/ sábado 11 de noviembre de 2017

Las comparaciones necesarias

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero el caso es  que también son necesarias. El desarrollo que alcanzaron otros países que hace tres décadas estaban en similares o peores condiciones que el nuestro, aplicando las estrategias correctas  principalmente en   educación y  cero tolerancia a la  impunidad y a la corrupción, ¿y nosotros cuánto más seguiremos esperando para lograr esa meta?

Según Infobae, en América Latina los países  que registraron mayor progreso  y   mejora en el nivel de vida de los habitantes en las últimas dos décadas así como también  disminución de pobreza y crecimiento económico, esperanza de vida, logros educacionales e ingresos, fueron  Chile y Uruguay; México ha bajado puntos y  es el único país que tiene  más de la mitad de  su población en pobreza, dentro de los  países que eligió  Infobae para hacer la medición                            (Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Uruguay).

Otro modelo exitoso es  Singapur, que se corona con  el gran  mérito de pasar de la pobreza al desarrollo en pocas décadas, porque tiene una de las economías más fuertes a nivel mundial, su ingreso per cápita está por encima del noruego y del norteamericano, entre otros. Una de las estrategias para alcanzar el desarrollo fueron las  acciones acertadas en  la economía y  la aplicación de  medidas fuertes contra la corrupción, esto brindó seguridad  y certeza jurídica a  inversionistas y a la sociedad en general,  además aplica  severas   sanciones a los funcionarios corruptos y  sin excepción, el gobierno  no debe gastar más de lo que ingresa y  leyes para evitar el endeudamiento público, que casi lo prohíben. La calidad educativa en Singapur está reconocida mundialmente dentro de las mejores, la educación primaria es de doce años y todos los ciudadanos están obligados a cursarla, los alumnos son evaluados periódicamente y el papel de los maestros es de gran reconocimiento y respeto en la sociedad.

La reflexión es: ¿Por qué como país tenemos décadas en vías de  desarrollo,  quejándonos de la pobreza, de la situación de violencia, de la corrupción y de la impunidad y no llegamos más lejos del lamento? Si es  tan sencillo  imitar  los modelos exitosos de desarrollo, como lo están haciendo otros países.

Han llegado a tal descaro la corrupción y la impunidad en México, que hoy somos testigos del avorazamiento de gobernantes y funcionarios públicos que llegan a ocupar los puestos para robarse  los dineros del pueblo y  hacerse  millonarios, confiados en la protección de sus cómplices con poder, algunos por la presión ciudadana andan a salto de mata, evadiendo la acción de la justicia y en calidad de prófugos y otros ya están  siendo procesados. La  culpa no es sólo de los funcionarios y gobernantes corruptos, la ciudadanía también lleva parte de la culpa, por no exigir  cero tolerancia a la impunidad y a la corrupción, por no exigir educación de calidad, por elegir a políticos que no están a la altura de la investidura que se le confía y en general por la indiferencia  para forjar un mejor  país.

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero el caso es  que también son necesarias. El desarrollo que alcanzaron otros países que hace tres décadas estaban en similares o peores condiciones que el nuestro, aplicando las estrategias correctas  principalmente en   educación y  cero tolerancia a la  impunidad y a la corrupción, ¿y nosotros cuánto más seguiremos esperando para lograr esa meta?

Según Infobae, en América Latina los países  que registraron mayor progreso  y   mejora en el nivel de vida de los habitantes en las últimas dos décadas así como también  disminución de pobreza y crecimiento económico, esperanza de vida, logros educacionales e ingresos, fueron  Chile y Uruguay; México ha bajado puntos y  es el único país que tiene  más de la mitad de  su población en pobreza, dentro de los  países que eligió  Infobae para hacer la medición                            (Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Uruguay).

Otro modelo exitoso es  Singapur, que se corona con  el gran  mérito de pasar de la pobreza al desarrollo en pocas décadas, porque tiene una de las economías más fuertes a nivel mundial, su ingreso per cápita está por encima del noruego y del norteamericano, entre otros. Una de las estrategias para alcanzar el desarrollo fueron las  acciones acertadas en  la economía y  la aplicación de  medidas fuertes contra la corrupción, esto brindó seguridad  y certeza jurídica a  inversionistas y a la sociedad en general,  además aplica  severas   sanciones a los funcionarios corruptos y  sin excepción, el gobierno  no debe gastar más de lo que ingresa y  leyes para evitar el endeudamiento público, que casi lo prohíben. La calidad educativa en Singapur está reconocida mundialmente dentro de las mejores, la educación primaria es de doce años y todos los ciudadanos están obligados a cursarla, los alumnos son evaluados periódicamente y el papel de los maestros es de gran reconocimiento y respeto en la sociedad.

La reflexión es: ¿Por qué como país tenemos décadas en vías de  desarrollo,  quejándonos de la pobreza, de la situación de violencia, de la corrupción y de la impunidad y no llegamos más lejos del lamento? Si es  tan sencillo  imitar  los modelos exitosos de desarrollo, como lo están haciendo otros países.

Han llegado a tal descaro la corrupción y la impunidad en México, que hoy somos testigos del avorazamiento de gobernantes y funcionarios públicos que llegan a ocupar los puestos para robarse  los dineros del pueblo y  hacerse  millonarios, confiados en la protección de sus cómplices con poder, algunos por la presión ciudadana andan a salto de mata, evadiendo la acción de la justicia y en calidad de prófugos y otros ya están  siendo procesados. La  culpa no es sólo de los funcionarios y gobernantes corruptos, la ciudadanía también lleva parte de la culpa, por no exigir  cero tolerancia a la impunidad y a la corrupción, por no exigir educación de calidad, por elegir a políticos que no están a la altura de la investidura que se le confía y en general por la indiferencia  para forjar un mejor  país.