/ lunes 8 de febrero de 2021

La vida de los partidos

La democracia está diseñada con partidos políticos, eso no lo vamos a cambiar ni se podría. Los independientes son buenas figuras y necesarias para elevar el nivel del debate y en ciertos momentos ponerles un coscorrón a los partidos para que agarren la onda cuando van muy desviados de sus causas. Pero tendremos partidos mientras tengamos democracia.

En el mundo en general, las democracias pasan por momentos críticos por la decepción que existe en los gobiernos que no han sabido resolver los grandes problemas sociales, ni siquiera se han logrado aminorar. Pero gran parte de la culpa la tienen los partidos políticos que se convirtieron en agencias de colocación cooptadas por familias o caciques que sólo permiten entrar en el servicio público si bailas al ritmo que ellos marquen. Claro que como todo, hay sus honrosas excepciones. Los grupos ideológicos luchan contra las estructuras de poder para poder acceder al puesto y una vez en el puesto generan lo necesario para permanecer en el poder. Eso se convierte en el círculo vicioso que tiene decepcionada a la población. Por eso mismo creo que los partidos políticos tendrán un ciclo de vida cada vez más corto y las marcas personales tendrán un mayor pero que la marca-partido.

Partidos que lucharon por derrocar las estructuras clientelares y de cooptación mediática hoy generan esas estructuras y actúan igual con la propaganda gubernamental. Por eso el llamado “chapulineo” es cada vez más común y se da por dos razones: Por la búsqueda forzada de un espacio u oportunidad para entrar al servicio público o por una real incompatibilidad de convicciones o pérdida de congruencia ideológica con un partido.

Ya no existe el partido de los funcionarios santos, o el de los corruptos, el de los demócratas o el de los comunistas, ya no hay partidos de izquierda o de derecha. Ahora sólo existen vehículos de participación ciudadana con ideología (en el mejor de los casos) que ayudan a marcas personales a llegar a servir a la sociedad.

Por eso los partidos deben renovarse constantemente o desaparecen y renacen con otros nombres. Pero la renovación le cuesta mucho a los grupos internos que no quieren soltar el poder (ningún ser humano lo hace voluntariamente) porque ya están acomodados y el cambio los desestabiliza. No debemos de asustarnos con esto, es lo normal. Es la brega de eternidad de la que tanto se habla. Luchar contra el poder para lograr equilibrarlo, siempre. ¿Cuándo terminará esto? Nunca, porque somos humanos y tenemos debilidades. Pero tenemos la responsabilidad social de buscar el bien para todos y esa es la lucha que tenemos que dar.

Por eso lo que hoy en día importa es la persona y la convicción de hacer las cosas de forma correcta. No podemos ser pragmáticos en extremo y creer que usando viejas formas para llegar y luego ya en el poder hacerlo bien, va a suceder. La forma es fondo y la forma en que un político llega al puesto habla mucho de cómo gobernará. Por eso más vale tomar decisiones aunque cuesten pero asegurar la dignidad y convicciones.




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En el mundo en general, las democracias pasan por momentos críticos por la decepción que existe en los gobiernos que no han sabido resolver los grandes problemas sociales, ni siquiera se han logrado aminorar. Pero gran parte de la culpa la tienen los partidos políticos que se convirtieron en agencias de colocación cooptadas por familias o caciques que sólo permiten entrar en el servicio público si bailas al ritmo que ellos marquen. Claro que como todo, hay sus honrosas excepciones. Los grupos ideológicos luchan contra las estructuras de poder para poder acceder al puesto y una vez en el puesto generan lo necesario para permanecer en el poder. Eso se convierte en el círculo vicioso que tiene decepcionada a la población. Por eso mismo creo que los partidos políticos tendrán un ciclo de vida cada vez más corto y las marcas personales tendrán un mayor pero que la marca-partido.

Partidos que lucharon por derrocar las estructuras clientelares y de cooptación mediática hoy generan esas estructuras y actúan igual con la propaganda gubernamental. Por eso el llamado “chapulineo” es cada vez más común y se da por dos razones: Por la búsqueda forzada de un espacio u oportunidad para entrar al servicio público o por una real incompatibilidad de convicciones o pérdida de congruencia ideológica con un partido.

Ya no existe el partido de los funcionarios santos, o el de los corruptos, el de los demócratas o el de los comunistas, ya no hay partidos de izquierda o de derecha. Ahora sólo existen vehículos de participación ciudadana con ideología (en el mejor de los casos) que ayudan a marcas personales a llegar a servir a la sociedad.

Por eso los partidos deben renovarse constantemente o desaparecen y renacen con otros nombres. Pero la renovación le cuesta mucho a los grupos internos que no quieren soltar el poder (ningún ser humano lo hace voluntariamente) porque ya están acomodados y el cambio los desestabiliza. No debemos de asustarnos con esto, es lo normal. Es la brega de eternidad de la que tanto se habla. Luchar contra el poder para lograr equilibrarlo, siempre. ¿Cuándo terminará esto? Nunca, porque somos humanos y tenemos debilidades. Pero tenemos la responsabilidad social de buscar el bien para todos y esa es la lucha que tenemos que dar.

Por eso lo que hoy en día importa es la persona y la convicción de hacer las cosas de forma correcta. No podemos ser pragmáticos en extremo y creer que usando viejas formas para llegar y luego ya en el poder hacerlo bien, va a suceder. La forma es fondo y la forma en que un político llega al puesto habla mucho de cómo gobernará. Por eso más vale tomar decisiones aunque cuesten pero asegurar la dignidad y convicciones.




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