/ sábado 21 de septiembre de 2019

La segunda fuerza

Comienzo mi colaboración con una definición general del génesis del concepto “fuerza política”. George Burdeau, eminente constitucionalista francés del siglo pasado (1905-1988) afirmaba que “la sociedad humana nace en lucha con la naturaleza. Las fuerzas para esa lucha nacen de la vitalidad, de la necesidad, del temor. La sociedad es la organización de esas fuerzas para luchar por la vida. Esas mismas fuerzas actúan sobre la sociedad para perfeccionarla, y se politizan para construir futuro”. Así, decía, nacen las verdaderas fuerzas políticas.


Burdeau abunda al advertir que las fuerzas políticas deben nacer de propósitos que configuran el proyecto de vida en común, de la sociedad, de cara al futuro. En extrapolación de lo social a lo parlamentario, la intensidad de esas fuerzas políticas no se mide entonces, ni por el número de integrantes de la agrupación, ni por su capacidad de contestación, imposición o paralización de los debates y los procesos legislativos.


La fuerza política en el ámbito del parlamento se mide por la capacidad de alcanzar mediante acuerdos, diálogo y armonización de esfuerzos colectivos, privilegiando en las ideas y posiciones no las diferencias, sino las coincidencias por muy pequeñas que éstas sean.


En la exacerbación del antagonismo político, lo obtuso de lo ideológico y la negación a ceder o sacrificar posiciones personales o grupales, radica el debilitamiento de la fuerza política como tal. Y como sucede en el congreso de Chihuahua, de nada le sirve a la primera minoría contar con un numeroso grupo de legisladores si fácilmente ceden a la tentación y caen ante dichos impulsos político-partidistas.


Es la aplicación de las ideas de Burdeau en nuestro caso local, lo que explica cómo la segunda fuerza política (acreditada a Morena sólo por su cantidad de diputados) fácilmente se convierte en tercera o cuarta fuerza política, aún y cuando siga conservando su elevado número de diputados.


Es preciso, para lograr un avance en los procesos parlamentarios y en consecuencia alcanzar la aprobación social, que los legisladores antepongan a sus prioridades individuales (liderazgo individual) o sus intereses grupales (desarrollo partidario), la búsqueda del bien común social, desde la perspectiva sí de una conciliación entre las coincidencias o afinidades con su contraparte y no desde la cerrada visión que nos hace creer que ser oposición, significa oponerse a todo, por todo y ante todo.


Sólo así los liderazgos personales se podrán desarrollar y los grupos parlamentarios se podrán ubicar en una posición correcta que sea concordante entre su número de legisladores y su potencia y trascendencia como fuerza política.


Mientras actúen de esta manera, seguirán destinados integrar una bancada débil, sin verdadero peso e impacto en las decisiones políticas y sin mucho rédito político al final, cuando vengan de nuevo las elecciones. Dijo en su momento Burdeau, “a mayor diálogo, acuerdo y conciliación, mayor peso político y mayor influencia política, lo mismo en lo social que en lo parlamentario”.

Comienzo mi colaboración con una definición general del génesis del concepto “fuerza política”. George Burdeau, eminente constitucionalista francés del siglo pasado (1905-1988) afirmaba que “la sociedad humana nace en lucha con la naturaleza. Las fuerzas para esa lucha nacen de la vitalidad, de la necesidad, del temor. La sociedad es la organización de esas fuerzas para luchar por la vida. Esas mismas fuerzas actúan sobre la sociedad para perfeccionarla, y se politizan para construir futuro”. Así, decía, nacen las verdaderas fuerzas políticas.


Burdeau abunda al advertir que las fuerzas políticas deben nacer de propósitos que configuran el proyecto de vida en común, de la sociedad, de cara al futuro. En extrapolación de lo social a lo parlamentario, la intensidad de esas fuerzas políticas no se mide entonces, ni por el número de integrantes de la agrupación, ni por su capacidad de contestación, imposición o paralización de los debates y los procesos legislativos.


La fuerza política en el ámbito del parlamento se mide por la capacidad de alcanzar mediante acuerdos, diálogo y armonización de esfuerzos colectivos, privilegiando en las ideas y posiciones no las diferencias, sino las coincidencias por muy pequeñas que éstas sean.


En la exacerbación del antagonismo político, lo obtuso de lo ideológico y la negación a ceder o sacrificar posiciones personales o grupales, radica el debilitamiento de la fuerza política como tal. Y como sucede en el congreso de Chihuahua, de nada le sirve a la primera minoría contar con un numeroso grupo de legisladores si fácilmente ceden a la tentación y caen ante dichos impulsos político-partidistas.


Es la aplicación de las ideas de Burdeau en nuestro caso local, lo que explica cómo la segunda fuerza política (acreditada a Morena sólo por su cantidad de diputados) fácilmente se convierte en tercera o cuarta fuerza política, aún y cuando siga conservando su elevado número de diputados.


Es preciso, para lograr un avance en los procesos parlamentarios y en consecuencia alcanzar la aprobación social, que los legisladores antepongan a sus prioridades individuales (liderazgo individual) o sus intereses grupales (desarrollo partidario), la búsqueda del bien común social, desde la perspectiva sí de una conciliación entre las coincidencias o afinidades con su contraparte y no desde la cerrada visión que nos hace creer que ser oposición, significa oponerse a todo, por todo y ante todo.


Sólo así los liderazgos personales se podrán desarrollar y los grupos parlamentarios se podrán ubicar en una posición correcta que sea concordante entre su número de legisladores y su potencia y trascendencia como fuerza política.


Mientras actúen de esta manera, seguirán destinados integrar una bancada débil, sin verdadero peso e impacto en las decisiones políticas y sin mucho rédito político al final, cuando vengan de nuevo las elecciones. Dijo en su momento Burdeau, “a mayor diálogo, acuerdo y conciliación, mayor peso político y mayor influencia política, lo mismo en lo social que en lo parlamentario”.