/ miércoles 17 de marzo de 2021

La velocidad del sonido

El sonido viaja e impacta toda materia, todo ser vivo.

El investigador japonés Masaru Emoto nos explica en su libro Los Mensajes del Agua cómo el medioambiente y el sonido repercuten en los cristales del agua. Después de extraer agua de diferentes lugares o exponerla en diferentes ambientes, la congeló y fotografió los cristales de la misma, descubriendo cómo éstos se embellecen y tienen una forma hermosísima en situaciones de salud ambiental y calma y también cómo los cristales se destruyen en circunstancias de sonidos agresivos y ofensivos.

El agua que fue expuesta en lugares de ruidos estridentes y violentos mostró cristales deformes, el ruido los destruye con esas bombas sonoras. En cambio el agua que estuvo presente en lugares donde había sonidos suaves y positivos, donde los mensajes eran de amor y paz, los cristales se mostraron bellísimos, perfectos.

Extrajo agua de ríos de montañas lejanas a la contaminación, de ciudades densamente pobladas, de cuerpos de agua contaminados, del mar, expuso contenedores de agua en conciertos de música ruidosa y ofensiva y también de música clásica, en congregaciones de rezo y meditación etc. y la conclusión fue que el agua responde al medio en el que se encuentra y que los estímulos de amor y paz inclusive la sanan. Y la pregunta aquí es: ¿Qué le hace el ruido estridente y los mensajes de odio a nuestro cuerpo y al de todo ser vivo? Porque recordemos que nuestro organismo está constituido por más del 70% de agua.

El ruido es el asesino que siempre se sale con la suya, la secuela que deja generalmente se le adjudica a muchas causas, pero no al ruido y a todos esos mensajes de odio, de ira y de miedo que se dan de muchas maneras.

Estoy en Mazatlán y sin duda es un lugar mucho más ruidoso que Chihuahua. Aquí los fuegos artificiales son recurrentes, las pulmonías y otros vehículos transitan las calles con música a volúmenes totalmente irrespetuosos, a toda hora, inclusive en las madrugadas. Muchas personas se quejan y piden al gobierno que haga algo, pero esa condescendencia de las autoridades con el relajo parece un pacto con una permanencia en el poder. No quiere molestar a los que molestan y están de su lado.

Hay una solución simple y tajante: Que el que quiera ruido estridente en lugares públicos se ponga audífonos y que los vehículos de transporte público que ofrecen música a todo volumen los provean a sus clientes para que así recorran sus travesías embebidos en su ansia por un ruido que será sólo para ellos, enalteciendo la frase célebre de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, acentuando que la mayoría queremos paz. Que en las celebraciones se busque otros entretenimientos no explosivos y los fuegos artificiales se consideren de alto riesgo para la naturaleza ¡Porque lo son!

Que el ruido se empiece a considerar una agresión al ser humano, a la fauna y flora ¡Por que realmente lo es! La velocidad del sonido es la misma, pero la intensidad es una elección que se debe quedar en lo personal, aislada de lo demás y los demás.

El sonido viaja e impacta toda materia, todo ser vivo.

El investigador japonés Masaru Emoto nos explica en su libro Los Mensajes del Agua cómo el medioambiente y el sonido repercuten en los cristales del agua. Después de extraer agua de diferentes lugares o exponerla en diferentes ambientes, la congeló y fotografió los cristales de la misma, descubriendo cómo éstos se embellecen y tienen una forma hermosísima en situaciones de salud ambiental y calma y también cómo los cristales se destruyen en circunstancias de sonidos agresivos y ofensivos.

El agua que fue expuesta en lugares de ruidos estridentes y violentos mostró cristales deformes, el ruido los destruye con esas bombas sonoras. En cambio el agua que estuvo presente en lugares donde había sonidos suaves y positivos, donde los mensajes eran de amor y paz, los cristales se mostraron bellísimos, perfectos.

Extrajo agua de ríos de montañas lejanas a la contaminación, de ciudades densamente pobladas, de cuerpos de agua contaminados, del mar, expuso contenedores de agua en conciertos de música ruidosa y ofensiva y también de música clásica, en congregaciones de rezo y meditación etc. y la conclusión fue que el agua responde al medio en el que se encuentra y que los estímulos de amor y paz inclusive la sanan. Y la pregunta aquí es: ¿Qué le hace el ruido estridente y los mensajes de odio a nuestro cuerpo y al de todo ser vivo? Porque recordemos que nuestro organismo está constituido por más del 70% de agua.

El ruido es el asesino que siempre se sale con la suya, la secuela que deja generalmente se le adjudica a muchas causas, pero no al ruido y a todos esos mensajes de odio, de ira y de miedo que se dan de muchas maneras.

Estoy en Mazatlán y sin duda es un lugar mucho más ruidoso que Chihuahua. Aquí los fuegos artificiales son recurrentes, las pulmonías y otros vehículos transitan las calles con música a volúmenes totalmente irrespetuosos, a toda hora, inclusive en las madrugadas. Muchas personas se quejan y piden al gobierno que haga algo, pero esa condescendencia de las autoridades con el relajo parece un pacto con una permanencia en el poder. No quiere molestar a los que molestan y están de su lado.

Hay una solución simple y tajante: Que el que quiera ruido estridente en lugares públicos se ponga audífonos y que los vehículos de transporte público que ofrecen música a todo volumen los provean a sus clientes para que así recorran sus travesías embebidos en su ansia por un ruido que será sólo para ellos, enalteciendo la frase célebre de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, acentuando que la mayoría queremos paz. Que en las celebraciones se busque otros entretenimientos no explosivos y los fuegos artificiales se consideren de alto riesgo para la naturaleza ¡Porque lo son!

Que el ruido se empiece a considerar una agresión al ser humano, a la fauna y flora ¡Por que realmente lo es! La velocidad del sonido es la misma, pero la intensidad es una elección que se debe quedar en lo personal, aislada de lo demás y los demás.

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