/ viernes 9 de abril de 2021

La persona indicada

Por Nayo Rodríguez Varela

“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” una frase que se le atribuye a varias figuras históricas y que en cada elección frente a las preguntas ¿Cuál es la opción indicada? ¿Qué persona nos salvará? Se vuelve terriblemente relevante.

La democracia representativa es el conjunto de procedimientos y prácticas por los cuales las personas escogemos un pequeño grupo de individuos para hablar por nosotras y representarnos en un cuerpo legislativo o ejecutivo. Elección tras elección se nos da a escoger entre una tanda de nefastos personajes que ni siquiera tienen propuestas para las múltiples crisis que vivimos, y resulta estúpido pensar que cambiando de personajes habría otro resultado, pues la mera idea de que debe existir “una persona indicada” para decidir y gobernar solo ha perpetuado este modelo anacrónico.

Murray Bookchin decía que “los políticos son actualmente profesionales, cuyo interés reside en obtener poder precisamente a través de su designación para un puesto más elevado” y no es porque se trate de “malas personas” en un inicio, sino que son parte de un sistema de interacciones de poder cuyos imperativos han terminado imponiéndoseles. Este sistema te come al escalar en el mismo.

La democracia representativa hasta la fecha no ha funcionado, así de simple, y continuar esperando resultados diferentes es resignarnos a depender de personajes que no buscan hacer ni lo mínimo para sacarnos de las múltiples crisis. No existe una persona indicada pues, somos todas las personas las que tenemos que repensar otra forma distinta de organizarnos colectivamente.

La apuesta es hacia otros modelos que rompan con los parámetros que se nos han impuesto, abandonando la idea de que un grupo selecto puede decidir por todas. La política, como fue una vez en la grecia ateniense y cómo puede volver a ser, es la democracia directa. Es el control directo de los asuntos comunitarios a través de instituciones democráticas cara a cara que nos permitan llegar a soluciones asumiéndonos desde el encuentro con la colectividad y sin necesidad de ningún representante. Con las actuales plataformas digitales los problemas logísticos quedan de lado.

Esta tradición democrática existe desde antes de los Estados- Nación, tal es el caso de las comunidades originarias que siguen resistiendo a las desgastadas formas del sistema representativo. Otro ejemplo más actual fue el plebiscito celebrado el 24 de Noviembre de 2019 cuando la gente fue a decidir directamente por un proyecto público en lugar de una candidatura.

La política no es solamente electoral, somos seres inherentemente políticos cuya naturaleza está en asociarse para organizar una vida comunitaria compartida. El poder político real reside en las personas y salir de las crisis a las que nos han arrastrado los malos gobiernos dependerá de nosotras, porque donde quiera que existan personas existe poder para redefinir nuestra forma de vida.

Por Nayo Rodríguez Varela

“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” una frase que se le atribuye a varias figuras históricas y que en cada elección frente a las preguntas ¿Cuál es la opción indicada? ¿Qué persona nos salvará? Se vuelve terriblemente relevante.

La democracia representativa es el conjunto de procedimientos y prácticas por los cuales las personas escogemos un pequeño grupo de individuos para hablar por nosotras y representarnos en un cuerpo legislativo o ejecutivo. Elección tras elección se nos da a escoger entre una tanda de nefastos personajes que ni siquiera tienen propuestas para las múltiples crisis que vivimos, y resulta estúpido pensar que cambiando de personajes habría otro resultado, pues la mera idea de que debe existir “una persona indicada” para decidir y gobernar solo ha perpetuado este modelo anacrónico.

Murray Bookchin decía que “los políticos son actualmente profesionales, cuyo interés reside en obtener poder precisamente a través de su designación para un puesto más elevado” y no es porque se trate de “malas personas” en un inicio, sino que son parte de un sistema de interacciones de poder cuyos imperativos han terminado imponiéndoseles. Este sistema te come al escalar en el mismo.

La democracia representativa hasta la fecha no ha funcionado, así de simple, y continuar esperando resultados diferentes es resignarnos a depender de personajes que no buscan hacer ni lo mínimo para sacarnos de las múltiples crisis. No existe una persona indicada pues, somos todas las personas las que tenemos que repensar otra forma distinta de organizarnos colectivamente.

La apuesta es hacia otros modelos que rompan con los parámetros que se nos han impuesto, abandonando la idea de que un grupo selecto puede decidir por todas. La política, como fue una vez en la grecia ateniense y cómo puede volver a ser, es la democracia directa. Es el control directo de los asuntos comunitarios a través de instituciones democráticas cara a cara que nos permitan llegar a soluciones asumiéndonos desde el encuentro con la colectividad y sin necesidad de ningún representante. Con las actuales plataformas digitales los problemas logísticos quedan de lado.

Esta tradición democrática existe desde antes de los Estados- Nación, tal es el caso de las comunidades originarias que siguen resistiendo a las desgastadas formas del sistema representativo. Otro ejemplo más actual fue el plebiscito celebrado el 24 de Noviembre de 2019 cuando la gente fue a decidir directamente por un proyecto público en lugar de una candidatura.

La política no es solamente electoral, somos seres inherentemente políticos cuya naturaleza está en asociarse para organizar una vida comunitaria compartida. El poder político real reside en las personas y salir de las crisis a las que nos han arrastrado los malos gobiernos dependerá de nosotras, porque donde quiera que existan personas existe poder para redefinir nuestra forma de vida.