/ martes 4 de septiembre de 2018

Las justificaciones de la incompetencia

Pareciera que ya se está volviendo costumbre de muchas personas, principalmente los gobernantes y políticos, que por su incompetencia se la pasan justificando porque no se han hecho las cosas, o porque no se pudieron hacer. En los últimos días hemos sido testigos de una serie de opiniones e intervenciones del Poder Ejecutivo del país relacionado con algunos comportamientos regularmente asociados con la corrupción, y donde en su momento salieron muchos actores a “justificar” o querer justificar hechos.

Como individuos, la falta de cumplimiento a promesas o responsabilidades le asociamos regularmente, una justificación, una explicación de por qué no se hizo o no se puede hacer tal cosa. Un maestro decía que cualquier justificación se considera “harakiri”, o sea estamos declarando un pretexto o una explicación que pudiera cubrirnos ante el hecho o irresponsabilidad.

Regularmente somos “maestros” en echar la culpa a otros o las situaciones del entorno, por algo que no logramos o no hicimos bien. Probablemente sea el instinto de conservación o de sobrevivencia, pero pareciera que esto ya está cayendo en cinismo.

Los gobernantes son, probablemente, los que más recurren a estas respuestas de justificar su incompetencia. La mayoría de ellos se “pasan la pelotita” de uno para otro a los diferentes niveles de los gobiernos.

Presidentes municipales que argumentan su incapacidad de realizar su función, por la falta de apoyo de los gobiernos estatales o federales. O gobernadores que, ante su incapacidad de realizar acciones que signifiquen desarrollo, o argumentando decisiones del gobierno federal, muestran su incapacidad de gobernar, de enfrentar problemáticas de inseguridad, de justificar la incapacidad para cumplir promesas, de gobernar para toda la ciudadanía.

Hay funcionarios ejecutivos que “se mantienen” en sus puestos a base de justificar por qué no han podido cumplir promesas o realizar ciertas acciones. Siempre están justificando el “por qué no”, y pierden el sentido de servicio de confianza de la ciudadanía que tiene o tenía al inicio de las administraciones.

Esos personajes vuelven de la “justificación” su modo de vida, su discurso diario, su forma de mostrar la incapacidad que tienen de gobernar, de dirigir los rumbos de una ciudad, un estado o un país.

Cada vez que escucho a alguien explicar por qué no se realizaron acciones, o por qué no ha sucedido lo que había prometido, y dedicar tiempo y esfuerzo en estas explicaciones, en lugar de ver cómo se resuelve o se toma decisiones, lo único que está demostrando es la incapacidad.

Recuerdo en algún momento, decía un ciudadano “si no puedes ¡renuncia!”. Eso mismo deberíamos exigir los ciudadanos que vemos que el país, algún estado o una ciudad, no avanza porque se encuentra a despensas de un dirigente que no sabe o que no quiere tomar decisiones para que estas regiones avancen, y sólo se dedica a dar explicaciones o a echarle la culpa a alguien más, en lugar de actuar de una manera competente hacia resolver los problemas o a aprovechar oportunidades.

Normalmente, utilizamos las justificaciones o excusas cuando queremos mostrar seguridad, o queremos dar una buena imagen de nosotros mismos. Sin embargo, sin darnos cuenta estamos mostrando nuestra inseguridad, buscando en los demás su agrado o su aprobación.

En ese momento, la duda, la incertidumbre de qué pensarán y la inseguridad nos hacen olvidar que tenemos derecho a nuestras propias decisiones, agraden o no a los demás, y decidimos maquillarlas o transformarlas en relación al criterio que creemos tienen los demás.

Así las justificaciones de los presidentes, gobernadores o ciudadanos, no es otra cosa más que la muestra de la incompetencia.

email: antonio.rios@itesm.mx


Pareciera que ya se está volviendo costumbre de muchas personas, principalmente los gobernantes y políticos, que por su incompetencia se la pasan justificando porque no se han hecho las cosas, o porque no se pudieron hacer. En los últimos días hemos sido testigos de una serie de opiniones e intervenciones del Poder Ejecutivo del país relacionado con algunos comportamientos regularmente asociados con la corrupción, y donde en su momento salieron muchos actores a “justificar” o querer justificar hechos.

Como individuos, la falta de cumplimiento a promesas o responsabilidades le asociamos regularmente, una justificación, una explicación de por qué no se hizo o no se puede hacer tal cosa. Un maestro decía que cualquier justificación se considera “harakiri”, o sea estamos declarando un pretexto o una explicación que pudiera cubrirnos ante el hecho o irresponsabilidad.

Regularmente somos “maestros” en echar la culpa a otros o las situaciones del entorno, por algo que no logramos o no hicimos bien. Probablemente sea el instinto de conservación o de sobrevivencia, pero pareciera que esto ya está cayendo en cinismo.

Los gobernantes son, probablemente, los que más recurren a estas respuestas de justificar su incompetencia. La mayoría de ellos se “pasan la pelotita” de uno para otro a los diferentes niveles de los gobiernos.

Presidentes municipales que argumentan su incapacidad de realizar su función, por la falta de apoyo de los gobiernos estatales o federales. O gobernadores que, ante su incapacidad de realizar acciones que signifiquen desarrollo, o argumentando decisiones del gobierno federal, muestran su incapacidad de gobernar, de enfrentar problemáticas de inseguridad, de justificar la incapacidad para cumplir promesas, de gobernar para toda la ciudadanía.

Hay funcionarios ejecutivos que “se mantienen” en sus puestos a base de justificar por qué no han podido cumplir promesas o realizar ciertas acciones. Siempre están justificando el “por qué no”, y pierden el sentido de servicio de confianza de la ciudadanía que tiene o tenía al inicio de las administraciones.

Esos personajes vuelven de la “justificación” su modo de vida, su discurso diario, su forma de mostrar la incapacidad que tienen de gobernar, de dirigir los rumbos de una ciudad, un estado o un país.

Cada vez que escucho a alguien explicar por qué no se realizaron acciones, o por qué no ha sucedido lo que había prometido, y dedicar tiempo y esfuerzo en estas explicaciones, en lugar de ver cómo se resuelve o se toma decisiones, lo único que está demostrando es la incapacidad.

Recuerdo en algún momento, decía un ciudadano “si no puedes ¡renuncia!”. Eso mismo deberíamos exigir los ciudadanos que vemos que el país, algún estado o una ciudad, no avanza porque se encuentra a despensas de un dirigente que no sabe o que no quiere tomar decisiones para que estas regiones avancen, y sólo se dedica a dar explicaciones o a echarle la culpa a alguien más, en lugar de actuar de una manera competente hacia resolver los problemas o a aprovechar oportunidades.

Normalmente, utilizamos las justificaciones o excusas cuando queremos mostrar seguridad, o queremos dar una buena imagen de nosotros mismos. Sin embargo, sin darnos cuenta estamos mostrando nuestra inseguridad, buscando en los demás su agrado o su aprobación.

En ese momento, la duda, la incertidumbre de qué pensarán y la inseguridad nos hacen olvidar que tenemos derecho a nuestras propias decisiones, agraden o no a los demás, y decidimos maquillarlas o transformarlas en relación al criterio que creemos tienen los demás.

Así las justificaciones de los presidentes, gobernadores o ciudadanos, no es otra cosa más que la muestra de la incompetencia.

email: antonio.rios@itesm.mx