/ sábado 24 de febrero de 2018

Las cosas simples y sencillas

Para que exista más cordialidad en el mundo, es prudente caer en cuenta  que para alimentar el corazón es necesario reducir la ambición por las cosas superfluas. Si queremos darnos cuenta en serio de la verdad en esta afirmación, encontraremos que no existe mejor bienestar que los hábitos, los modales, las necesidades, las palabras y las creencias sencillas y simples.

Una mejor vida nos llega más bien cuando  no la buscamos. Se da cuando nos comportamos con respeto a todo y todos los que nos rodean, en disfrutar de nuestro  trabajo, en evitar corrompernos; en poder compartir algo de nosotros, que no tiene que ser todo lo que tenemos; cuando cumplimos nuestra misión en la vida, y cada quien tiene la suya.

Hasta una “vida de perro” puede ser agradable, cuando la persona también es agradable. Llevar una vida simple es eso, tener sencillez y eliminar lo superfluo en todas las cosas. Cuando lo hacemos, nuestras necesidades se reducen a un mínimo y nuestra fuerza interna física y espiritual se elevan al máximo.

Se ha vuelto una verdad para muchos concluir que tener mucho dinero es algo esencial para medir el éxito personal. Es mejor considerar este éxito, si lo conseguimos, un lujo, porque si bien, el dinero bien invertido nos permite tener un sinnúmero de cosas que pueden hacer la vida un poco más agradable y nos llegan a dar algunas satisfacciones, dicha abundancia, al final, se burla de nosotros de muchas formas. La infelicidad  es el fatal resultado no tanto de nuestra necesidad, sino de nuestra abundancia.

De lo indispensable, el dinero, eso que muchos ambicionan, sólo puede darnos qué comer, en qué dormir y qué vestir. La pobreza para muchos es desear algo que no tienen, aunque no sea necesario o indispensable.

No es prudente sacrificar nuestro respeto en aparentar lo que no somos o tenemos. No es vergüenza alguna no tener tanto como otros, pero aparentar ser rico es vulgar y lo peor, se nota.

La pobreza que alguien puede resentir, es su opinión particular del significado de la palabra, y la causa de su resentimiento  no es tanto que algo le  haga falta, sino que otros tengan más que él.

El dinero tiene más valor por lo que nos puede evitar que por lo que nos puede dar. Necesitamos cosas  más simples, no pobreza, sino la simpleza que es más arte que economía.

 

Para que exista más cordialidad en el mundo, es prudente caer en cuenta  que para alimentar el corazón es necesario reducir la ambición por las cosas superfluas. Si queremos darnos cuenta en serio de la verdad en esta afirmación, encontraremos que no existe mejor bienestar que los hábitos, los modales, las necesidades, las palabras y las creencias sencillas y simples.

Una mejor vida nos llega más bien cuando  no la buscamos. Se da cuando nos comportamos con respeto a todo y todos los que nos rodean, en disfrutar de nuestro  trabajo, en evitar corrompernos; en poder compartir algo de nosotros, que no tiene que ser todo lo que tenemos; cuando cumplimos nuestra misión en la vida, y cada quien tiene la suya.

Hasta una “vida de perro” puede ser agradable, cuando la persona también es agradable. Llevar una vida simple es eso, tener sencillez y eliminar lo superfluo en todas las cosas. Cuando lo hacemos, nuestras necesidades se reducen a un mínimo y nuestra fuerza interna física y espiritual se elevan al máximo.

Se ha vuelto una verdad para muchos concluir que tener mucho dinero es algo esencial para medir el éxito personal. Es mejor considerar este éxito, si lo conseguimos, un lujo, porque si bien, el dinero bien invertido nos permite tener un sinnúmero de cosas que pueden hacer la vida un poco más agradable y nos llegan a dar algunas satisfacciones, dicha abundancia, al final, se burla de nosotros de muchas formas. La infelicidad  es el fatal resultado no tanto de nuestra necesidad, sino de nuestra abundancia.

De lo indispensable, el dinero, eso que muchos ambicionan, sólo puede darnos qué comer, en qué dormir y qué vestir. La pobreza para muchos es desear algo que no tienen, aunque no sea necesario o indispensable.

No es prudente sacrificar nuestro respeto en aparentar lo que no somos o tenemos. No es vergüenza alguna no tener tanto como otros, pero aparentar ser rico es vulgar y lo peor, se nota.

La pobreza que alguien puede resentir, es su opinión particular del significado de la palabra, y la causa de su resentimiento  no es tanto que algo le  haga falta, sino que otros tengan más que él.

El dinero tiene más valor por lo que nos puede evitar que por lo que nos puede dar. Necesitamos cosas  más simples, no pobreza, sino la simpleza que es más arte que economía.