/ sábado 28 de agosto de 2021

La película que quiso ser: Sonora, de Alejandro Springall

Por Mario Saavedra

A partir de la novela La ruta de los caídos, de Guillermo Munro, el drama Western Sonora, del realizador Alejandro Springall, desempolva un vergonzoso hecho de nuestra historia contemporánea: la expulsión ––en la década de los treinta–– de los inmigrantes chinos en el estado que le da nombre. Su mayor atributo desencadena una saludable reflexión en torno a una compleja problemática de la que todavía adolecemos: el racismo, pero empieza a perder rumbo conforme se ocupa de muchos otros temas colaterales (desestabilidad postrevolucionaria, consecuencias de la entonces reciente Guerra Cristera, xenofobia, marginación, multiculturalidad) e involucra un exceso de inconsistentes subtramas y personajes.

Una visualmente impactante road movie, con un complicado rodaje en circunstancias climáticas y topográficas extremas para todo su equipo de filmación, Springall consigue un hermoso documento visual. Pero al paralelo corre un discurso narrativo complicado y hasta por momentos ingenuo, sobrecargado y errático, en torno a estos aciagos acontecimientos desencadenados de este lado de la frontera tras la depresión estadounidense de l929 que allá violentó la segregación contra mexicanos.

Con una nómina de probados actores teniendo que dar vida a en su mayoría meros estereotipos, por ejemplo, el siempre confiable Joaquín Cosío encarna a un entre nativo místico, ex alcohólico remiso o sabio marginado; o el experimentado Juan Manuel Bernal, con mejor fortuna, a un entre agitador o supremacista racial; o la primera actriz Dolores Heredia a una más bien desdibujada trágica abuela; o los probados Giovanna Zacarías y Flavio Medina a una inacabada pareja de transportistas. Comprometidos con el proyecto, todos han arriesgando incluso hasta su integridad en circunstancias tan adversas, pero es que el guión nació endeble.

Me quedo con un amargo sabor de boca, porque tan grande esfuerzo, incluso en lo económico, pintaba para más. Y tengo esta sensación porque Sonora es una de esas películas honestas y bien intencionadas que pintan para más, pero se quedan en el intento. Es indudable que Springall muestra oficio y buen gusto, pero la cinta se pierde y va diluyendo conforme se ocupa superficialmente de todo y no ahonda en nada.

Sin embargo hay que reconocerle poner el acento con respecto a vergonzosas prácticas xenófobas y segregacionistas, a toda clase de prejuicios que surgen y se acrecientan con la ignorancia. Y esa intención permea por fortuna a lo largo de todo el filme, incluso durante el sufrido éxodo hacia Mexicali donde todos coinciden y se detona el raudal de conflictos personales en cadena.

Este Sonora, de Alejandro Springall, vuelve a hacernos evidente que en materia artística las buenas intenciones no bastan, incluso habiendo otros mencionados atributos que no alcanzan a salvar el todo. De haber contado con un mejor y más sólido documento atrás, en torno a este ríspido asunto que ha sido tabú, estoy convencido de que este arriesgado cineasta y su profesional equipo, tanto artístico como técnico, hubieran obtenido mucho mejores resultados.

Por Mario Saavedra

A partir de la novela La ruta de los caídos, de Guillermo Munro, el drama Western Sonora, del realizador Alejandro Springall, desempolva un vergonzoso hecho de nuestra historia contemporánea: la expulsión ––en la década de los treinta–– de los inmigrantes chinos en el estado que le da nombre. Su mayor atributo desencadena una saludable reflexión en torno a una compleja problemática de la que todavía adolecemos: el racismo, pero empieza a perder rumbo conforme se ocupa de muchos otros temas colaterales (desestabilidad postrevolucionaria, consecuencias de la entonces reciente Guerra Cristera, xenofobia, marginación, multiculturalidad) e involucra un exceso de inconsistentes subtramas y personajes.

Una visualmente impactante road movie, con un complicado rodaje en circunstancias climáticas y topográficas extremas para todo su equipo de filmación, Springall consigue un hermoso documento visual. Pero al paralelo corre un discurso narrativo complicado y hasta por momentos ingenuo, sobrecargado y errático, en torno a estos aciagos acontecimientos desencadenados de este lado de la frontera tras la depresión estadounidense de l929 que allá violentó la segregación contra mexicanos.

Con una nómina de probados actores teniendo que dar vida a en su mayoría meros estereotipos, por ejemplo, el siempre confiable Joaquín Cosío encarna a un entre nativo místico, ex alcohólico remiso o sabio marginado; o el experimentado Juan Manuel Bernal, con mejor fortuna, a un entre agitador o supremacista racial; o la primera actriz Dolores Heredia a una más bien desdibujada trágica abuela; o los probados Giovanna Zacarías y Flavio Medina a una inacabada pareja de transportistas. Comprometidos con el proyecto, todos han arriesgando incluso hasta su integridad en circunstancias tan adversas, pero es que el guión nació endeble.

Me quedo con un amargo sabor de boca, porque tan grande esfuerzo, incluso en lo económico, pintaba para más. Y tengo esta sensación porque Sonora es una de esas películas honestas y bien intencionadas que pintan para más, pero se quedan en el intento. Es indudable que Springall muestra oficio y buen gusto, pero la cinta se pierde y va diluyendo conforme se ocupa superficialmente de todo y no ahonda en nada.

Sin embargo hay que reconocerle poner el acento con respecto a vergonzosas prácticas xenófobas y segregacionistas, a toda clase de prejuicios que surgen y se acrecientan con la ignorancia. Y esa intención permea por fortuna a lo largo de todo el filme, incluso durante el sufrido éxodo hacia Mexicali donde todos coinciden y se detona el raudal de conflictos personales en cadena.

Este Sonora, de Alejandro Springall, vuelve a hacernos evidente que en materia artística las buenas intenciones no bastan, incluso habiendo otros mencionados atributos que no alcanzan a salvar el todo. De haber contado con un mejor y más sólido documento atrás, en torno a este ríspido asunto que ha sido tabú, estoy convencido de que este arriesgado cineasta y su profesional equipo, tanto artístico como técnico, hubieran obtenido mucho mejores resultados.