/ miércoles 6 de octubre de 2021

La vigente crisis de la gobernabilidad

Por Heidi Segovia

La vida democrática de nuestro país no se detuvo, pasamos un proceso electoral en el cual se preservaron la salud y los derechos políticos frente a la emergencia sanitaria que vivimos a causa del Covid-19.

Durante el pasado proceso electoral se renovaron 21,368 cargos de elección popular, 15 gubernaturas y la totalidad de la Cámara de Diputados, 30 congresos locales y alrededor de 1,900 presidencias municipales.

Los ciclos políticos de la democracia son los tiempos de la vida pública.

Los ejercicios de gobierno tienen una vigencia establecida en la ley.

Las y los gobernadores y alcaldes electos poco a poco después de sus giras de agradecimiento en sus territorios y encuentros de equipos de entrega-recepción de las administraciones entrantes y de las administraciones salientes han ido tomando protesta.

Algunas y algunos titulares de los ejecutivos electos pasaron por procesos de impugnación y resoluciones de las autoridades jurisdiccionales en materia electoral.

Los cambios de gobierno tratándose del mismo partido llegaban a ser amistosos, pero en estos días hemos visto que ni los gobiernos de los mismos partidos se perdonan la ingobernabilidad de las administraciones que les entregan.

La eficacia en la administración del Estado se mide en base a la gobernabilidad o en la Ingobernabilidad es decir la apreciación ciudadana de si un gobierno es bueno o un gobierno es malo.

Los poderes ejecutivos administran el dinero público en la satisfacción de las necesidades sociales y debe existir un equilibrio en el ejercicio del poder derivado de las exigencias públicas y la capacidad de atenderlas de forma eficaz, estable y de forma legítima.

Lo cierto es que los gobernantes requieren al pueblo, porque la soberanía reside en el pueblo.

La gobernabilidad se tiene que dar en respeto a los derechos humanos y la obligación gubernamental de proveer el bien general. El principio pro persona debe ser el eje transversal de cualquier forma de la administración pública.

Deben existir líneas de gobierno de adentro hacia afuera y de arriba hacia abajo en las administraciones alejadas de los vicios causantes de la ingobernabilidad que se refleja en la insatisfacción de las necesidades públicas y en malos gobiernos.

¡Me siento orgullosa de ser hija de estas hermosas tierras norteñas!









Por Heidi Segovia

La vida democrática de nuestro país no se detuvo, pasamos un proceso electoral en el cual se preservaron la salud y los derechos políticos frente a la emergencia sanitaria que vivimos a causa del Covid-19.

Durante el pasado proceso electoral se renovaron 21,368 cargos de elección popular, 15 gubernaturas y la totalidad de la Cámara de Diputados, 30 congresos locales y alrededor de 1,900 presidencias municipales.

Los ciclos políticos de la democracia son los tiempos de la vida pública.

Los ejercicios de gobierno tienen una vigencia establecida en la ley.

Las y los gobernadores y alcaldes electos poco a poco después de sus giras de agradecimiento en sus territorios y encuentros de equipos de entrega-recepción de las administraciones entrantes y de las administraciones salientes han ido tomando protesta.

Algunas y algunos titulares de los ejecutivos electos pasaron por procesos de impugnación y resoluciones de las autoridades jurisdiccionales en materia electoral.

Los cambios de gobierno tratándose del mismo partido llegaban a ser amistosos, pero en estos días hemos visto que ni los gobiernos de los mismos partidos se perdonan la ingobernabilidad de las administraciones que les entregan.

La eficacia en la administración del Estado se mide en base a la gobernabilidad o en la Ingobernabilidad es decir la apreciación ciudadana de si un gobierno es bueno o un gobierno es malo.

Los poderes ejecutivos administran el dinero público en la satisfacción de las necesidades sociales y debe existir un equilibrio en el ejercicio del poder derivado de las exigencias públicas y la capacidad de atenderlas de forma eficaz, estable y de forma legítima.

Lo cierto es que los gobernantes requieren al pueblo, porque la soberanía reside en el pueblo.

La gobernabilidad se tiene que dar en respeto a los derechos humanos y la obligación gubernamental de proveer el bien general. El principio pro persona debe ser el eje transversal de cualquier forma de la administración pública.

Deben existir líneas de gobierno de adentro hacia afuera y de arriba hacia abajo en las administraciones alejadas de los vicios causantes de la ingobernabilidad que se refleja en la insatisfacción de las necesidades públicas y en malos gobiernos.

¡Me siento orgullosa de ser hija de estas hermosas tierras norteñas!