/ jueves 2 de noviembre de 2017

Las mujeres que leen

De acuerdo a Stefan Bolmann en su obra “Mujeres y libros”,  Friedrich Gottlieb Klopstock en su “Mesías”, el hombre ama a la mujer por “entero”. Klopstock cree que se ha ganado un beso de Meta, pero ella es una joven pudorosa y se rehúsa: ella no besa a ningún hombre. Klopstock, al modo intelectual, refuta esta idea, pero ella piensa: "¿Por qué no me besa este mentecato?". En la literatura del siglo XVIII se empezaba a ver que la literatura servía menos para aprenderla, que para vivir y celebrar el momento, que el tiempo se olvidara y los sentimientos fluyeran.

En esta época, cada vez más sirvientas accedían mediante la lectura de novelas a un universo de sentimientos y modelos de conducta que en un principio era exclusivo de sus señores. En historias como “Pamela”, de Samuel Richardson, se negaban los lazos y contradicciones tradicionales, emocionaban en igual medida a la alta sociedad y a la servidumbre, y proporcionaba un método de retórica para jóvenes que no querían tolerar o callar el desprecio que el mundo sentía por ellas, con una protagonista rebelde que habla y escribe libremente.

La emotividad con que las mujeres de esta época leían novelas tenía que ver con que éstas eran el único medio en el que se abordaban cuestiones vitales que les afectaba de manera directa y consciente. Las novelas eran promesas de amor y pasión, una forma de autoconocimiento tan liberadora como insustituible, donde se trataba de sus emociones y preocupaciones, su manera de sentir y de pensar, un primer paso hacia la seguridad de sí mismas y la emancipación. Éstas eran traducidas por mujeres que deseaban darlas a conocer.

Pero no todos estaban de acuerdo. Decían que la lectura desempeñaba un papel decisivo en la amenaza a la inocencia femenina. La seducción iba de la mano de la imaginación. Las novelas instilaban el dulce veneno del deseo en el corazón de las muchachas. Novelas como “Las penas del joven Werther” de Johann Wolfgang von Goethe, con su tema de vivir el amor hasta una muerte trágica, eran consideradas por la joven generación de la época como si fuera una verdad absoluta de la que se buscaba información para organizar y vivir su vida.

Con los protagonistas de estas historias algunos desarrollaban un modelo vital frente al cual se consideraba un fracaso la propia vida. En el caso de la baronesa Elisabeth von der Recke, la lectura de Werther, en una época en que el matrimonio era más por conveniencia, rechazó la novela de Goethe porque no le ofrecía una solución moralmente válida. Una novela, o servía de ejemplo para la vida o no servía de nada, opinaba ella. En realidad, esta historia resistía bastante el propósito de utilizarla como guía de vida. Werther era rebelión pura.

La figura de la lectora abandonada por completo a su novela en el sillón despierta temores entre los hombres. La lectura en silencio es un acto de aislamiento, una forma de sustraerse al control de la comunidad. Dorothea Schlözer, la primera mujer en recibir el grado de doctor en Filosofía en Alemania, inspira a Caroline Schelling. A ambas atraía lo que a otros escandalizaba: la ficción, la creación de otro mundo que rivalizaba con el real y que podía suscitar un conflicto. Esto convertiría a Caroline en un personaje central del prerromanticismo alemán, que buscaba una sociedad cultural sin clases de carácter liberal.

agusperezr@hotmail.com

De acuerdo a Stefan Bolmann en su obra “Mujeres y libros”,  Friedrich Gottlieb Klopstock en su “Mesías”, el hombre ama a la mujer por “entero”. Klopstock cree que se ha ganado un beso de Meta, pero ella es una joven pudorosa y se rehúsa: ella no besa a ningún hombre. Klopstock, al modo intelectual, refuta esta idea, pero ella piensa: "¿Por qué no me besa este mentecato?". En la literatura del siglo XVIII se empezaba a ver que la literatura servía menos para aprenderla, que para vivir y celebrar el momento, que el tiempo se olvidara y los sentimientos fluyeran.

En esta época, cada vez más sirvientas accedían mediante la lectura de novelas a un universo de sentimientos y modelos de conducta que en un principio era exclusivo de sus señores. En historias como “Pamela”, de Samuel Richardson, se negaban los lazos y contradicciones tradicionales, emocionaban en igual medida a la alta sociedad y a la servidumbre, y proporcionaba un método de retórica para jóvenes que no querían tolerar o callar el desprecio que el mundo sentía por ellas, con una protagonista rebelde que habla y escribe libremente.

La emotividad con que las mujeres de esta época leían novelas tenía que ver con que éstas eran el único medio en el que se abordaban cuestiones vitales que les afectaba de manera directa y consciente. Las novelas eran promesas de amor y pasión, una forma de autoconocimiento tan liberadora como insustituible, donde se trataba de sus emociones y preocupaciones, su manera de sentir y de pensar, un primer paso hacia la seguridad de sí mismas y la emancipación. Éstas eran traducidas por mujeres que deseaban darlas a conocer.

Pero no todos estaban de acuerdo. Decían que la lectura desempeñaba un papel decisivo en la amenaza a la inocencia femenina. La seducción iba de la mano de la imaginación. Las novelas instilaban el dulce veneno del deseo en el corazón de las muchachas. Novelas como “Las penas del joven Werther” de Johann Wolfgang von Goethe, con su tema de vivir el amor hasta una muerte trágica, eran consideradas por la joven generación de la época como si fuera una verdad absoluta de la que se buscaba información para organizar y vivir su vida.

Con los protagonistas de estas historias algunos desarrollaban un modelo vital frente al cual se consideraba un fracaso la propia vida. En el caso de la baronesa Elisabeth von der Recke, la lectura de Werther, en una época en que el matrimonio era más por conveniencia, rechazó la novela de Goethe porque no le ofrecía una solución moralmente válida. Una novela, o servía de ejemplo para la vida o no servía de nada, opinaba ella. En realidad, esta historia resistía bastante el propósito de utilizarla como guía de vida. Werther era rebelión pura.

La figura de la lectora abandonada por completo a su novela en el sillón despierta temores entre los hombres. La lectura en silencio es un acto de aislamiento, una forma de sustraerse al control de la comunidad. Dorothea Schlözer, la primera mujer en recibir el grado de doctor en Filosofía en Alemania, inspira a Caroline Schelling. A ambas atraía lo que a otros escandalizaba: la ficción, la creación de otro mundo que rivalizaba con el real y que podía suscitar un conflicto. Esto convertiría a Caroline en un personaje central del prerromanticismo alemán, que buscaba una sociedad cultural sin clases de carácter liberal.

agusperezr@hotmail.com