero los seres humanos somos tan egoístas, que con que yo tenga paz, los demás no me importan… mientras haya paz en mi casa, que la del vecino se amargue con sus propios conflictos y si mi ciudad está en calma, a partir de la frontera con los otros territorios que cada quien se rasque con sus uñas.

Y no se trata de vivir en el país de las maravillas o dentro de un cuento de hadas donde los sueños se convierten en realidad de la noche a la mañana; todos sabemos que en un espacio en el que convive más de una persona, forzosamente deben existir conflictos y diferencias de opiniones hasta generar, incluso, confrontaciones ideológicas.

Pero si no hay un entorno libre de toda forma de violencia… si nos negamos al diálogo para encontrar las mejores soluciones a un conflicto, esto puede degenerar en situaciones que alcancen consecuencias negativas insospechadas. Vivir en paz nos permite aceptar nuestros errores y reflexionar sobre ellos.

Y es que la paz es uno de los valores que nos hacen mejores personas. En un mundo, el nuestro, donde parece que la violencia está en todos los rincones, buscar la paz no parece una empresa sencilla, pero siempre valdrá la pena intentarlo, por todas y todos.

Incluso el Antiguo Testamento, al utilizar la universal expresión shalom, que significa en hebreo “paz”, siempre se refiere al deseo de bienestar material y espiritual hacia quien se dirige; en los templos católicos, durante la celebración de la misa, hay un espacio que se ha convertido en el descanso interior de los fieles, cuando el sacerdote indica darse el saludo cordial: “La paz sea contigo”.

No conozco a alguien que, en su sano juicio, desee estar en permanente guerra. Se necesitaría una mente desquiciada para ausentarse de las posibilidades de llegar a acuerdos antes que provocar una violencia que lleve a una comunidad o una nación a la confrontación de las armas.

Marshall McLuhan, el canadiense considerado uno de los profetas de la información de masas, en su aldea global y a través del aforismo “el medio es el mensaje”, propuso que las personas, como consumidores de impactos auditivos y visuales, siempre estaremos atentos para decidir entre lo bueno y lo malo. Nos advirtió, incluso, que la inclinación de los seres humanos por buscar reproducir los mensajes negativos, puede ser más recurrente que lo positivo, si no colocamos los filtros pertinentes.

Entonces, si los humanos estamos conscientes de que podemos transmitir mensajes positivos y evitar conflictos innecesarios ¿no sería importante construir la paz desde cualquiera de nuestros espacios?

No sólo podemos contagiarnos de virus. Es importante, tras más de 100 días de confinamiento en casa, de una sana distancia, de cuidados extremos para evitar que la pandemia mate más personas y genere mayores consecuencias graves en todos los países, que hagamos un espacio para contagiarnos, eso sí, de cosas positivas.

¿Cuáles? ¡La paz! La paz también se contagia, cómo se contagia la tranquilidad, la mesura, el aliento, la sonrisa, la felicidad, el buen humor, el optimismo; tratemos de alejarnos de las amarguras, los rencores, el odio, la insidia. Insisto: no hablo de un país maravilloso. Hablo de que si no cuidamos evitar el contagio de un virus como el Covid, entonces dejemos libre el contagio de todo lo bueno, empezando por la paz. Estoy seguro que se puede. Sólo escribo cosas comunes. Buen día.

En un estricto sentido conceptual, paz es un estado social o personal en el que las partes de un conflicto se encuentran en equilibrio y estabilidad, pero además es la tranquilidad mental de una persona o de una comunidad. Es la forma más cercana que se conoce para evitar la violencia, la inquietud y hasta una guerra.

La paz es la capacidad del ser humano para vivir en calma y todos quisiéramos experimentarla a partir de nuestro interior, en el hogar, la nación en la que vivimos y, sin aspiraciones utópicas, en el mundo.

Pero los seres humanos somos tan egoístas, que con que yo tenga paz, los demás no me importan… mientras haya paz en mi casa, que la del vecino se amargue con sus propios conflictos y si mi ciudad está en calma, a partir de la frontera con los otros territorios que cada quien se rasque con sus uñas.

Y no se trata de vivir en el país de las maravillas o dentro de un cuento de hadas donde los sueños se convierten en realidad de la noche a la mañana; todos sabemos que en un espacio en el que convive más de una persona, forzosamente deben existir conflictos y diferencias de opiniones hasta generar, incluso, confrontaciones ideológicas.

Pero si no hay un entorno libre de toda forma de violencia… si nos negamos al diálogo para encontrar las mejores soluciones a un conflicto, esto puede degenerar en situaciones que alcancen consecuencias negativas insospechadas. Vivir en paz nos permite aceptar nuestros errores y reflexionar sobre ellos.

Y es que la paz es uno de los valores que nos hacen mejores personas. En un mundo, el nuestro, donde parece que la violencia está en todos los rincones, buscar la paz no parece una empresa sencilla, pero siempre valdrá la pena intentarlo, por todas y todos.

Incluso el Antiguo Testamento, al utilizar la universal expresión shalom, que significa en hebreo “paz”, siempre se refiere al deseo de bienestar material y espiritual hacia quien se dirige; en los templos católicos, durante la celebración de la misa, hay un espacio que se ha convertido en el descanso interior de los fieles, cuando el sacerdote indica darse el saludo cordial: “La paz sea contigo”.

No conozco a alguien que, en su sano juicio, desee estar en permanente guerra. Se necesitaría una mente desquiciada para ausentarse de las posibilidades de llegar a acuerdos antes que provocar una violencia que lleve a una comunidad o una nación a la confrontación de las armas.

Marshall McLuhan, el canadiense considerado uno de los profetas de la información de masas, en su aldea global y a través del aforismo “el medio es el mensaje”, propuso que las personas, como consumidores de impactos auditivos y visuales, siempre estaremos atentos para decidir entre lo bueno y lo malo. Nos advirtió, incluso, que la inclinación de los seres humanos por buscar reproducir los mensajes negativos, puede ser más recurrente que lo positivo, si no colocamos los filtros pertinentes.

Entonces, si los humanos estamos conscientes de que podemos transmitir mensajes positivos y evitar conflictos innecesarios ¿no sería importante construir la paz desde cualquiera de nuestros espacios?

No sólo podemos contagiarnos de virus. Es importante, tras más de 100 días de confinamiento en casa, de una sana distancia, de cuidados extremos para evitar que la pandemia mate más personas y genere mayores consecuencias graves en todos los países, que hagamos un espacio para contagiarnos, eso sí, de cosas positivas.

¿Cuáles? ¡La paz! La paz también se contagia, cómo se contagia la tranquilidad, la mesura, el aliento, la sonrisa, la felicidad, el buen humor, el optimismo; tratemos de alejarnos de las amarguras, los rencores, el odio, la insidia. Insisto: no hablo de un país maravilloso. Hablo de que si no cuidamos evitar el contagio de un virus como el Covid, entonces dejemos libre el contagio de todo lo bueno, empezando por la paz. Estoy seguro que se puede. Sólo escribo cosas comunes. Buen día.

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