/ martes 1 de octubre de 2019

La raíz del sentido de la vida

La vida se aprecia de diferentes maneras, hay quienes la aprovechan, la celebran y la agradecen día a día. Otros la viven sin pensarle mucho, en automático, haciendo lo que “deben” o pueden hacer sin cuestionarse, simplemente laten y siguen. Por otro lado hay quienes reniegan de ella y en lamento tras lamento la viven sin hallarle sentido.

El asunto es que vivimos como decidimos o “como nos tocó” rodeados de circunstancias, empapados de herencias y pensamientos que nos llevan cada día a hacer o dejar de hacer, basados en los paradigmas que adoptamos y enganchados en las emociones que éstos nos causan.

Cuando despertamos ante ciertas realidades, la vida cambia, ya no somos iguales, un conocimiento, una experiencia, una persona, pueden influir para que pasemos a otro nivel de conciencia y veamos más allá de lo que antes alcanzábamos a ver.

En mi caminar por este mundo percibo que hay personas enojadas, inconformes, y no pueden valorar la naturaleza para cuidarla y observar que si la deterioramos, nos estamos deteriorando nosotros mismos. La consciencia de valorarla llega cuando entendemos que somos una unidad y que en conjunto caminamos hacia aquello que generamos todos.

Hay personas que cuando no cuidan o dañan premeditadamente espacios, piensan que es la respuesta adecuada a la inconformidad que tienen ante el gobierno u otro mando. ¡Maltrato, ensucio, no pongo la basura en su lugar, destruyo! Acciones que van encaminadas a dar un mensaje de inconformidad, un ¡Ahi te va! Que regresa como bumerang tarde o temprano.

En esta cuestión sólo hay que analizar que hacemos para conservar los elementos naturales que dan vida a los ecosistemas que nos proveen de lo indispensable para vivir: alimento, ese que viene del conjunto de tierra, agua, aire.

Desde el concepto de cómo vivimos y apreciamos a vida, hace falta el ingrediente de cuidar el medioambiente, una decisión que pesa en todos los estilos de la existencia. Si me gusta la vida, pues a cuidar lo que la hace posible. Si vivo en automático, pues saber que esa secuencia que me lleva a hacer lo que hago está basada en que tengo que comer por la nobleza de la naturaleza. Y si el lamento es mi constante ¡Nada más imagínate qué sería de tu detestable vida sin comer, sin poder respirar aire puro, sin poder caminar en un suelo sano y lleno de maravillas!

Todos tenemos una razón para vivir y seguir viviendo, el trabajo está en buscarla y si nuestra vida es ante nuestros ojos un sinsentido, pues haz un favor y ayuda a conservar la naturaleza para aquellos que sí disfrutan y le ven sentido, una herencia que desde de tu infructuosa vida también se agradecerá, y quizá le empiece a dar sentido a tu existencia.

Para hacer conexión con la naturaleza, amarla y cuidarla, hay que observarla y conocerla, es sin duda la respuesta para despertar.

Cuando una persona está perdida en la depresión, la angustia, adicciones, drogas (legales y no). La vuelta a la serenidad está en muchos aspectos, pero un ingrediente indispensable es hacer contacto con la naturaleza, caminar, cuidar plantas, sembrar una hortaliza, cuidar un parque, tener un perro, gato u otra mascota, que no requiera de encierro.

Por eso acertadamente en muchos centros de rehabilitación los adictos trabajan la tierra, porque desde esta actividad se genera una conexión con el planeta y su grandeza.

Cuida la naturaleza, busca una actividad que te conecte con ella y te aseguro que resurgirás en todos los aspectos.


La vida se aprecia de diferentes maneras, hay quienes la aprovechan, la celebran y la agradecen día a día. Otros la viven sin pensarle mucho, en automático, haciendo lo que “deben” o pueden hacer sin cuestionarse, simplemente laten y siguen. Por otro lado hay quienes reniegan de ella y en lamento tras lamento la viven sin hallarle sentido.

El asunto es que vivimos como decidimos o “como nos tocó” rodeados de circunstancias, empapados de herencias y pensamientos que nos llevan cada día a hacer o dejar de hacer, basados en los paradigmas que adoptamos y enganchados en las emociones que éstos nos causan.

Cuando despertamos ante ciertas realidades, la vida cambia, ya no somos iguales, un conocimiento, una experiencia, una persona, pueden influir para que pasemos a otro nivel de conciencia y veamos más allá de lo que antes alcanzábamos a ver.

En mi caminar por este mundo percibo que hay personas enojadas, inconformes, y no pueden valorar la naturaleza para cuidarla y observar que si la deterioramos, nos estamos deteriorando nosotros mismos. La consciencia de valorarla llega cuando entendemos que somos una unidad y que en conjunto caminamos hacia aquello que generamos todos.

Hay personas que cuando no cuidan o dañan premeditadamente espacios, piensan que es la respuesta adecuada a la inconformidad que tienen ante el gobierno u otro mando. ¡Maltrato, ensucio, no pongo la basura en su lugar, destruyo! Acciones que van encaminadas a dar un mensaje de inconformidad, un ¡Ahi te va! Que regresa como bumerang tarde o temprano.

En esta cuestión sólo hay que analizar que hacemos para conservar los elementos naturales que dan vida a los ecosistemas que nos proveen de lo indispensable para vivir: alimento, ese que viene del conjunto de tierra, agua, aire.

Desde el concepto de cómo vivimos y apreciamos a vida, hace falta el ingrediente de cuidar el medioambiente, una decisión que pesa en todos los estilos de la existencia. Si me gusta la vida, pues a cuidar lo que la hace posible. Si vivo en automático, pues saber que esa secuencia que me lleva a hacer lo que hago está basada en que tengo que comer por la nobleza de la naturaleza. Y si el lamento es mi constante ¡Nada más imagínate qué sería de tu detestable vida sin comer, sin poder respirar aire puro, sin poder caminar en un suelo sano y lleno de maravillas!

Todos tenemos una razón para vivir y seguir viviendo, el trabajo está en buscarla y si nuestra vida es ante nuestros ojos un sinsentido, pues haz un favor y ayuda a conservar la naturaleza para aquellos que sí disfrutan y le ven sentido, una herencia que desde de tu infructuosa vida también se agradecerá, y quizá le empiece a dar sentido a tu existencia.

Para hacer conexión con la naturaleza, amarla y cuidarla, hay que observarla y conocerla, es sin duda la respuesta para despertar.

Cuando una persona está perdida en la depresión, la angustia, adicciones, drogas (legales y no). La vuelta a la serenidad está en muchos aspectos, pero un ingrediente indispensable es hacer contacto con la naturaleza, caminar, cuidar plantas, sembrar una hortaliza, cuidar un parque, tener un perro, gato u otra mascota, que no requiera de encierro.

Por eso acertadamente en muchos centros de rehabilitación los adictos trabajan la tierra, porque desde esta actividad se genera una conexión con el planeta y su grandeza.

Cuida la naturaleza, busca una actividad que te conecte con ella y te aseguro que resurgirás en todos los aspectos.