/ jueves 10 de diciembre de 2020

La vacuna, ¿la panacea para evitar la pandemia?

El gobierno mexicano firmó un convenio con Pfizer para adquirir 34.4 millones de vacunas para prevenir la Covid-19, 250 mil de las cuales arribarán en este mes para ser aplicadas primeramente al personal de salud que enfrenta directamente a la contagiosa epidemia.

El promotor principal de la adquisición de las vacunas ha sido el secretario de Relaciones Exteriores, pues además de lo pactado con la empresa citada se tienen otros contratos para un mayor número de vacunas: 77 millones con AstraZeneca y 35 millones con CanSinoBio.

El canciller Ebrard aumenta así sus bonos políticos mientras que el “zar” de la epidemia los ve menguar ante el avance de la pandemia que ya superó un millón de contagios y cien mil muertes.

El presidente López Obrador informó que se cuenta con el dinero suficiente para la compra de las vacunas y se aplicarán de forma gratuita. Faltaría probar que su distribución e implementación sea la adecuada para que la mayoría de los mexicanos puedan tener acceso a ella.

Si se suma el total de vacunas se podrá vacunar a un poco más de la mitad de la población, pues se deberán aplicar cuando menos dos por persona, por lo que sería necesario adquirir más vacunas para lograr una cobertura universal.

El Reino Unido fue el primer país que ya autorizó la vacuna de AstraZeneca, por lo que contempla en este mes empezar a inmunizar a 50 millones de ingleses.

La eficacia de las prometidas vacunas no deja de ser cuestionable, pues su tiempo de creación y prueba fue muy corto si se le compara con el que tuvieron otras vacunas anteriores. La presión política y económica, sobre todo de los países industrializados, parece ser que ha logrado acortar el plazo de espera que señalaban los organismos certificadores.

Sumada a la eficacia está la eficiencia, pues el manejo de las vacunas no deja de tener sus condiciones, como en el caso de la vacuna de Pfizer que requiere estar a menos de 70 grados centígrados.

Luego se encuentran los factores políticos y sociales para que realmente tengan acceso a ella todos los sectores y no haya discriminación o marginación. Al menos mundialmente son los países más ricos los que ya acapararon los pedidos y en la primera distribución sólo se reservaron cien millones de vacunas para los países más pobres de Asia y África.

La pandemia como cualquier otra crisis ha expuesto las desigualdades sociales para su tratamiento tanto en México como en el resto del mundo.

Los privilegiados han podido protegerse mejor del contagio y del riesgo de fallecer que los más marginados, como lo demuestran las estadísticas. Además, el sistema de salud no ha podido satisfacer las demandas crecientes de los pacientes, salvo sólo en el repetitivo discurso oficial.

La OMS y la OPS acaban de hacer un llamado a México para que tenga un tratamiento más serio para la pandemia, pues sus cifras demuestran que las estrategias aplicadas hasta ahora no han evitado la multiplicación de contagios y muertes.

Una muestra de lo anterior es el fallecimiento de casi mil 500 integrantes del personal de salud, el más alto en todo el mundo.

Las advertencias de estos organismos internacionales no fueron tomadas en cuenta por el gobierno federal, como tampoco lo ha sido hasta la fecha el uso público del cubrebocas.

La esperanza para mitigar el crecimiento de la pandemia con sus efectos negativos es ahora la vacuna para la Covid-19, como años antes lo fuera para la influenza. Ojalá las vacunas sean efectivas para prevenir la enfermedad, por lo que en tanto se apliquen sólo queda continuar con las medidas preventivas para evitar los contagios que han ido en aumento en las últimas semanas.

El gobierno mexicano firmó un convenio con Pfizer para adquirir 34.4 millones de vacunas para prevenir la Covid-19, 250 mil de las cuales arribarán en este mes para ser aplicadas primeramente al personal de salud que enfrenta directamente a la contagiosa epidemia.

El promotor principal de la adquisición de las vacunas ha sido el secretario de Relaciones Exteriores, pues además de lo pactado con la empresa citada se tienen otros contratos para un mayor número de vacunas: 77 millones con AstraZeneca y 35 millones con CanSinoBio.

El canciller Ebrard aumenta así sus bonos políticos mientras que el “zar” de la epidemia los ve menguar ante el avance de la pandemia que ya superó un millón de contagios y cien mil muertes.

El presidente López Obrador informó que se cuenta con el dinero suficiente para la compra de las vacunas y se aplicarán de forma gratuita. Faltaría probar que su distribución e implementación sea la adecuada para que la mayoría de los mexicanos puedan tener acceso a ella.

Si se suma el total de vacunas se podrá vacunar a un poco más de la mitad de la población, pues se deberán aplicar cuando menos dos por persona, por lo que sería necesario adquirir más vacunas para lograr una cobertura universal.

El Reino Unido fue el primer país que ya autorizó la vacuna de AstraZeneca, por lo que contempla en este mes empezar a inmunizar a 50 millones de ingleses.

La eficacia de las prometidas vacunas no deja de ser cuestionable, pues su tiempo de creación y prueba fue muy corto si se le compara con el que tuvieron otras vacunas anteriores. La presión política y económica, sobre todo de los países industrializados, parece ser que ha logrado acortar el plazo de espera que señalaban los organismos certificadores.

Sumada a la eficacia está la eficiencia, pues el manejo de las vacunas no deja de tener sus condiciones, como en el caso de la vacuna de Pfizer que requiere estar a menos de 70 grados centígrados.

Luego se encuentran los factores políticos y sociales para que realmente tengan acceso a ella todos los sectores y no haya discriminación o marginación. Al menos mundialmente son los países más ricos los que ya acapararon los pedidos y en la primera distribución sólo se reservaron cien millones de vacunas para los países más pobres de Asia y África.

La pandemia como cualquier otra crisis ha expuesto las desigualdades sociales para su tratamiento tanto en México como en el resto del mundo.

Los privilegiados han podido protegerse mejor del contagio y del riesgo de fallecer que los más marginados, como lo demuestran las estadísticas. Además, el sistema de salud no ha podido satisfacer las demandas crecientes de los pacientes, salvo sólo en el repetitivo discurso oficial.

La OMS y la OPS acaban de hacer un llamado a México para que tenga un tratamiento más serio para la pandemia, pues sus cifras demuestran que las estrategias aplicadas hasta ahora no han evitado la multiplicación de contagios y muertes.

Una muestra de lo anterior es el fallecimiento de casi mil 500 integrantes del personal de salud, el más alto en todo el mundo.

Las advertencias de estos organismos internacionales no fueron tomadas en cuenta por el gobierno federal, como tampoco lo ha sido hasta la fecha el uso público del cubrebocas.

La esperanza para mitigar el crecimiento de la pandemia con sus efectos negativos es ahora la vacuna para la Covid-19, como años antes lo fuera para la influenza. Ojalá las vacunas sean efectivas para prevenir la enfermedad, por lo que en tanto se apliquen sólo queda continuar con las medidas preventivas para evitar los contagios que han ido en aumento en las últimas semanas.