/ martes 11 de enero de 2022

La riqueza repartida

Quizá se ha preguntado alguna vez: ¿Echaré a perder a mis hijos si les doy dinero? De acuerdo al The National Affluent Study 1981-1982 en Estados Unidos, realizado por Thomas J. Stanley, los que reciben este tipo de regalos, Ayuda Económica Externa (AEE), no son “marginados sin trabajo”. De hecho, suelen ser personas bien educadas que ocupan buenos puestos de trabajo. Este ensayo arroja que, por regla general, los hijos que reciben dinero de sus padres (receptores) tienen menores niveles de patrimonio neto (riqueza) e ingresos que aquellos que no reciben regalos AEE.

Los receptores de AEE tienen, con frecuencia, poca capacidad de generar ingresos, los cuales no aumentan al mismo ritmo que sus gastos. Por ejemplo, si el regalo se usa para adquirir una casa en un barrio exclusivo, el destinatario se enganchará en un círculo vicioso de gastos en vestido, jardinería, autos, colegios privados, etc., que le permitan encajar con su entorno, lo que le llevará a una dependencia continua del donante. En este caso, regalar dinero genera más consumo que ahorro e inversión, o el beneficiario termina por no distinguir su patrimonio del de sus padres.

No siempre los hijos de personas acaudaladas funcionan automáticamente tan bien como sus padres a la hora de atesorar dinero. La buena noticia para ellos es que los hijos de padres millonarios tienen 1 probabilidad de cada 5 de acumular en su vida una cantidad de siete cifras, mientras que los hijos de no millonarios tienen 1 de 30 aproximadamente. ¿Qué puede dársele a los hijos para ayudarles a convertirse en adultos económicamente productivos? Para mejorar su rentabilidad económica es esencial enseñarles a ser ahorradores, independientes y fomentar su responsabilidad.

Existen innumerables ejemplos sobre la relación inversa entre productividad económica y ayudas económicas importantes, como la pobreza que Cuba no ha superado a pesar de los millonarios subsidios de la extinta Unión Soviética. A través de este cristal, ya podemos darnos cuenta que obsequiar dinero del sector más productivo a la población menos productiva como política pública de la cuarta transformación, en la mayoría de los casos, nunca tendrá efectos positivos permanentes para eliminar la desigualdad ni para incentivar un crecimiento económico sostenido.

¿Qué será lo que se logre con esto? Fortalecer al fuerte y debilitar al débil, perpetuando los rezagos estructurales que, en teoría, se buscan superar. Se parece a la metodología que se aplica a los niños con una personalidad débil, a los que sus padres hacen sus deberes o cambian de colegio porque tienen un problema de escritura o lenguaje. ¿Qué sucede cuando los hijos debilitados se vuelven adultos? Pues, por lo general, no tienen iniciativa. Por el contrario, una relación estadísticamente probada será que mientras menos dinero reciban los hijos, más dinero acumularán.

La misma verdad podría establecerse en relación con el gobierno benefactor o paternalista, y los beneficiarios que cuentan con recursos sin un esfuerzo productivo de por medio. Se equivoca quien piensa que la riqueza cambiará automáticamente a las personas y las hará productivas. La disciplina y la iniciativa son cosas que uno no puede comprar como si fueran coches o ropa. agusperezr@hotmail.com

Administrador financiero



Quizá se ha preguntado alguna vez: ¿Echaré a perder a mis hijos si les doy dinero? De acuerdo al The National Affluent Study 1981-1982 en Estados Unidos, realizado por Thomas J. Stanley, los que reciben este tipo de regalos, Ayuda Económica Externa (AEE), no son “marginados sin trabajo”. De hecho, suelen ser personas bien educadas que ocupan buenos puestos de trabajo. Este ensayo arroja que, por regla general, los hijos que reciben dinero de sus padres (receptores) tienen menores niveles de patrimonio neto (riqueza) e ingresos que aquellos que no reciben regalos AEE.

Los receptores de AEE tienen, con frecuencia, poca capacidad de generar ingresos, los cuales no aumentan al mismo ritmo que sus gastos. Por ejemplo, si el regalo se usa para adquirir una casa en un barrio exclusivo, el destinatario se enganchará en un círculo vicioso de gastos en vestido, jardinería, autos, colegios privados, etc., que le permitan encajar con su entorno, lo que le llevará a una dependencia continua del donante. En este caso, regalar dinero genera más consumo que ahorro e inversión, o el beneficiario termina por no distinguir su patrimonio del de sus padres.

No siempre los hijos de personas acaudaladas funcionan automáticamente tan bien como sus padres a la hora de atesorar dinero. La buena noticia para ellos es que los hijos de padres millonarios tienen 1 probabilidad de cada 5 de acumular en su vida una cantidad de siete cifras, mientras que los hijos de no millonarios tienen 1 de 30 aproximadamente. ¿Qué puede dársele a los hijos para ayudarles a convertirse en adultos económicamente productivos? Para mejorar su rentabilidad económica es esencial enseñarles a ser ahorradores, independientes y fomentar su responsabilidad.

Existen innumerables ejemplos sobre la relación inversa entre productividad económica y ayudas económicas importantes, como la pobreza que Cuba no ha superado a pesar de los millonarios subsidios de la extinta Unión Soviética. A través de este cristal, ya podemos darnos cuenta que obsequiar dinero del sector más productivo a la población menos productiva como política pública de la cuarta transformación, en la mayoría de los casos, nunca tendrá efectos positivos permanentes para eliminar la desigualdad ni para incentivar un crecimiento económico sostenido.

¿Qué será lo que se logre con esto? Fortalecer al fuerte y debilitar al débil, perpetuando los rezagos estructurales que, en teoría, se buscan superar. Se parece a la metodología que se aplica a los niños con una personalidad débil, a los que sus padres hacen sus deberes o cambian de colegio porque tienen un problema de escritura o lenguaje. ¿Qué sucede cuando los hijos debilitados se vuelven adultos? Pues, por lo general, no tienen iniciativa. Por el contrario, una relación estadísticamente probada será que mientras menos dinero reciban los hijos, más dinero acumularán.

La misma verdad podría establecerse en relación con el gobierno benefactor o paternalista, y los beneficiarios que cuentan con recursos sin un esfuerzo productivo de por medio. Se equivoca quien piensa que la riqueza cambiará automáticamente a las personas y las hará productivas. La disciplina y la iniciativa son cosas que uno no puede comprar como si fueran coches o ropa. agusperezr@hotmail.com

Administrador financiero