/ domingo 22 de agosto de 2021

Las “dos caras de la moneda” | Del regreso a clases presenciales

Por: Francisco Javier Pizarro Chávez

La Secretaría de Educación Pública (SEP) informó que, a partir del 30 de agosto, se abrirán las puertas de jardines de niños y escuelas de primaria y secundaria –previa purificación sanitaria de las aulas, baños, bebederos-- y acotamiento de horarios y alumnos, para recuperan las clases presenciales de los programas educativos de cada nivel, que, en lo que va de la pandemia del Covid-19 se cancelaron y se sustituyeron digitalmente.

De inicio corrió la versión en diferentes medios de comunicación que la SEP había señalado que los padres que aceptaran el ingreso escolar de sus hijos tendrían que firmar un acta de aprobación y responsabilidad, en el caso de que se detonaran contagios a los alumnos en las escuelas, lo cual fue desmentido por el presidente de la república, quien en su conferencia mañanera de “Quién es quién” dijo que eso era falso; que los padres y madres de sus hijos están en total libertad de ingresarlos o no.

No fue la única versión negativa difundida. También corrió la voz de que las escuelas estaban en malas condiciones; que era un alto riesgo porque no se ha vacunado a los niños y adolescentes y además, porque el brote de la variante Delta ha incrementado la cifras de contagios y decesos.

Es indudable que esta “cara de la moneda” del regreso a clases es compleja en lo político, lo gremial y la gobernabilidad, pero también dañina a la “otra cara” de las clases presenciales: la del confinamiento y aislamiento que les ha provocado a menores de edad efectos psicológicos negativos.

La mayoría de las personas consideran por lo general que las rabietas, desobediencias, pleitos, tristeza, pesadillas, falta de apetito de sus hijos y nietos, son malagradecidos, son consecuencia de los efectos psíquicos como el miedo, la timidez y el autismo, generados no sólo por el confinamiento e incluso encarcelamiento en que viven; por el aislamiento con sus hermanos mayores, su papa y mama, que se ven obligados a salir a trabajar, pero sobre todo de sus relaciones de amistad con sus amigos vecinos y ex compañeros de la escuela.

Los de mayor edad, hora tras hora no sueltan el celular y la tablet, no para leer sus clases digitales, que les aburren, sino portales y comentarios grotescos e incluso perversos. No saben que los dispositivos dañan su desarrollo neuronal y coeficiente intelectual.

El director de Investigación del Instituto Nacional de Salud de Francia advirtió desde hace medio año, que “No hay excusa para lo que estamos haciendo a nuestros hijos”. Señaló que los niños menores de 6 años no deben usar pantallas y que a partir de esa edad en adelante, acceda a esas pantallas en tiempos cortos, ya que—advierte el neurocientífico referido—“altera el sueño y retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro”.

La inseguridad y el temor que han generado los adversarios del regreso a las clases presenciales tiene como fin, de una parte, extraer un gran capital comercial, como de hecho ya se extrae y también manipular al pueblo.

Por: Francisco Javier Pizarro Chávez

La Secretaría de Educación Pública (SEP) informó que, a partir del 30 de agosto, se abrirán las puertas de jardines de niños y escuelas de primaria y secundaria –previa purificación sanitaria de las aulas, baños, bebederos-- y acotamiento de horarios y alumnos, para recuperan las clases presenciales de los programas educativos de cada nivel, que, en lo que va de la pandemia del Covid-19 se cancelaron y se sustituyeron digitalmente.

De inicio corrió la versión en diferentes medios de comunicación que la SEP había señalado que los padres que aceptaran el ingreso escolar de sus hijos tendrían que firmar un acta de aprobación y responsabilidad, en el caso de que se detonaran contagios a los alumnos en las escuelas, lo cual fue desmentido por el presidente de la república, quien en su conferencia mañanera de “Quién es quién” dijo que eso era falso; que los padres y madres de sus hijos están en total libertad de ingresarlos o no.

No fue la única versión negativa difundida. También corrió la voz de que las escuelas estaban en malas condiciones; que era un alto riesgo porque no se ha vacunado a los niños y adolescentes y además, porque el brote de la variante Delta ha incrementado la cifras de contagios y decesos.

Es indudable que esta “cara de la moneda” del regreso a clases es compleja en lo político, lo gremial y la gobernabilidad, pero también dañina a la “otra cara” de las clases presenciales: la del confinamiento y aislamiento que les ha provocado a menores de edad efectos psicológicos negativos.

La mayoría de las personas consideran por lo general que las rabietas, desobediencias, pleitos, tristeza, pesadillas, falta de apetito de sus hijos y nietos, son malagradecidos, son consecuencia de los efectos psíquicos como el miedo, la timidez y el autismo, generados no sólo por el confinamiento e incluso encarcelamiento en que viven; por el aislamiento con sus hermanos mayores, su papa y mama, que se ven obligados a salir a trabajar, pero sobre todo de sus relaciones de amistad con sus amigos vecinos y ex compañeros de la escuela.

Los de mayor edad, hora tras hora no sueltan el celular y la tablet, no para leer sus clases digitales, que les aburren, sino portales y comentarios grotescos e incluso perversos. No saben que los dispositivos dañan su desarrollo neuronal y coeficiente intelectual.

El director de Investigación del Instituto Nacional de Salud de Francia advirtió desde hace medio año, que “No hay excusa para lo que estamos haciendo a nuestros hijos”. Señaló que los niños menores de 6 años no deben usar pantallas y que a partir de esa edad en adelante, acceda a esas pantallas en tiempos cortos, ya que—advierte el neurocientífico referido—“altera el sueño y retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro”.

La inseguridad y el temor que han generado los adversarios del regreso a las clases presenciales tiene como fin, de una parte, extraer un gran capital comercial, como de hecho ya se extrae y también manipular al pueblo.