/ viernes 25 de septiembre de 2020

La verdad en estos tiempos

La verdad muchas veces es como una estrella cuya luminosidad es tan intensa, que no nos atrevemos a ver por miedo a quedarnos ciegos.

Los amantes de la verdad la buscan en los libros, en El Libro (la Biblia), en las promesas, en su intuición, en la escuela, en los amigos, en sus seres queridos, y a veces en los períodos de paz y tranquilidad. Algunos meramente están a la expectativa, mientras que otros luchan por ella. Quizá la verdad, como la felicidad, la podemos encontrar sólo dentro de nosotros mismos.

Nunca es lo mismo reconocer una verdad que amarla. Tampoco es lo mismo meramente encontrar placer en ella. Para encontrarla y amarla, podemos simplemente buscar lo bueno en todas las cosas y vivir con dignidad, aceptando lo que nos sucede sin que necesariamente represente un conformismo.

Por un lado existen dos mundos paralelos. El “real”, el cual es palpable y medible, el aquí y el ahora, y otro más que es el producto de nuestra imaginación, el que vemos y sentimos con nuestro corazón, el que hace del mundo un paraíso o un infierno. El mundo no necesariamente es pura ciencia, la cual está limitada a los descubrimientos más rudimentarios, también es altamente espiritual. No existe escuela científica que pueda probar que es cierto lo que no ha podido probar; tampoco existe aquella que pueda negarlo.

La verdad empieza a ser descubierta cuando encontramos placer al hacer el bien por el bien mismo. Hacer el bien sin esperar premios o castigos, ni puestos políticos. El bien realizado bajo la expectativa de que si no lo realizamos tendremos un castigo, no nos conduce a la paz, ni a la dicha, ni a la felicidad.

Si nos aferramos a una cultura de trabajo, neoliberalismo, según el Presidente, sin distracciones. Si somos vigorosos al aferrarnos a nuestros ideales, sin temores y sin la expectativa de ayuda, nada podrá evitar que prosperemos y sobre todo que seamos felices. En realidad, dejando a un lado partidismos políticos, afiliaciones sindicales, y aún grupos religiosas, si hacemos un esfuerzo para ser más equitativos, más amables, más eficientes y más útiles para los demás, no únicamente beneficiamos a otros, sino a nosotros mismos y de paso a la comunidad.

Podrá haber miles de libros y escritos sobre cómo obtener la felicidad, sin embargo es probable que la fórmula pueda ser descrita en sólo unas palabras, pues la verdad muchas veces es como una estrella cuya luminosidad es tan intensa, que no nos atrevemos a ver por miedo a quedarnos ciegos.

Nuestro mundo puede ser el paraíso descrito en la Biblia, si así queremos verlo, así como también puede ser el infierno si así lo tomamos. El mundo, todas las cosas que nos rodean, siempre tomarán la forma y el significado que nosotros queramos darles.

La verdad es que tener todo lo que Dios nos ha dado y no sentirnos en el Cielo, eso es el infierno.



La verdad muchas veces es como una estrella cuya luminosidad es tan intensa, que no nos atrevemos a ver por miedo a quedarnos ciegos.

Los amantes de la verdad la buscan en los libros, en El Libro (la Biblia), en las promesas, en su intuición, en la escuela, en los amigos, en sus seres queridos, y a veces en los períodos de paz y tranquilidad. Algunos meramente están a la expectativa, mientras que otros luchan por ella. Quizá la verdad, como la felicidad, la podemos encontrar sólo dentro de nosotros mismos.

Nunca es lo mismo reconocer una verdad que amarla. Tampoco es lo mismo meramente encontrar placer en ella. Para encontrarla y amarla, podemos simplemente buscar lo bueno en todas las cosas y vivir con dignidad, aceptando lo que nos sucede sin que necesariamente represente un conformismo.

Por un lado existen dos mundos paralelos. El “real”, el cual es palpable y medible, el aquí y el ahora, y otro más que es el producto de nuestra imaginación, el que vemos y sentimos con nuestro corazón, el que hace del mundo un paraíso o un infierno. El mundo no necesariamente es pura ciencia, la cual está limitada a los descubrimientos más rudimentarios, también es altamente espiritual. No existe escuela científica que pueda probar que es cierto lo que no ha podido probar; tampoco existe aquella que pueda negarlo.

La verdad empieza a ser descubierta cuando encontramos placer al hacer el bien por el bien mismo. Hacer el bien sin esperar premios o castigos, ni puestos políticos. El bien realizado bajo la expectativa de que si no lo realizamos tendremos un castigo, no nos conduce a la paz, ni a la dicha, ni a la felicidad.

Si nos aferramos a una cultura de trabajo, neoliberalismo, según el Presidente, sin distracciones. Si somos vigorosos al aferrarnos a nuestros ideales, sin temores y sin la expectativa de ayuda, nada podrá evitar que prosperemos y sobre todo que seamos felices. En realidad, dejando a un lado partidismos políticos, afiliaciones sindicales, y aún grupos religiosas, si hacemos un esfuerzo para ser más equitativos, más amables, más eficientes y más útiles para los demás, no únicamente beneficiamos a otros, sino a nosotros mismos y de paso a la comunidad.

Podrá haber miles de libros y escritos sobre cómo obtener la felicidad, sin embargo es probable que la fórmula pueda ser descrita en sólo unas palabras, pues la verdad muchas veces es como una estrella cuya luminosidad es tan intensa, que no nos atrevemos a ver por miedo a quedarnos ciegos.

Nuestro mundo puede ser el paraíso descrito en la Biblia, si así queremos verlo, así como también puede ser el infierno si así lo tomamos. El mundo, todas las cosas que nos rodean, siempre tomarán la forma y el significado que nosotros queramos darles.

La verdad es que tener todo lo que Dios nos ha dado y no sentirnos en el Cielo, eso es el infierno.