/ viernes 22 de abril de 2022

La traición, el fin y los medios

Si vemos a la traición como una deslealtad, como una decisión de incumplir lo prometido o ir contra el deber, entonces sí podemos hablar de traición de los servidores públicos cuando son desleales a la ciudadanía, a cuyos intereses comunes debe ajustarse su conducta y sus decisiones en el ejercicio de su encargo.

Lo importante será, en todo caso, definir cuáles son esos intereses comunes –las bondades- que deben guiar el desempeño de los funcionarios públicos y que de no ajustarse a ellos les haga caer en la grave falta de la traición a los ciudadanos (o al pueblo o a la nación, como algunos le llaman). ¿Qué es de interés común?

Hay dos supuestos básicos en esto de la traición a la ciudadanía por parte de los funcionarios públicos: uno, que los intereses comunes estén bien definidos como tales y queden establecidos en un programa o en un proyecto común y, dos, que exista el compromiso explícito de los funcionarios públicos en contribuir al logro de esos bienes.

Luego, viene otro aspecto filosófico, el de la distinción clara entre los fines y los medios. Porque muchas veces que se acusa a alguien de traidor, se le acusa por no estar de acuerdo con los medios o estrategias, aunque al final se está de acuerdo con los fines que se están persiguiendo, los cuales son el interés (o bien) común.

De acuerdo con esto, el fin al que se aspira queda ahí para todos, como interés superior, pero el cuestionamiento sobre las estrategias y tácticas para llegar es lo que constituye el desacuerdo, aunque no por ello se puede hablar de traición. ¿Cómo puede haber traición ahí donde cada voluntad busca el bien para todos? Lo que se discute, en todo caso, es el cómo obtenerlo.

Se puede discutir una estrategia sin alterar en absoluto los intereses o fines de la organización social. Siempre habrá este tipo de discusiones en cualquier organización y no por ello se acusa de traidores a quienes manifiestan su desacuerdo. Lo que pasa es que se comprende que no es el fin lo que se cuestiona (el bienestar, el desarrollo, el crecimiento, etc.).

Cuando se acusa de traidor a quien no está de acuerdo con los medios, aunque esté de acuerdo con los fines, se busca exhibirle ante los ciudadanos como un maloso que no quiere lo mejor para la comunidad, y la prueba que se ofrece de ello es el desacuerdo que se tiene con los medios, pero no hay desacuerdo con los fines, porque sigue comprometido con el bien de todos. Así la falacia.

El compromiso con el bien común, con los intereses de los gobernados, se puede mantener a pesar de las discusiones y los desacuerdos acerca del cómo llegar a esos resultados que todos deseamos. Desaprobar los medios no es traicionar el compromiso que se tiene con el fin, es cuestionar la estrategia, el cómo.


Si vemos a la traición como una deslealtad, como una decisión de incumplir lo prometido o ir contra el deber, entonces sí podemos hablar de traición de los servidores públicos cuando son desleales a la ciudadanía, a cuyos intereses comunes debe ajustarse su conducta y sus decisiones en el ejercicio de su encargo.

Lo importante será, en todo caso, definir cuáles son esos intereses comunes –las bondades- que deben guiar el desempeño de los funcionarios públicos y que de no ajustarse a ellos les haga caer en la grave falta de la traición a los ciudadanos (o al pueblo o a la nación, como algunos le llaman). ¿Qué es de interés común?

Hay dos supuestos básicos en esto de la traición a la ciudadanía por parte de los funcionarios públicos: uno, que los intereses comunes estén bien definidos como tales y queden establecidos en un programa o en un proyecto común y, dos, que exista el compromiso explícito de los funcionarios públicos en contribuir al logro de esos bienes.

Luego, viene otro aspecto filosófico, el de la distinción clara entre los fines y los medios. Porque muchas veces que se acusa a alguien de traidor, se le acusa por no estar de acuerdo con los medios o estrategias, aunque al final se está de acuerdo con los fines que se están persiguiendo, los cuales son el interés (o bien) común.

De acuerdo con esto, el fin al que se aspira queda ahí para todos, como interés superior, pero el cuestionamiento sobre las estrategias y tácticas para llegar es lo que constituye el desacuerdo, aunque no por ello se puede hablar de traición. ¿Cómo puede haber traición ahí donde cada voluntad busca el bien para todos? Lo que se discute, en todo caso, es el cómo obtenerlo.

Se puede discutir una estrategia sin alterar en absoluto los intereses o fines de la organización social. Siempre habrá este tipo de discusiones en cualquier organización y no por ello se acusa de traidores a quienes manifiestan su desacuerdo. Lo que pasa es que se comprende que no es el fin lo que se cuestiona (el bienestar, el desarrollo, el crecimiento, etc.).

Cuando se acusa de traidor a quien no está de acuerdo con los medios, aunque esté de acuerdo con los fines, se busca exhibirle ante los ciudadanos como un maloso que no quiere lo mejor para la comunidad, y la prueba que se ofrece de ello es el desacuerdo que se tiene con los medios, pero no hay desacuerdo con los fines, porque sigue comprometido con el bien de todos. Así la falacia.

El compromiso con el bien común, con los intereses de los gobernados, se puede mantener a pesar de las discusiones y los desacuerdos acerca del cómo llegar a esos resultados que todos deseamos. Desaprobar los medios no es traicionar el compromiso que se tiene con el fin, es cuestionar la estrategia, el cómo.