/ lunes 31 de agosto de 2020

Las instituciones no son impolutas

El ser humano tiende a buscar la perfección, pero sabe que nunca la va a lograr. Aunque existan personas que se crean perfectas, la gran mayoría sabemos que es una utopía, pero estamos en esta vida recorriendo un camino de constante mejoría, persiguiendo ese sueño.

Las instituciones son creaciones de humanos, que también tienen fallas por la simple lógica de ser manejadas y diseñadas por personas con imperfecciones y errores. Sin embargo, éstas, contrario a los individuos, debería ser más sencillo corregirlas, pues muchos son los ojos que las vigilan y podrían modificar sus errores de diseño y actuación a tiempo. El ser humano batalla más, en hacer un reconocimiento individual de sus errores para posteriormente corregirlos.

Hasta aquí todo va bien, pero el problema radica cuando las personas comienzan a negarse a la realidad y a ocultar los problemas internos de una institución con tal de que no salgan a la luz pública para no dañar su imagen. Esto genera un cáncer, que poco a poco termina por salir a la luz, comúnmente en momentos muy críticos. Esto le pasa a cualquier tipo de institución: religiosa, política, pública o privada. Ninguna organización de seres humanos está exenta. Eso lo sabemos todos.

El ejemplo más claro de estos casos son los partidos políticos, ya que éstos viven del prestigio social que les da su actuar en el servicio público. Sin embargo, es donde más existen mecanismos e intenciones por mantener en secreto errores, omisiones y actos indebidos para que no los conozca la sociedad. Pero esto es un gran error, porque finalmente todo termina por saberse, generalmente cuando las situaciones ya no son corregibles. La actuación ante estas situaciones debe ser inmediata y señalada por los mismos integrantes de los partidos, para que se tomen las acciones necesarias y se sancionen a las personas que actúen indebidamente, no al contrario, protegiéndoles y siendo cómplices.

El PRI es el mejor ejemplo de este problema. Tuvo muchos aciertos a lo largo de sus gobiernos, sin embargo, siempre será identificado por la corrupción que se solapó y se protegió. La “institucionalidad” impidió a sus integrantes denunciar cuando personas cometieron actos de corrupción, o actuando de mala fe. Y cuando este gran cáncer creció internamente no se pudo controlar y salió a la luz toda la información, la institución completa cayó.

Todas las personas saben que las instituciones y mucho menos los partidos políticos, no son impolutas. Por lo mismo, quienes estamos participando en alguno, debemos dejar de querer hacer creer esta falacia, y por el contrario señalar los malos actos de sus integrantes. Porque hoy en día, muchas personas están adoptando la práctica que llevó al partido más grande de México a estar al borde de la desaparición en muy poco tiempo. Nunca olvidemos esto.

Como sociedad también debemos de empezar a separar los actos de las personas de las instituciones, no porque alguien falla, debe fallar la institución. No todas las personas en política son iguales, no todos los partidos son iguales, no todos los gremios son iguales. Debemos juzgar a cada personas por sus actos. Esto hará más fácil el combate a la corrupción y comenzaremos a girar un círculo virtuoso para construir mejores partidos y mejores gobiernos.


El ser humano tiende a buscar la perfección, pero sabe que nunca la va a lograr. Aunque existan personas que se crean perfectas, la gran mayoría sabemos que es una utopía, pero estamos en esta vida recorriendo un camino de constante mejoría, persiguiendo ese sueño.

Las instituciones son creaciones de humanos, que también tienen fallas por la simple lógica de ser manejadas y diseñadas por personas con imperfecciones y errores. Sin embargo, éstas, contrario a los individuos, debería ser más sencillo corregirlas, pues muchos son los ojos que las vigilan y podrían modificar sus errores de diseño y actuación a tiempo. El ser humano batalla más, en hacer un reconocimiento individual de sus errores para posteriormente corregirlos.

Hasta aquí todo va bien, pero el problema radica cuando las personas comienzan a negarse a la realidad y a ocultar los problemas internos de una institución con tal de que no salgan a la luz pública para no dañar su imagen. Esto genera un cáncer, que poco a poco termina por salir a la luz, comúnmente en momentos muy críticos. Esto le pasa a cualquier tipo de institución: religiosa, política, pública o privada. Ninguna organización de seres humanos está exenta. Eso lo sabemos todos.

El ejemplo más claro de estos casos son los partidos políticos, ya que éstos viven del prestigio social que les da su actuar en el servicio público. Sin embargo, es donde más existen mecanismos e intenciones por mantener en secreto errores, omisiones y actos indebidos para que no los conozca la sociedad. Pero esto es un gran error, porque finalmente todo termina por saberse, generalmente cuando las situaciones ya no son corregibles. La actuación ante estas situaciones debe ser inmediata y señalada por los mismos integrantes de los partidos, para que se tomen las acciones necesarias y se sancionen a las personas que actúen indebidamente, no al contrario, protegiéndoles y siendo cómplices.

El PRI es el mejor ejemplo de este problema. Tuvo muchos aciertos a lo largo de sus gobiernos, sin embargo, siempre será identificado por la corrupción que se solapó y se protegió. La “institucionalidad” impidió a sus integrantes denunciar cuando personas cometieron actos de corrupción, o actuando de mala fe. Y cuando este gran cáncer creció internamente no se pudo controlar y salió a la luz toda la información, la institución completa cayó.

Todas las personas saben que las instituciones y mucho menos los partidos políticos, no son impolutas. Por lo mismo, quienes estamos participando en alguno, debemos dejar de querer hacer creer esta falacia, y por el contrario señalar los malos actos de sus integrantes. Porque hoy en día, muchas personas están adoptando la práctica que llevó al partido más grande de México a estar al borde de la desaparición en muy poco tiempo. Nunca olvidemos esto.

Como sociedad también debemos de empezar a separar los actos de las personas de las instituciones, no porque alguien falla, debe fallar la institución. No todas las personas en política son iguales, no todos los partidos son iguales, no todos los gremios son iguales. Debemos juzgar a cada personas por sus actos. Esto hará más fácil el combate a la corrupción y comenzaremos a girar un círculo virtuoso para construir mejores partidos y mejores gobiernos.