/ viernes 8 de mayo de 2020

La violencia en tiempos de crisis

En plena fase tres del Covid-19, en la que hay mayor riesgo de contagio, el asesino microscópico sigue acechando con fuerza, y nos tiene confinados en casa, atemorizados, asilados. Mientras tanto la vida sigue con sus problemas rutinarios, pero con más dificultades. A pesar de que las calles están semidesérticas, la violencia no ha disminuido, sigue azotando con toda su fuerza también, el mes de marzo se ha coronado como el más violento desde hace muchos años, al registrarse 2 mil 585 homicidios dolosos, según informes del Sistema Nacional de Seguridad Pública, y añaden los especialistas que pudieran llegar a los 3 mil; tan sólo el 19 y 20 de abril se registraron 219 asesinatos, más los 83 homicidios diarios que siguen aconteciendo. Es terrible que nada frene a la violencia, ni la amenaza de la pandemia, ni los miles de elementos de la Guardia Nacional, que fue creada, según la 4T, para acabar con la violencia; qué lejos están de cumplirse las promesas de campaña de AMLO que según él iban a devolver la seguridad al país, y ha resultado lo contrario.

México continúa sufriendo por las muertes producto de la violencia, que superan por mucho las defunciones que hasta ahora ha dejado el coronavirus.

Desgraciadamente la violencia no sólo mancha de sangre las desoladas calles de las ciudades, también en los hogares hay mucho sufrimiento a causa de la misma. De acuerdo con la Segob, la violencia contra las mujeres y menores de edad se incrementó en un 120% tras el confinamiento por el coronavirus, la estadística arroja que un 66% es violencia física y 22% emocional, quedando las víctimas a expensas de sus agresores – esposo y padre en la mayoría de los casos- quienes tras las frustración del desempleo, la falta de recursos para alimentarse, la desesperación, el hacinamiento, entre otros factores, malamente se desquita con quienes menos culpa tienen: las mujeres y los hijos.

Ante este panorama, ¿de qué sirven los teléfonos de emergencia en estas circunstancias? ¿De qué sirve interponer denuncias por violencia intrafamiliar, si no hay personal para darle seguimiento a las mismas, si no hay alternativas para ingresarlas a refugios seguros, si no hay posibilidad de capacitarlas para proyectos productivos?, puede ser muy buena la intención, pero éstas no resuelven la problemática que nos invade. La sociedad mexicana tiene grandes potenciales, valores que aplicar internamente, valores que exportar al mundo, valores que están por encima de nuestros problemas. El cambio en México para salir adelante debe venir de la sociedad organizada, no esperemos que el Gobierno resuelva los problemas por su propia virtud, la grandeza de los sistemas de Gobierno y del respeto a las libertades tienen por común denominador la participación y la exigencia de la sociedad organizada.


En plena fase tres del Covid-19, en la que hay mayor riesgo de contagio, el asesino microscópico sigue acechando con fuerza, y nos tiene confinados en casa, atemorizados, asilados. Mientras tanto la vida sigue con sus problemas rutinarios, pero con más dificultades. A pesar de que las calles están semidesérticas, la violencia no ha disminuido, sigue azotando con toda su fuerza también, el mes de marzo se ha coronado como el más violento desde hace muchos años, al registrarse 2 mil 585 homicidios dolosos, según informes del Sistema Nacional de Seguridad Pública, y añaden los especialistas que pudieran llegar a los 3 mil; tan sólo el 19 y 20 de abril se registraron 219 asesinatos, más los 83 homicidios diarios que siguen aconteciendo. Es terrible que nada frene a la violencia, ni la amenaza de la pandemia, ni los miles de elementos de la Guardia Nacional, que fue creada, según la 4T, para acabar con la violencia; qué lejos están de cumplirse las promesas de campaña de AMLO que según él iban a devolver la seguridad al país, y ha resultado lo contrario.

México continúa sufriendo por las muertes producto de la violencia, que superan por mucho las defunciones que hasta ahora ha dejado el coronavirus.

Desgraciadamente la violencia no sólo mancha de sangre las desoladas calles de las ciudades, también en los hogares hay mucho sufrimiento a causa de la misma. De acuerdo con la Segob, la violencia contra las mujeres y menores de edad se incrementó en un 120% tras el confinamiento por el coronavirus, la estadística arroja que un 66% es violencia física y 22% emocional, quedando las víctimas a expensas de sus agresores – esposo y padre en la mayoría de los casos- quienes tras las frustración del desempleo, la falta de recursos para alimentarse, la desesperación, el hacinamiento, entre otros factores, malamente se desquita con quienes menos culpa tienen: las mujeres y los hijos.

Ante este panorama, ¿de qué sirven los teléfonos de emergencia en estas circunstancias? ¿De qué sirve interponer denuncias por violencia intrafamiliar, si no hay personal para darle seguimiento a las mismas, si no hay alternativas para ingresarlas a refugios seguros, si no hay posibilidad de capacitarlas para proyectos productivos?, puede ser muy buena la intención, pero éstas no resuelven la problemática que nos invade. La sociedad mexicana tiene grandes potenciales, valores que aplicar internamente, valores que exportar al mundo, valores que están por encima de nuestros problemas. El cambio en México para salir adelante debe venir de la sociedad organizada, no esperemos que el Gobierno resuelva los problemas por su propia virtud, la grandeza de los sistemas de Gobierno y del respeto a las libertades tienen por común denominador la participación y la exigencia de la sociedad organizada.