/ miércoles 6 de julio de 2022

Las Opciones de Qatar

Por Mario Ramírez

Dentro de esas banderas que muy pocos reconocían y de esos países que muy pocos sabían ubicar en un mapa se encontraba Qatar. Nación de la península arábiga con un gran poder económico que deseaba llamar la atención del mundo, y qué mejor manera de lograr eso que organizando la fiesta más grande en la historia de la humanidad. La estrategia desde luego es buena y por supuesto que ha funcionado, pero al parecer el gobierno qatarí no ha dimensionado bien en donde se ha metido.


La cultura de Qatar puede ser fácilmente segmentada como una de las consideradas “cerradas” o “radicales”. Restricciones para la mujer, prohibiciones de alcohol, nula diversidad sexual, etcétera, le han dado argumentos a la mitad de la población mundial para decir que esta copa del mundo no alcanzará el nivel de fiesta que siempre ha obtenido debido a tanta restricción. Mientras que la otra mitad piensa que es completamente inevitable que el desastre y el ambiente descontrolado afloren a partir de que se dé el pitazo inicial. La misión de Qatar desde que se postuló como anfitrión del mundial tuvo un objetivo y solo uno: Mandarle un mensaje al planeta. Ahora bien, al parecer el país tiene únicamente dos opciones de mensaje:


Opción A: Qatar se apega fervientemente a sus leyes y arresta a miles y miles de personas que incumplan una norma por más mínima que sea debido al inevitable desorden que se causará


Opción B: Qatar admite que es imposible contener y controlar a tantas personas de tantas culturas y a la mera hora voltea hacia otro lado para no convertir el tema en un conflicto político/social.


Es verdad que la opción B puede verse “tibia” y es verdad que los asistentes a la copa deberían contar con la madurez suficiente de respetar y atenerse a las leyes locales, sin embargo es demasiado utópico pensar eso. En un panorama realista, no se puede controlar la celebración más fuerte del planeta. Mientras que la opción A, bueno, sería una auténtica cacería, lo cual atentaría directamente a la misión principal por la que Qatar se convirtió en anfitrión.


Cualquiera de las dos opciones representa un riesgo para el país, pues ambas significan un ataque igual de negativo, sólo que una tendría un impacto interno y la otra un impacto externo. De momento solamente sabemos que dentro de las zonas FIFA las prohibiciones serán diferentes, no sabemos cuáles y no sabemos cuánto, sólo conocemos ese dónde. Y a menos de cinco meses del mundial, la moneda sigue estando en el aire, y ahí seguirá como mínimo… hasta el 21 de noviembre.


Mario Ramírez


Por Mario Ramírez

Dentro de esas banderas que muy pocos reconocían y de esos países que muy pocos sabían ubicar en un mapa se encontraba Qatar. Nación de la península arábiga con un gran poder económico que deseaba llamar la atención del mundo, y qué mejor manera de lograr eso que organizando la fiesta más grande en la historia de la humanidad. La estrategia desde luego es buena y por supuesto que ha funcionado, pero al parecer el gobierno qatarí no ha dimensionado bien en donde se ha metido.


La cultura de Qatar puede ser fácilmente segmentada como una de las consideradas “cerradas” o “radicales”. Restricciones para la mujer, prohibiciones de alcohol, nula diversidad sexual, etcétera, le han dado argumentos a la mitad de la población mundial para decir que esta copa del mundo no alcanzará el nivel de fiesta que siempre ha obtenido debido a tanta restricción. Mientras que la otra mitad piensa que es completamente inevitable que el desastre y el ambiente descontrolado afloren a partir de que se dé el pitazo inicial. La misión de Qatar desde que se postuló como anfitrión del mundial tuvo un objetivo y solo uno: Mandarle un mensaje al planeta. Ahora bien, al parecer el país tiene únicamente dos opciones de mensaje:


Opción A: Qatar se apega fervientemente a sus leyes y arresta a miles y miles de personas que incumplan una norma por más mínima que sea debido al inevitable desorden que se causará


Opción B: Qatar admite que es imposible contener y controlar a tantas personas de tantas culturas y a la mera hora voltea hacia otro lado para no convertir el tema en un conflicto político/social.


Es verdad que la opción B puede verse “tibia” y es verdad que los asistentes a la copa deberían contar con la madurez suficiente de respetar y atenerse a las leyes locales, sin embargo es demasiado utópico pensar eso. En un panorama realista, no se puede controlar la celebración más fuerte del planeta. Mientras que la opción A, bueno, sería una auténtica cacería, lo cual atentaría directamente a la misión principal por la que Qatar se convirtió en anfitrión.


Cualquiera de las dos opciones representa un riesgo para el país, pues ambas significan un ataque igual de negativo, sólo que una tendría un impacto interno y la otra un impacto externo. De momento solamente sabemos que dentro de las zonas FIFA las prohibiciones serán diferentes, no sabemos cuáles y no sabemos cuánto, sólo conocemos ese dónde. Y a menos de cinco meses del mundial, la moneda sigue estando en el aire, y ahí seguirá como mínimo… hasta el 21 de noviembre.


Mario Ramírez