/ jueves 21 de diciembre de 2017

La simulación demagógica: ¿Precampañas o campañas presidenciales?

El pasado 14 de diciembre iniciaron formalmente las precampañas presidenciales, las cuales en realidad se han convertido en campañas, ya que los tres precandidatos inscritos contienden solos en sus respectivos partidos y coaliciones electorales.

Los espacios oficiales en los medios electrónicos de comunicación supuestamente destinados para los precandidatos en realidad sirven para que estos virtuales candidatos den a conocer sus propuestas no sólo a los militantes de sus alianzas, sino a todos los ciudadanos.

Esta anomalía es una más de la simulación democrática existente en los partidos políticos, los cuales se han convertido en meros membretes para llevar al poder a los escogidos por las camarillas que controlan las siglas como si fueran franquicias propias.

La pregunta que los electores deberían hacerles a estos aspirantes es quiénes los eligieron para contender por la Presidencia de la República. En el caso clásico de Andrés Manuel López Obrador fue él mismo, pues para eso creó un partido idóneo y sin contrincantes internos, además de sumar incluso a un partido conservador y poco laico como Encuentro Social.

Ricardo Anaya se postuló a sí mismo desde hace dos años, para lo cual primero eliminó a su principal opositora, Margarita Zavala, la cual optó erróneamente por intentar ser candidata independiente. Luego maniobró hábilmente para dejar a un lado al supuesto creador del frente, Miguel Ángel Mancera, para así quedarse como único precandidato de la coalición PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC).

En el caso de José Antonio Meade, fue más que obvio el “dedazo” presidencial y el acatamiento servil de los dirigentes priistas al “hacer suyo” como único precandidato presidencial a quien nunca ha militado en su partido y sólo se tuvo que presentar como “simpatizante”.

Los tres precandidatos adolecen no sólo de un origen democrático, sino también de la estatura necesaria para ser el estadista que el país necesita y lo guíe a un derrotero más promisorio.

Así los demuestran sus primeras promesas populistas y poco fundamentadas como el de prometerles a los “ninis” (jóvenes que no estudian ni trabajan) una beca de 3 mil 600 pesos y otra de 2 mil 400 pesos a los estudiantes universitarios. Además a los adultos de la tercera edad les duplicará su actual y miserable pensión mensual.

Para no quedarse atrás otro de los precandidatos ofrece a todos los mexicanos una renta universal, pero no especifica el monto y cómo se podría financiar. El tercero insiste en que convertirá al país en una potencia mundial siempre y cuándo se abatan las “brechas” de la corrupción y la inseguridad, o sea tal vez en otro siglo o época histórica.

¿El trío mediocre de aspirantes a la Presidencia de la República es lo único que nos merecemos los mexicanos y tendremos que escoger a uno de ellos? ¿Qué acaso no hay otros prospectos mejores entre los millones de adultos que están inscritos en el padrón electoral?

En un entorno violento e inseguro bajo la amenaza de una nueva crisis económica esta caballada está flaca, como diría el clásico. La avalancha mediática intenta cubrir los vacíos evidentes en las candidaturas e intenta convencer una vez más al público de que son las mejores opciones.

La posibilidad de una alternativa a las propuestas partidistas también se desvanece pues sólo Jaime Rodríguez el Bronco reunió las firmas requeridas y posiblemente lo haga también a última hora Margarita Zavala.

Tampoco estas dos figuras son convincentes ni representan a nadie, pues son también producto de un sistema político caduco que exhibe ya sin inhibiciones su decadencia. La política de los “cuates” y de la transa ha corrompido a las instituciones del país, incluidos desde luego los partidos políticos.

El populismo y la mercadotecnia prevalecerán en estas precampañas o campañas presidenciales, producto de nuestra posmoderna si no es que premoderna política mexicana, o mejor dicho como lo señala Bartra de nuestra desmotherna cultura política mexicana.

Como lo expresa el refrán popular, sólo nos queda la tradicional resignación guadalupana, pues con estos escuálidos bueyes tendremos que arar y arriesgarnos a forjar el futuro de las próximas generaciones, las cuales por cierto están más entretenidas en las redes sociales y sus eventos sociales que en participar para intentar sacar, una vez más, al buey de la barranca…

 

  

El pasado 14 de diciembre iniciaron formalmente las precampañas presidenciales, las cuales en realidad se han convertido en campañas, ya que los tres precandidatos inscritos contienden solos en sus respectivos partidos y coaliciones electorales.

