/ viernes 26 de noviembre de 2021

La sombra de Pinochet amenaza el futuro de Chile

Las elecciones presidenciales del domingo pasado en Chile han marcado un camino que quizá muchos no esperaban: el centro y la derecha moderada desaparecen del panorama de la segunda vuelta del 19 de diciembre, la izquierda y la extrema derecha se jugarán la presidencia del país.

Las dos tendencias políticas que han pasado a la segunda vuelta son lo más antagónico que podemos encontrar en Chile.

José Antonio Kast, del Partido Republicano, simpatizante de Pinochet, lidera la extrema derecha y podría formar un eje con Bolsonaro (mientras éste se mantenga en el poder) que recordaría en algunas de sus políticas a viejos tiempos de dictaduras militares, muy oscuros en el Cono Sur de América Latina. La única manera de suavizar esa deriva autoritaria serían las condiciones que le pusieran sus posibles apoyos que se han quedado fuera de la segunda vuelta y que podrían decantarse por él: Sebastián Sichel, el candidato del oficialismo de Piñera, y Franco Parisi, un ultraliberal que no ha aparecido en Chile en toda la campaña y ha quedado tercero en la primera vuelta, ¿sorprendente? Precisamente Parisi tiene una curiosa historia: Viviendo en Alabama, Estados Unidos, quería presidir Chile, pero hace tres años que no pisa su país, y debe 220,000 euros en pensiones alimenticias para sus hijos; todo esto no ha restado ni un ápice a su desvergüenza cuando afirmaba que era capaz de hacer un país menos desigual, y un 12.80% de los votantes le ha creído viéndole por Zoom.

Gabriel Boric sería el presidente más joven de Chile en el caso de ganar la segunda vuelta el 19 de diciembre, con 35 años, algo que no encaja en las expectativas de gran parte de la población votante chilena. Hay que tener en cuenta el aumento del 33% en la edad media del país, que refleja un proceso de envejecimiento importante, según aparece en un estudio elaborado por el programa Conocimiento e Investigación en Personas Mayores (CIPEM) del país andino. Boric fue uno de los dirigentes de las movilizaciones estudiantiles de 2011 que dieron la vuelta al mundo en los medios de comunicación. Lleva en la Cámara de Diputados desde 2014, por lo tanto, ha pasado de la universidad, aunque no ha terminado la carrera de Derecho, a las calles y a la política. Su punto más débil es la falta de experiencia en gestión, algo que puede pesar para que no supere a su contrincante en esa segunda vuelta. Los ataques de la ultraderecha fueron constantes en la campaña esgrimiendo argumentos de miedo a la izquierda, por otro lado, clásicos en Chile. Pero la cuestión es que a Boric no le salen las cuentas ni sumando los supuestos apoyos en la segunda vuelta de las fuerzas políticas que no apoyarán a Kast.

Todo va a depender de una campaña que será extrema, como los candidatos. Para obtener el voto del centro, más escorado a la derecha o a la izquierda, tendrán que convencer de que el realismo político se impondrá una vez resueltas las elecciones; que Chile no puede permitirse extremos desestabilizadores. Lo que sí necesita son cambios suficientes, sensatos, y sin espectáculos ni amenazas de por medio, para hacer el país menos desigual. En cualquier caso, lo que sí da miedo es ver a un admirador de Pinochet sentado en el Palacio de la Moneda.


Las elecciones presidenciales del domingo pasado en Chile han marcado un camino que quizá muchos no esperaban: el centro y la derecha moderada desaparecen del panorama de la segunda vuelta del 19 de diciembre, la izquierda y la extrema derecha se jugarán la presidencia del país.

Las dos tendencias políticas que han pasado a la segunda vuelta son lo más antagónico que podemos encontrar en Chile.

José Antonio Kast, del Partido Republicano, simpatizante de Pinochet, lidera la extrema derecha y podría formar un eje con Bolsonaro (mientras éste se mantenga en el poder) que recordaría en algunas de sus políticas a viejos tiempos de dictaduras militares, muy oscuros en el Cono Sur de América Latina. La única manera de suavizar esa deriva autoritaria serían las condiciones que le pusieran sus posibles apoyos que se han quedado fuera de la segunda vuelta y que podrían decantarse por él: Sebastián Sichel, el candidato del oficialismo de Piñera, y Franco Parisi, un ultraliberal que no ha aparecido en Chile en toda la campaña y ha quedado tercero en la primera vuelta, ¿sorprendente? Precisamente Parisi tiene una curiosa historia: Viviendo en Alabama, Estados Unidos, quería presidir Chile, pero hace tres años que no pisa su país, y debe 220,000 euros en pensiones alimenticias para sus hijos; todo esto no ha restado ni un ápice a su desvergüenza cuando afirmaba que era capaz de hacer un país menos desigual, y un 12.80% de los votantes le ha creído viéndole por Zoom.

Gabriel Boric sería el presidente más joven de Chile en el caso de ganar la segunda vuelta el 19 de diciembre, con 35 años, algo que no encaja en las expectativas de gran parte de la población votante chilena. Hay que tener en cuenta el aumento del 33% en la edad media del país, que refleja un proceso de envejecimiento importante, según aparece en un estudio elaborado por el programa Conocimiento e Investigación en Personas Mayores (CIPEM) del país andino. Boric fue uno de los dirigentes de las movilizaciones estudiantiles de 2011 que dieron la vuelta al mundo en los medios de comunicación. Lleva en la Cámara de Diputados desde 2014, por lo tanto, ha pasado de la universidad, aunque no ha terminado la carrera de Derecho, a las calles y a la política. Su punto más débil es la falta de experiencia en gestión, algo que puede pesar para que no supere a su contrincante en esa segunda vuelta. Los ataques de la ultraderecha fueron constantes en la campaña esgrimiendo argumentos de miedo a la izquierda, por otro lado, clásicos en Chile. Pero la cuestión es que a Boric no le salen las cuentas ni sumando los supuestos apoyos en la segunda vuelta de las fuerzas políticas que no apoyarán a Kast.

Todo va a depender de una campaña que será extrema, como los candidatos. Para obtener el voto del centro, más escorado a la derecha o a la izquierda, tendrán que convencer de que el realismo político se impondrá una vez resueltas las elecciones; que Chile no puede permitirse extremos desestabilizadores. Lo que sí necesita son cambios suficientes, sensatos, y sin espectáculos ni amenazas de por medio, para hacer el país menos desigual. En cualquier caso, lo que sí da miedo es ver a un admirador de Pinochet sentado en el Palacio de la Moneda.