/ miércoles 15 de abril de 2020

La tormenta y la zozobra

Enfrentamos una impetuosa tormenta, sin carta de navegación, con nuestro capitán desorientado, vemos esa ola gigante que se acerca; todos nosotros en la zozobra.

Y aun faltan meses, para escribir el desenlace de esta mega tragedia.

Nos inunda una gran incertidumbre: ¿Cuánto durará? ¿Por qué dicen que más de la mitad de la población se contagiará y apenas se han contagiado dos millones de los siete mil setecientos millones de habitantes? ¿cuántos habrán de perder la vida? ¿habrá un nuevo repunte? ¿cuáles serán los efectos coyunturales y estructurales en la economía?, ¿cómo cambiarán las cosas cuando termine?

La turbulencia es mundial, pero la suerte de los países dependerá de la habilidad de sus gobiernos para enfrentarla y de los recursos con los que cuenten para echar mano.

Países con margen presupuestal amplio, entramado institucional fuerte, eficaces sistemas de salud podrán contar mejor la historia que aquéllos que no sepan o no tengan cómo enfrentarla. No es un secreto adivinar que México está mal preparado. La economía ya venía mal, la inversión pública y privada en sus mínimos históricos. Un sistema de salud desmantelado, en medio de la extinción del seguro popular y el improvisado arranque del INSABI. Presidentes y primeros ministros de otros países nos advierten que enfrentaremos la peor crisis mundial desde la gran recesión (1929) o desde la segunda guerra mundial (1945), cuando sus impactos fueron históricos, cambiaron profundamente la faz de la tierra.

La crisis que hoy enfrentamos inicia con una dimensión sanitaria, pero detonará una económica y sobrevendrá la dimensión social y política.

Para enfrentar la pandemia se conoce una sola receta, sin posología, una comprobada. La receta consiste en decretar un exasperante aislamiento de la población poniendo en coma inducido a la economía, con el fin de encontrar un equilibrio que minimice los riesgos de salud física de la población y la salud financiera de las empresas y las familias. Para hacerlo es imprescindible tomar esas decisiones a través del método científico y no por los cálculos políticos o los prejuicios ideológicos. La calidad de la información se vuelve determinante y en el caso de México se tiene mucha desconfianza. Las estadísticas internacionales señalan que la cresta de la ola inicia aproximadamente 45 días después de que se contabilizan los primeros cien casos confirmados, lo cual ocurrió el pasado 14 de marzo. La cresta, el contagio masivo, se advierte para el 29 de abril al 13 de mayo.

El sentimiento es de impotencia, frustración y angustia.

Nuestro presidente populista, exacerba la crispación política y la pérdida de confianza de la población. Es un sol que implosiona; genera un hoyo negro y lo devora todo. Sobre todo, la esperanza. Los empresarios siguen administrando su relación con él. Los partidos políticos sin mayor pertinencia. El descontento atomizado, amorfo. Urge llenar ese vacío con una luz al final del túnel. ¿Quién la enciende? Surgen los espontáneos que se lanzan al ruedo con consignas extremistas, radicales. Pero lo que se requiere es un centro. Grande, plural, incluyente, democrático. ¿Quién lanzará la primera propuesta?

Enfrentamos una impetuosa tormenta, sin carta de navegación, con nuestro capitán desorientado, vemos esa ola gigante que se acerca; todos nosotros en la zozobra.

Y aun faltan meses, para escribir el desenlace de esta mega tragedia.

Nos inunda una gran incertidumbre: ¿Cuánto durará? ¿Por qué dicen que más de la mitad de la población se contagiará y apenas se han contagiado dos millones de los siete mil setecientos millones de habitantes? ¿cuántos habrán de perder la vida? ¿habrá un nuevo repunte? ¿cuáles serán los efectos coyunturales y estructurales en la economía?, ¿cómo cambiarán las cosas cuando termine?

La turbulencia es mundial, pero la suerte de los países dependerá de la habilidad de sus gobiernos para enfrentarla y de los recursos con los que cuenten para echar mano.

Países con margen presupuestal amplio, entramado institucional fuerte, eficaces sistemas de salud podrán contar mejor la historia que aquéllos que no sepan o no tengan cómo enfrentarla. No es un secreto adivinar que México está mal preparado. La economía ya venía mal, la inversión pública y privada en sus mínimos históricos. Un sistema de salud desmantelado, en medio de la extinción del seguro popular y el improvisado arranque del INSABI. Presidentes y primeros ministros de otros países nos advierten que enfrentaremos la peor crisis mundial desde la gran recesión (1929) o desde la segunda guerra mundial (1945), cuando sus impactos fueron históricos, cambiaron profundamente la faz de la tierra.

La crisis que hoy enfrentamos inicia con una dimensión sanitaria, pero detonará una económica y sobrevendrá la dimensión social y política.

Para enfrentar la pandemia se conoce una sola receta, sin posología, una comprobada. La receta consiste en decretar un exasperante aislamiento de la población poniendo en coma inducido a la economía, con el fin de encontrar un equilibrio que minimice los riesgos de salud física de la población y la salud financiera de las empresas y las familias. Para hacerlo es imprescindible tomar esas decisiones a través del método científico y no por los cálculos políticos o los prejuicios ideológicos. La calidad de la información se vuelve determinante y en el caso de México se tiene mucha desconfianza. Las estadísticas internacionales señalan que la cresta de la ola inicia aproximadamente 45 días después de que se contabilizan los primeros cien casos confirmados, lo cual ocurrió el pasado 14 de marzo. La cresta, el contagio masivo, se advierte para el 29 de abril al 13 de mayo.

El sentimiento es de impotencia, frustración y angustia.

Nuestro presidente populista, exacerba la crispación política y la pérdida de confianza de la población. Es un sol que implosiona; genera un hoyo negro y lo devora todo. Sobre todo, la esperanza. Los empresarios siguen administrando su relación con él. Los partidos políticos sin mayor pertinencia. El descontento atomizado, amorfo. Urge llenar ese vacío con una luz al final del túnel. ¿Quién la enciende? Surgen los espontáneos que se lanzan al ruedo con consignas extremistas, radicales. Pero lo que se requiere es un centro. Grande, plural, incluyente, democrático. ¿Quién lanzará la primera propuesta?