Los espacios oficiales en los medios electrónicos de comunicación supuestamente destinados para los precandidatos en realidad sirven para que estos virtuales candidatos den a conocer sus propuestas no sólo a los militantes de sus alianzas, sino a todos los ciudadanos.

Esta anomalía es una más de la simulación democrática existente en los partidos políticos, los cuales se han convertido en meros membretes para llevar al poder a los escogidos por las camarillas que controlan las siglas como si fueran franquicias propias.

La pregunta que los electores deberían hacerles a estos aspirantes es quiénes los eligieron para contender por la Presidencia de la República. En el caso clásico de Andrés Manuel López Obrador fue él mismo, pues para eso creó un partido idóneo y sin contrincantes internos, además de sumar incluso a un partido conservador y poco laico como Encuentro Social.

Ricardo Anaya se postuló a sí mismo desde hace dos años, para lo cual primero eliminó a su principal opositora, Margarita Zavala, la cual optó erróneamente por intentar ser candidata independiente. Luego maniobró hábilmente para dejar a un lado al supuesto creador del frente, Miguel Ángel Mancera, para así quedarse como único precandidato de la coalición PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC).

En el caso de José Antonio Meade, fue más que obvio el “dedazo” presidencial y el acatamiento servil de los dirigentes priistas al “hacer suyo” como único precandidato presidencial a quien nunca ha militado en su partido y sólo se tuvo que presentar como “simpatizante”.

Los tres precandidatos adolecen no sólo de un origen democrático, sino también de la estatura necesaria para ser el estadista que el país necesita y lo guíe a un derrotero más promisorio.

Así los demuestran sus primeras promesas populistas y poco fundamentadas como el de prometerles a los “ninis” (jóvenes que no estudian ni trabajan) una beca de 3 mil 600 pesos y otra de 2 mil 400 pesos a los estudiantes universitarios. Además a los adultos de la tercera edad les duplicará su actual y miserable pensión mensual.

Para no quedarse atrás otro de los precandidatos ofrece a todos los mexicanos una renta universal, pero no especifica el monto y cómo se podría financiar. El tercero insiste en que convertirá al país en una potencia mundial siempre y cuándo se abatan las “brechas” de la corrupción y la inseguridad, o sea tal vez en otro siglo o época histórica.

¿El trío mediocre de aspirantes a la Presidencia de la República es lo único que nos merecemos los mexicanos y tendremos que escoger a uno de ellos? ¿Qué acaso no hay otros prospectos mejores entre los millones de adultos que están inscritos en el padrón electoral?

En un entorno violento e inseguro bajo la amenaza de una nueva crisis económica esta caballada está flaca, como diría el clásico. La avalancha mediática intenta cubrir los vacíos evidentes en las candidaturas e intenta convencer una vez más al público de que son las mejores opciones.

La posibilidad de una alternativa a las propuestas partidistas también se desvanece pues sólo Jaime Rodríguez el Bronco reunió las firmas requeridas y posiblemente lo haga también a última hora Margarita Zavala.

Tampoco estas dos figuras son convincentes ni representan a nadie, pues son también producto de un sistema político caduco que exhibe ya sin inhibiciones su decadencia. La política de los “cuates” y de la transa ha corrompido a las instituciones del país, incluidos desde luego los partidos políticos.

El populismo y la mercadotecnia prevalecerán en estas precampañas o campañas presidenciales, producto de nuestra posmoderna si no es que premoderna política mexicana, o mejor dicho como lo señala Bartra de nuestra desmotherna cultura política mexicana.

Como lo expresa el refrán popular, sólo nos queda la tradicional resignación guadalupana, pues con estos escuálidos bueyes tendremos que arar y arriesgarnos a forjar el futuro de las próximas generaciones, las cuales por cierto están más entretenidas en las redes sociales y sus eventos sociales que en participar para intentar sacar, una vez más, al buey de la barranca…